Durante sus días en la Argentina, Irantzu Varela hizo un curso intensivo de feminismo popular argentino. Estaba en esas cuando se puso la remera con la leyenda “Evita el macrismo”, y una estampa de la abanderada de los humildes con aureola. Una de sus amigas argentinas, Cynthia Castoriano, se la regaló. La periodista feminista radical vasca preguntó por aquí y por allá sobre la realidad política, escuchó con atención todas las respuestas metida en bodegones y tertulias, vivió la efervescencia del movimiento y escuchó las respuestas siempre con un vinito tinto a mano. Se rió, se emocionó, bailó pero sobre todo absorbió y conversó. Irantzu llegó a la Argentina de vacaciones con su novia, sin la ketana que usa para cerrar El Tornillo, el microespacio de La Tuerka que hoy se puede ver En la Frontera

 Además de ser una propaladora de ideas feministas sin diluir, Irantzu es una histórica activista y fue el 8 de marzo de 2017, en la enorme manifestación del Ayuntamiento de Bilbao, cuando sintió la epifanía. “Estaba con una amiga mía, muy amiga, que lleva toda la vida en el comité de organización de la manifestación. La agarré, la miré… Yo iba con un chaleco amarillo y con unos cuernos de diabla, en homenaje al obispo de San Sebastián. La agarré, miramos así y le dije: esto lo hemos montado entre cuatro locas. Imagínate lo que vamos a conseguir ahora, que somos todas estas”. Desde entonces está segura de que “esto no lo para nadie, no lo para nadie”, repite como un subrayado.

En algunas ocasiones, se pone seria, muy seria: cuando hizo su micro desde los campamentos de Palestina o en el video urgente sobre la primera sentencia de La Manada, la que negó que la violación a una chica de parte de cinco hombres en la fiesta de San Fermín hubiera sido una violación. Son momentos en los que necesita la contundencia, antes que la risa. El resto de las veces, se pone barba, anteojos con pestañas, y cualquier otro accesorio que le sirva para diseminar sus ideas de feminismo interseccional con ironía y el sarcasmo. 

Los temas salen de aquí y de allá, pero una de las fuentes de inspiración son las charlas con sus amigas, sobre todo de algunas que le cuentan cómo las tratan los “señoros” que tiene en su casa. Señoro, la categoría que Iranzu dedica a los hombres que se sientan muy cómodos en sus privilegios, es una palabra que está dispuesta a meter en la Real Academia Española, que si aceptó feminazi, cómo no le va a hacer lugar a una que hace tanta falta en la vida cotidiana. En su otro espacio audiovisual, el Aló Irantzu que anima desde Pikara Magazine , en Bilbao, se mete con la vida amorosa y si bien no deja títere con cabeza, tampoco deja a ninguna compañera con la sensación de que no da la talla para ser feminista.

Irantzu pasó por la Argentina con sorpresa por el recibimiento entusiasta en cada lugar al que llegó: hizo un standup con Ana Carolina en Buenos Aires y una entrevista en el local de Mala Junta de Rosario con Majo Gerez y Virginia Giacosa, notas periodísticas en todos lados y fotos con cientos de chicas que la requerían. Las pibas escucharon extasiadas su mezcla explosiva de claridad conceptual y humor cáustico, esa misma que se enciende en El Tornillo cada vez que suena “Me gusta ser una zorra”, el tema punk de Las Vulpess, sello de su micro.

