En agosto de 2001, mientras el país empezaba a incinerarse y el mercado de revistas entraba en eclosión, un grupo de estudiantes de periodismo de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora decidió realizar de manera autogestiva la publicación que les gustaría leer . Todo, naturalmente, indicaba el fracaso. Sin embargo, exactamente 18 años después, el colectivo Sudestada celebra su mayoría de edad con 158 números en la calle y una artesanal pero exitosa diversificación que incluye una editorial con 60 obras editadas (con una fabulosa colección infantil) y la librería de Tucumán 1533, donde este viernes se festejará el aniversario.
“Comenzó como una aventura de pibes que no teníamos muchas obligaciones pero sí ganas de hacer algo distinto”, dice Ignacio Portela, uno de los fundadores de Sudestada. “Lo que sucedió sobrepasó lo imaginado, aunque fuimos creciendo a medida que íbamos haciendo las cosas. Aprendimos a escribir, a editar y a diagramar pero también a relacionarnos y pensarnos como un colectivo. Ésa fue la clave”, indica. Los miembros del núcleo original (principalmente veinteañeros como Hugo Montero, el otro fundador “sobreviviente”) se ganaban la vida reparando relojes, vendiendo piletas de lona o pintando con brocha. Pero, además, curtían la militancia política y el activismo cultural. Habían sido criados entre la nostalgia de la revista Crisis de los ‘70 y la contemporaneidad con El Porteño (donde nació el suplemento de culto Cerdos y Peces): publicaciones de crítica y debate que se entreveraban entre el ideologismo doctrinario y las corrientes estéticas del arte popular en democracia.
De todo eso salió una revista que durante 18 años se dedicó a entender su contexto histórico con una mirada alternativa a la de los medios predominantes; con escritores, artistas, docentes y laburantes en general que escriben y, además, distribuyen a mano por todo el país. El aborto, los agrotóxicos y el terrorismo financiero, los verdaderos intereses del fútbol y la muerte o no del rock como cultura-contra-cultura: aún en su alternatividad, Sudestada metió muchos goles anticipándose con solvencia a discusiones luego extendidas. “Aunque recién al décimo año alguien pudo ver un mango. Hoy seis personas viven de la revista, lo cual es una utopía para cualquier otra publicación independiente”, dice con orgullo Portela.
Para Ignacio, el principal mérito es que durante estos 18 años no tuvieron “pauta estatal ni publicidad de ninguna empresa, sino algunos pequeños anuncios”. Renunciando al financiamiento habitual, Sudestada encontró la forma de suplirlo a través de una red de distribución que fue más allá del kiosco de diarios, convirtiendo a la venta de ejemplares en la principal fuente de subsistencia. Pero la revista como formato entró en crisis ante el avance de contenidos digitales gratuitos y el colectivo enfrentó entonces el dilema de qué hacer con esos artículos e investigaciones extensas que merecían algo más que la fugaz lectura de Internet. Así nació la editorial Sudestada: a partir de un extenso trabajo que Portela y Montero habían hecho sobre el periodista de culto Fabián Polosecki, y que devino en el imperdible libro Polo: El Buscador. “Fue el primero y todavía nos enorgullece –dice Ignacio Portela–. Nos interesó rescatar su figura porque nos indicó una manera de ver las cosas. Como Walsh, Masetti o Conti, solo que Polo lo trasladó hacia algo más cotidiano nuestro.”
“La editorial arrancó con las mismas armas que la revista: amigos y compañeros”, afirma Portela. “Las primeras ediciones fueron sobre libros descatalogados e investigaciones propias. Así fuimos armamos un catálogo que tiene periodismo, biografías, política, contracultura, feminismo, música, movimientos sociales.” Desde Los Redondos hasta Kurdistán, Sudestada versión editorial incluye además una colección infantil o “para principiantes” donde conviven Kevin de Zabaleta con Nora Cortiñas.
El colectivo siempre alquiló un departamento en Lomas de Zamora que operó como redacción, aunque la diversificación de producciones obligó a buscar nuevos espacios para acopiar y distribuir. Increíblemente, la macrisis terminó de acomodar las fichas: “Martín Latorraca, de la redacción, estaba en un local de relojes a punto de cerrar. Y nosotros no teníamos ningún punto en Capital. Entonces nos aliamos, compartimos el espacio y ya vamos un año con la alegría de no haber perdido nada en el camino”. Ahí mismo está funcionando la librería, donde venden sus libros y los de editoriales amigas con las que comparten cierto perfil.
“Es muy difícil analizar algo que arrancó casi como un juego, en los tiempos libres, durante los viajes de vuelta a casa, intentando levantar algunas banderas, y terminó siendo nuestro proyecto de vida”, banca Portela, 18 años después del primer número de Sudestada. “No hay mecenas sino ideas que se llevan a cabo a través de productos que aprendimos a presentar, distribuir y vender mejor. Arriesgando pero sin urgencias, aprendimos a generar contenidos, pero sobre todo a hacerlo llegar a la gente con la menor cantidad de limitaciones e intermediarios posibles.”