Cuando nos enteremos del asesinato de Camilo Catrillanca solo hicieron falta algunos mensajes de texto para tomar la decisión de cruzar los Andes casi sin conocernos.
En la madrugada, con el periodista Maxi Goldsmith emprendimos un viaje inimaginado a la Araucania. Alcanzamos a llegar al tercer día del Elugun (velorio) donde más de 5000 personas de distintas latitudes despedían a Camilo. Fue un Eluwun a la altura de un weichafe (guerrero) que congregó a las autoridades ancestrales y un cortejo dispuesto a levantarse otra vez.
De un momento a otro nos encontramos con el paisaje y los rostros de un pueblo antiguo que nunca fue derrotado, ni por los incas, ni por la corona española, ni por el estado chileno. Ahora el weichan (la lucha) sigue siendo contra el estado y las grandes corporaciones extractivistas: forestales, hidroeléctricas mineras.
En este tiempo los pueblos originarios son los verdaderos custodios y protectores de las aguas de los mares y los ríos, del bosque, las montañas y los desiertos. Ellos aun sostienen los secretos y las relaciones sagradas que nos permiten vislumbrar la continuidad de la vida. Su cultura y espiritualidad están estrechamente ligada al territorio.
Carabineros y el GOPE, junto a otro grupo especializado llamado “Comando Jungla”, entrenado en Colombia intentan controlar y reprimir con armamentos de guerra los avances del pueblo mapuche ante las recuperaciones de su territorio ancestral. El resultado es un centenar de mapuches en la clandestinidad, de presos con causas judiciales armadas y de reiteradas violaciones a los derechos humanos.
De este lado de los Andes, Rafael Nahuel también fue asesinado por la espalda el mismo día que velaban a Santiago Maldonado, desaparecido 78 días luego de una represión en la Pu Lof en resistencia Cushamen, dejando enormes dudas sobre el lazo entre las fuerzas represivas, el estado y la justicia.
Sin embargo, el pueblo mapuche multiplica sus reivindicaciones, los espíritus de las machis retornan del linaje a sus cuerpos nuevos y las voces antiguas vuelven a despertase.
La muestra se inauguró el 27 de agosto en el museo f3 – Freiraum für fotografie en Berlín, Alemania. Con el apoyo de Greenpeace Photo Award y Leica Fotografie International.