El Fondo Monetario Internacional, con el peso dominante de Estados Unidos, fue el financista de la campaña de reelección de Mauricio Macri. Se sabe que sus proyecciones macroeconómicas son en general fallidas. La novedad en este caso es que ha dejado en evidencia que también se equivoca en las apuestas electorales que hace. Después de este doble fracaso, el interrogante es cuál será el comportamiento del FMI, teniendo en cuenta que por una decisión política ha concentrado casi el 60 por ciento de su cartera crediticia en un solo deudor, que se encuentra al borde de la insolvencia. ¿Liberará el desembolso de unos 5400 millones de dólares pese a que el acuerdo técnico del stand by es letra muerta o entregará esos billetes para evitar el desmoronamiento de un gobierno que ha ayudado financieramente como a ningún otro en su historia?
Una primera aproximación de cómo se resolverá ese dilema se tendrá en la reunión del martes próximo (3 de septiembre) del directorio del Banco Mundial que, entre otros temas, analizará la situación argentina. El primo hermano del Fondo Monetario Internacional aprobó el mes pasado un crédito dentro del programa denominado Development Policy Loan de 500 millones de dólares. Falta definir detalles técnicos para hacer ese desembolso, pero el cambio abrupto del escenario político incorpora un factor de incertidumbre acerca de qué decidirá ahora el Banco Mundial.
A diferencia de los históricos préstamos del BM, que estaban destinados a planes específicos (social, previsional, laboral), éste tiene condiciones muy flexibles para su utilización, con objetivos generales y de largo plazo. La cuestión relevante que evaluará el directorio del BM la semana próxima, donde al igual que en el del FMI Estados Unidos tiene una influencia determinante, se encuentra en si avanza o no ese crédito con su posterior desembolso. Lo que se decida será un mensaje de qué posición asumirá Estados Unidos respecto al gobierno de Mauricio Macri.
En caso de que la situación financiera-cambiaria no pase a un estadio de mayor vulnerabilidad en estas semanas, la movida que hará el Banco Mundial puede ser un indicador del potencial comportamiento del FMI.
El FMI está dominado por los intereses de Estados Unidos, por eso su número dos es el cargo fuerte de la institución, hoy el demócrata David Lipton, quien ocupa el puesto de director gerente interino hasta el desembarco de la búlgara Kirstalina Georgieva (respaldada por Francia, no así por Alemania que tenía otro candidato). Por presión de Estados Unidos, el Fondo salió al rescate del gobierno de Macri. Ahora los directores europeos no quieren quedar arrastrados por esa decisión y reclaman una salvaguarda técnica (el informe de cumplimiento de las metas del stand by) para aprobar el próximo desembolso.
Otra vez, el FMI es corresponsable de la debacle de la economía argentina. En una crónica publicada en el portal ZeroHedge se menciona que, el viernes pasado, el periodista Steve Liesman de CNBC, entrevistó a la nueva economista jefe del FMI, la indio-estadounidense Gita Kopinath, y le preguntó cuál es el plan del Fondo para Argentina teniendo en cuenta la vulnerabilidad que hoy tiene su deuda, reflejada en el colapso de las paridades de los bonos. Kopinath no respondió y esa evasiva se debe a que el Fondo todavía no sabe qué hacer con el fiasco de haber financiado el naufragio de la economía macrista.
La delegación que está en Buenos Aires, liderada por Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental, y secundado por el jefe de la misión para Argentina, Roberto Cardarelli, tiene un objetivo político excluyente: conseguir del candidato de la oposición más votado en las PASO el compromiso de continuidad del vínculo con el FMI, con las condiciones y orientación económica definidos con el gobierno de Macri. De esa forma buscan salvarse de la humillación de haber apostado a Macri, que quedó 15 puntos por debajo de la fórmula más votada.
Werner y Cardarelli no se ocuparán de revisar la evolución de las principales variables macroeconómicas, tarea para la cual habrá un próximo desembarco de técnicos. Esta misión es una avanzada política del FMI para aplicar un abrazo de oso a Alberto Fernández, a quien consideran que será el próximo presidente de Argentina. Fernández ya brindó su respuesta: él no cogobierna y que buscará redefinir el acuerdo.
El Fondo Monetario está apurado; Fernández no debiera. El FMI necesitan una señal de continuidad porque está en un gran problema. Falló en las perspectivas estimadas para la economía macrista; entregó el crédito más abultado de su historia a un solo país; quedó en una frágil situación financiera al concentrar, precisamente, en un solo deudor gran parte de la cartera crediticia; y apoyó la campaña electoral de Macri, quien le deparó un rotundo fracaso en las urnas de las elecciones PASO. Después de semejante desastre técnico y político, el margen para soltarle la mano a Macri se reduce porque se convertiría en un daño autoinfligido.
Los dólares no vendrán el 15 de septiembre, como figura en el texto del acuerdo stand by. Primero tiene que trabajar la misión técnica para analizar la marcha de las variables económicas, luego elaborar el staff report, para después entregar ese documento al directorio del FMI que tiene que tomar la decisión política de aprobar el desembolso. Este proceso burocrático en una organización internacional significará que, si la respuesta es afirmativa, los 5400 millones de dólares ingresarán al Banco Central dos semanas antes de las elecciones de octubre. Mientras tanto, el stock de reservas se seguirá desangrando, lo que hará cada vez más dramático el tiempo hasta el eventual giro de esos dólares.