Los microvideos que la convirtieron en una diosa feminista nacieron cuando coincidió en una charla con Pablo Iglesias, por entonces sólo un presentador de televisión, y el futuro dirigente de Podemos le propuso que hiciera algo en su programa. “Pasó como casi en mi vida, un poco por casualidad, un poco porque me apunto a cualquier cosa. Entonces, yo hacía un blog, teníamos un espacio de formación que se llama Faktoría Lila, recién acabábamos de empezar y coincidí en una charla con Iglesias que entonces era solo el presentador de la Tuerka, ni siquiera existía Podemos. Él me propuso hacer algo en sus siete horas de emisión semanal. Me pareció que era una oportunidad, dije que sí, sin pensarlo mucho y la verdad es que nunca pensé que iba a tener la repercusión que ha tenido, y si lo llego a pensar, igual me hubiera asustado”, cuenta Iranzu en una mañana rosarina, mientras la alergia la asedia y un hombre se acerca intrigado por la presencia de una vasca –que detectó sólo por el acento- en la ciudad.

--¿Qué pasó con tu desembarco para hacer feminismo en los medios?

--La primera reacción que me sorprendió fueron los insultos y las amenazas de muerte que ya al segundo video ya me querían matar, y era, nada que ver con los de ahora, era como muy tranquilo. Yo no pensaba que los iba a ver tanta gente, porque claro, estamos hablando de 2014. Era una cosa que tampoco era muy habitual, y tampoco pensaba que iba a haber tanta gente que me iba a odiar tanto por hacer algo que en el fondo es decir lo que pienso, hablar de feminismo y tratar de ponerle un poco de humor. Entonces, hay muchísima gente que los ve, y que les sirve y que los usa como herramienta, pero también generan, como sabe cualquier mujer visible desde el feminismo en los medios de comunicación, que nos odian como si les estuviéramos haciendo algo, y a mí eso sí me sorprende, a veces me enfado y otras veces me pone triste porque es… pero si estamos diciendo… hablando de lo que… nos va a la vida en esto.

Un par de días después, en la entrevista pública en la casa de Mala Junta, Irantzu será muy enfática en la necesidad de una estrategia colectiva de autodefensa feminista digital ante el avance fascista en las redes. “Si tocan a una, nos tocan a todas, lo tenemos que decir también en el mundo digital”, lanzó.

En la entrevista con Las12, ante la pregunta sobre el back lash que se vive como reacción a los avances feministas en América Latina, y también en España, con el fenómeno Vox, Irantzu también fue contundente. “Lo vivo con mucha preocupación porque hay que tomárselos en serio, porque no creo… acá ustedes también tienen la experiencia de una dictadura fascista como en España. A la mayoría de la gente que fueron a llevar a su casa y acabó en una cuneta o en el Río de la Plata, nunca pensó que eso iba a suceder”, afirmó y abundó con nombres propios. “Por ejemplo, tengo una foto de Marielle Franco en mi casa que me regaló un amigo. Yo sé, porque tengo amigas que han entrevistado a su entorno, que Marielle que no tomaba medidas de seguridad nunca pensó que la iban a matar, entonces… No, nunca van a hacer nada, yo no me lo creo”.

Irantzu sigue: “Y el otro día Vera Jarach, que es una de las Madres de la Plaza de Mayo, que habían matado a su hija Franca”. Y se dispersa en los aprendizajes de su viaje argentino. “El otro día estuve en el Parque de la Memoria y vi el nombre de Franca, me puse a llorar, mucho antes me puse a llorar”. Pero vuelve a lo que quería contar: “Vera nos dijo el otro día en la Esma, hay que saber la verdad para no repetir la historia. Fijate que parece una cosa muy obvia pero es la realidad, y que te lo diga alguien como Vera, que a su abuelo lo mataron los nazis y a su hija la mataron los fascistas argentinos… es como hay que tomarlo en serio. Nunca parece que va a llegar la Noche de los Cristales Rotos y de repente llega, o la Noche de los Lápices, entonces hay que tomárselo en serio y hay que estar organizadas… Pero los que más miedo tienen son ellos… Fíjate que ahora, para todos los movimientos de ultraderecha del planeta sus enemigos son el feminismo y el colectivo LGTBIQ, ¿Por qué? Porque ellos saben que el discurso más destructivo de todas las opresiones ahora mismo es el feminismo, y el transfeminismo, que incorpora al colectivo LGTBIQ, entonces, es una reacción”.

