Mañana del duro mes de junio de 1975. El hombre no quiere bajarse del coche. No ha dormido bien, está levantado desde las cinco. Lo han llevado al campo. Se detienen en un escarchado potrero de la zona de Escobar. Se comprometió a ponerle el cuerpo a uno de sus personajes, un tal Juan Dahlmann. La escena es sencilla: tomará el cuchillo, avanzará hacia el poniente, despacio, cuidando de no trabar el bastón en una vizcachera. "Preferiría no hacerlo" dice el hombre empacado como Bartleby el escribiente. Lo sobornan con un trago de caña. Por fin, desciende, se acomodan los equipos, alguien grita: ¡Acción!

Precursores

En remotos tiempos de vanguardias los muchachos de la revista Martín Fierro solían dedicar bromas a las figuras de la escena cultural argentina entre los que estaban, por supuesto, ellos mismos. Eran los famosos epitafios en verso de la sección El Parnaso Satírico. Borges tuvo el suyo, una muestra, apenas un vago ensayo, menos sutil que las líneas de la novela "El Túnel" de Ernesto Sábato en las que figura con el apodo de la juventud treintañera: "Georgie".

Leopoldo Marechal piensa en los rasgos de Borges para componer a Luis Pereda, un poeta criollista y medio ciego que acompaña las andanzas de un grupo de artistas y escritores en el sueño metafísico y celestial del Adán BuenosAyres, publicado casi al mismo tiempo.

Estas decisiones de escritura parecen alentadas por los ejercicios especulares de Borges que, en una manifestación precaria de la literatura del yo, se mete en sus propios textos. Figuran entre ellos: el Borges lector de enciclopedias de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, el Borges de "El sur", disfrazado de Juan Dahlmann, los Borges del "El Aleph" y de "El Zahir" y también los de "Borges y yo" (El Hacedor 1960), donde bajo la apariencia del típico desdoblamiento entre narrador y autor, se asume por entero para la narrativa. Es como si a partir de esta última página, hubiese extendido definitivamente el permiso para disponer no ya de su literatura (influencia) ni de su persona (biografía), que eso es del todo natural, sino de sus múltiples personajes.

Esas módicas novelas

En las "Apostillas a El Nombre de la Rosa" Umberto Eco confirma esta íntima relación: biblioteca más ciego, igual Borges. Así, el malvado Jorge de Burgos, el asesino que custodia libros y laberintos, viene a saldar una deuda. Aunque si le creemos a Eco en el (incómodo) trabajo de interpretar su novela, la operación es más conceptual y profunda, porque- como dice allí- "un bibliotecario ciego era una buena idea narrativa."

Estamos en los años ochenta, arranca el "best seller culto" y otras tantas novelas serán empujadas por la fama universal del maestro. Un fenómeno que se registra en todas partes desde: "Matar a Borges" del bonaerense Francisco Capellotti hasta el reciente "El lenguaje de los espejos" del peruano Carlos Rengifo.

Teatro y cómic

Sería exagerado pensar en Borges como una obra colectiva. La tentación es grande y desborda los géneros. Con "Borges y Perón" del uruguayo Enrique Estrázulas el "personaje" se incorpora a la escena dramática y con "Perramus", a los cuadritos de las historietas. Juan Sasturain, que escribió el guión junto a los dibujos del "viejo" Breccia, explicó las razones para inventar un Borges revolucionario: "Borges es para el campo popular lo que Evita es para la izquierda. Es decir: ¿por qué regalárselo a la derecha?" afirma, entre el rescate, la apropiación y el redescubrimiento.

La última manifestación de ese proceder se concreta en "Borges Inspector de Aves" de la mano de Lucas Nine. El prólogo del libro trabaja la idea de la tradición literaria en términos de objeto. De escritores-objetos que se colocan o corren de la escena según las necesidades de los tiempos. Si el Borges personaje aún tiene cosas para decir "es porque nosotros movemos los hilos de la marioneta", asegura el prologuista. Entonces este Borges acepta el desafío que le impone el peronismo al degradarlo como inspector de aves de corral y sale a la feria con su piloto, a lo Bogart- Marlowe, a deshacer disparates.

El Borges que queda

Como se puede ver, hay "Borges" para todos los gustos. Igual que el ángel caído del relato bíblico, con nombre propio o diverso, Borges parece asumir el gobierno de distintos principados.

Noé Jitrik reflexiona sobre el efecto Borges en tres ejes fundamentales: es la sustancia filtrable que esparce su soplo por debajo de innumerables narraciones, es el mito que necesitamos como prueba de identidad común y es el vasto cuerpo textual que no caduca y continua planteando todas las preguntas del intelecto. Y dice Noé que el mito ha dejado de interesarle, que prefiere reparar en los textos, porque allí se enseña el enigma. Después de todo, el Borges que queda está hecho de literatura.

¡Corten!

El hombre camina erguido entre pastizales con la daga en ristre. El viento despeina sus cabellos y el frío le pone un rictus fiero en la boca. El hombre revive en aquella mañana de 1975 su pánico y destino. Luego regresa al departamento de la calle Maipú 994 para atender una entrevista. Ante la pregunta del periodista de turno sobre el rodaje del documental de José Luis Di Zeo -"Borges, un Destino Sudamericano"- responde: "Qué puede decirles un ciego de una película". Y agrega un poco en serio un poco broma: "Francamente estoy harto de Borges".