--En tu definición de twitter decís “radical es poco”, pero en los últimos tiempos, un feminismo que se ha llamado a sí mismo radical cuestiona la presencia trans en el movimiento ¿qué te diferencia de ellas?

--Es que me diferencia tanto… Cuando muchas veces me dicen, bueno es que ser feminista está bien pero ser radical... Es que no se puede ser feminista superficial, que sería la otra opción. Es feminista radical en el sentido literal de ir a la raíz de las cosas. Es que el feminismo radical, que a mí me parece una aportación maravillosa… Siempre se le critica que es un feminismo blanco, burgués, de las académicas, que la mayoría viene de Estados Unidos o de Europa. Pero yo digo, efectivamente y esa crítica hay que hacerla, y por suerte, desde los 70 hemos venido incorporando otros discursos. Pero eran quizás las feministas que tenían las necesidades básicas cubiertas y que tenían una capacidad como para generar determinados discursos un poco abstractos, las que plantearon que ni con la violencia, ni con la desigualdad salarial, ni con los asesinatos, ni con las violaciones, ni con ningunas de las discriminaciones y las violencias que vivimos las mujeres vamos a acabar si no vamos a la raíz de los problemas. Nos matan por la masculinidad, por la heteronorma, por la idea de que las mujeres somos objetos para su satisfacción. No se va a solucionar cambiando leyes ni haciendo tratamientos psiquiátricos, se va a solucionar yendo a la raíz. Esto ahora parece una cosa obvia, pero tuvieron que estar las feministas radicales para explicarlo.

Que ahora haya un montón de chicas o mujeres, me da igual, que han agarrado así los mensajes feministas que les ha dado la gana, que se hayan denominado Radfem -que eso puede ser muy millenial, y me da igual-. Pero que solo hayan entendido una parte de esto de la raíz, y que se hayan quedado con la idea… como si desde los 70, cuando fue el feminismo radical, no hubiera pasado nada ni política ni filosófica ni intelectualmente. Y además esta idea de que solo las mujeres somos sujetas políticas del feminismo no se sostiene, porque mientras Kate Millet estaba escribiendo Política sexual, un poquito después Angela Davis estaba escribiendo Mujeres, raza y clase y te explica: queridas, o el feminismo es interseccional y se ocupa de todas las opresiones o no va a conseguir nada. Es empezar a entender que el feminismo tiene que ser la lucha contra todas las formas de opresión. Y que los sujetos políticos de una lucha los construye la opresión. Es decir, la opresión del machismo favorece a los hombres, blancos, cis, heterosexuales, autónomos económicamente y sin diversidad funcional. Por ejemplo, quiénes somos el sujeto político de la lucha contra eso, pues todas las personas que no cabemos ahí. Entonces, decir a estas alturas del siglo 21 que sólo las mujeres somos sujeto político del feminismo, y que sólo somos mujeres las personas que tenemos vagina, es… no haberse enterado de nada de lo que ha pasado en los últimos 45 años en el mundo. Primero, es despreciar absolutamente la lucha de las mujeres trans, que tienen bastantes menos privilegios que las mujeres cis.

Para graficar su posición, Irantzu cuenta su propia experiencia: “Recuerdo haber tenido una conversación con un compañero hombre, que me decía: ‘Irantzu, la opresión más importante es la de clase’. Que esto lo dicen todavía muchos hombres de izquierda, señoros de izquierda normalmente, y yo le dije: ‘Eso lo dices porque eres un hombre, la opresión más importante es la de género’, y me viene una compañera latinoamericana, racializada, y me dice ‘eso lo dices porque eres blanca y europea’ y dije: touché. Entonces, hemos aprendido que no hay que hacer un concurso de quién está más oprimida, sino que lo que hay que hacer es luchar contra todas las formas de opresión a la vez, que es la interseccionalidad, que no lo he inventado yo, lo han inventado las feministas desde los márgenes del feminismo negro, el feminismo latinoamericano”.

El tema la apasiona y la indigna. “Tampoco hace falta haber leído a Judith Butler y haberla entendido, pero cómo puedes echar de un espacio de lucha a una mujer que sólo por ser trans tiene muchas más dificultades que tú y vive muchas más violencias que tú, pero además quién es nadie para echar a nadie del feminismo. O sea es que es como… yo haría un fin de semana con todas las transfobas del país, y hacerles un proceso de formación, algunas igual son incurables pero algunas saldrían diciendo que es absurdo”.

--¿Cómo llegaste al feminismo interseccional?

--Pues… haciendo lo que deberían hacer los hombres, callándome un poco y escuchando. Yo siempre digo que cuanto más consciente soy de las otras opresiones, más se incorpora la interseccionalidad, cuanto más consciente soy de las demás opresiones que entran en la intersección además de las que me atraviesan a mí, soy más feminista y mejor feminista, el hecho de leer que la brutalidad con la que yo siento la opresión de género, es la misma con que las mujeres racializadas sienten la opresión del racismo y es la misma con la que las personas no binarias o trans, sienten la del binarismo, y es la misma con que las personas con diversidad funcional sienten la del capacitismo y así… eso me hizo entender. Yo le suelo decir a la gente, llega un punto en que hecha una descripción de cómo nos atraviesa la opresión de género y cuando ya están todas que quieren salir a quemar algo a la calle, les digo ahora imaginate esto en negra, en indígena, o en persona con diversidad funcional, o en trans. Y entonces, ponen cara de susto. Claro, porque es madre mía, con el enfado que yo tengo con solo ser una mujer blanca, cis, europea, que es con las que más trabajo yo, ya esto, si tengo que multiplicarlo por las demás opresiones, me da… Y a esto yo llegué… tratando primero de leer, porque yo por la época en que me tocó vivir, el feminismo lo he aprendido sobre todo leyendo, yo creo que no basta con leer, hay que salir a la calle, o sea, yo el feminismo lo he encarnado, ya no puedo, me he alimentado, en la calle, militando, pero hay muchas cosas a las que he llegado leyendo.

--¿Te imaginabas que te ibas a convertir en una herramienta de didáctica feminista para las pibas?

--No era consciente. Lo que pasa es que me lo dicen, cada día me encuentro –allá sobre todo, pero acá también- chicas muy jóvenes, que a mí me sorprende porque me cuesta imaginar qué referentes compartimos, por una cuestión generacional, y sin embargo, les sirve. Entonces, eso me parece maravilloso, me alegra un montón… Porque cuando te pones delante de una cámara, yo a veces pienso: qué necesidad tengo yo ahora de ponerme unas orejas de leopardo, una barba y ponerme a hacer el mamarracho delante de una cámara. Pero si hay alguien a quien le sirva para algo, esa es mi obsesión, que lo que yo hago sirva para algo.

--Eso no te llevó a suavizar el discurso.

--Yo creo que el humor te permite decir cosas mucho más radicales de las que podrías decir en serio. Yo me pongo el gorro de feminazi y digo: Los hombres atrás, y callados, no agarréis la pancarta. Y dicen “jajajaja, qué gamberra”, pero si lo digo en serio parezco más agresiva. Yo creo que no solo yo, las feministas estamos usando le humor para decir cosas que en serio resultarían demasiado agresivas. Entonces yo, al contrario, cuando hago humor soy más radical, y más revolú… y además es que una mujer haciendo humor, y riéndose de los hombres, y de la heterosexualidad, y del sistema, es triplemente revolucionaria.

--Fuiste candidata a senadora por la izquierda vasca, ¿cómo es la militancia en espacios mixtos?

--Soy una militante de base de uno de los partidos, el más pequeñito y el más reciente, de la coalición Euskal Herria Bildú, que es por la que me presenté, la izquierda independentista, ese sería el resumen. Siempre digo que a las que militamos en espacios mixtos nos deberían poner un monumento porque es un poco agotador, y a mí cada día me cansa más, y cada día busco más los espacios autónomos, pero también creo en la necesidad de que haya mujeres feministas en los espacios hegemónicos de poder, y al final los partidos políticos no dejan de ser espacios hegemónicos de poder. Otra cosa es que yo creo que el feminismo es un contrapoder y que tiene que seguir siéndolo, pero creo que tenemos que estar en todos los espacios de poder hegemónicos, incluidos los partidos, los sindicatos, y ojalá las instituciones y el poder. Entonces, sobre mi candidatura, dije que sí porque fue fruto de unas primarias en las que votaron las bases. Alguien de las bases me propuso, la fórmula era, se proponían nombres, a las personas cuyos nombres habían sido avalados por un número determinado de gente se les preguntaba si estaban interesadas, yo dije que sí, no pensaba nunca que mi nombre iba a salir. Se hicieron votaciones en asambleas abiertas, y salió mi nombre. Entonces, me parecía que era legítimo estar ahí. Claro, yo era la candidata al senado y otra mujer feminista, Onintza Enbeita era la candidata al Congreso. Entonces, éramos dos mujeres feministas, además nos reíamos, dos mujeres feministas y gordas, Hicimos toda la campaña, le pusimos cuerpos a la campaña, hacíamos chistes de “Vamos a ir a Madrid por todas las curvas”. Bueno, hicimos de todo, cantamos, no le hacíamos caso al de comunicación, claro… Había gente a la que le gustó mucho, había gente que no entendía nada y había gente que estaba un poco asustada, porque no esperaban eso. Esperaban hacer lo de siempre pero con una feminista al frente, y claro… yo les explicaba a algunos compañeros: “tú no puedes pretender meter una feminista radical, visible, y que no cambie nada”. Entonces, yo creo que contribuimos a que cambiaran muchas cosas, contribuimos a visibilizar al feminismo, contribuimos a que otros partidos entendieran que un hombre blanco cis heterosexual tiene un recorrido muy limitado a ser un candidato feminista, que tiende a cero, pero creo que fue muy pronto para una candidata como yo y una candidatura como aquella. Yo me lo pasé genial, nadie me dijo lo que tenía que hacer, y esto supongo que habrá pocas personas en política que puedan decirlo. Pero que es la condición que yo pongo siempre. Lo volvería a hacer si fuera fruto de un proceso asambleario y si me garantizaran que puedo ser como soy y hacer lo que quiero hacer.

--¿Cómo fue tu contacto con los feminismos de Argentina?

 

--Ya tenía contacto desde allá porque a raíz de todo el tema de la ley del aborto etcétera, aparte que nosotras estamos muy pendientes y tal. Habíamos tenido contacto con compañeras con las que nos escribimos y nos mandamos ánimos, compañeras que han ido allá también, nosotras desde allá estamos mirando con una admiración increíble lo que han conseguido ustedes acá porque han conseguido poner en la agenda el feminismo de una manera brutal, y luego yo estoy muy sorprendida, aparte de las compañeras que he conocido, estoy muy sorprendida de hasta qué punto hay conquistas sociales que se ven. He visto ya varios boliches con baños no binarios, el otro día en el Parque de la Memoria vi una exposición sobre identidades de género, teorías queer. Noto que hay temas que allá están mucho más en determinados círculos, aunque soy consciente de que acá yo me estoy relacionando con las feministas, claro, pero noto un feminismo muy politizado acá también, por el momento en el que están, pero también muy consciente y con algunos debates como el del no binarismo y las teorías queer en el que están muy avanzadas. No estoy sorprendida, porque no es que no me la esperara, pero estoy muy esperanzada.