Antes de ser famosa como cocinera, Blanca Cotta, que murió a la edad de 94 años, fue maestra y profesora de Letras, y guionista en los años sesenta del programa “Buenas tardes, mucho gusto”, un éxito televisivo de aquellos años, que salía al aire de lunes a viernes. Las recetas que escribía –y dibujaba— en “Ollas y sartenes”, su espacio en el diario Clarín, junto con las que publicó en varios libros, fueron fuente de inspiración culinaria para varias generaciones de cocineras y cocineros argentinos. “Jamás estudié cocina. Mi cocina es la cocina heredada, la de mi madre, que cocinaba muy bien”, le dijo en junio de 2002 a la periodista María Moreno, en una extensa entrevista publicada en junio de 2002 en Las 12.
Defensora de la “comida casera, para la familia, para los amigos, hecha con amor”, dijo siempre que lo suyo no era “recomendar platos que lleven ostras” y otras alternativas poco accesibles. Siempre que ideaba una receta nueva, primero la probaba ella “y si me gustaba, la publicaba, por respeto al lector”. Un dato singular, derivado tal vez por tratarse de alguien con tanta trayectoria en el arte culinario, lo dio a conocer en la nota con María Moreno. “Me gusta el pescado sin gusto a pescado y el pollo sin gusto a pollo, la carne sin gusto a carne”, a punto tal que cuando iba a comer a un restaurante, luego de ver el menú, “seguro que no me gusta nada y termino pidiendo una milanesa de pollo así chiquita, bien finita, bien llena de pan”. Como justificación dijo que si “identificaba el (gusto del) pollo, me da pena y no lo puedo comer. Y el pescado no me gusta, y eso que soy de Piscis. O a lo mejor no me gusta porque soy de Piscis”.
Blanca Cotta nació el 14 de marzo de 1925 en Buenos Aires y fue criada en la localidad de Quilmes. Cuando era niña viajaba seguido, con sus padres, a La Pampa. Contaba que hacía bajar a su papá del auto y lo hacía caminar entre pastizales y cardos, en una caminata sin fin, porque de pequeña quería “llegar al horizonte”. De alguna manera alcanzó el suyo desde la revista “Mucho gusto”, para la que escribió notas y realizó ilustraciones; ese fue su paso anterior al programa de televisión que la hizo famosa y que se emitía por el Canal 13.
Ella decía que sus textos trataban de ser “positivos y constructivos” porque ellas los escribía como “un ser humano a quien el destino encerró en la cocina”, pero que siempre trató de “escapar por una ventanita para enseñar en la cocina realizable que me sirva de diálogo con los lectores” y los televidentes. Decía que si hacía una masa, por ejemplo para hacer pan árabe, y le salía “un masacote”, practicaba hasta solucionar el problema. “El arte está en decomisar las cosas que te salen mal antes de que te abucheen”. Desechaba “las ostras” y optaba siempre por cocinar “con ingredientes que puede conseguir la mayoría de la gente, no sólo la (gente) sofisticada”.
Además de publicar siete libros de cocina, ilustrados por ella, escribió recetas de cocina para la revista infantil Anteojito, con dibujos para niños. También participó como autora, guionista e ilustradora de los programas infantiles "Juguemos en el patio" y "Juguemos en el 13". En sus libros afirmaba que "cocinar es, casi siempre, un acto de amor. El recetario familiar, ese que preparamos habitualmente, trae además de ingredientes e instrucciones para su preparación, un enorme caudal de recuerdos, historias y sensaciones que trascienden el tiempo. Aromas, texturas y sabores conocidos se entremezclan con escenas del pasado, momentos compartidos y emociones que perduran en el corazón".
Para Blanca Cotta "la cocina de los afectos recrea platos tradicionales heredados para poder compartirlos nuevamente, con las generaciones más jóvenes o simplemente con aquellos que alguna vez nos las prepararon brindándonos un momento de placer no solamente gastronómico sino también afectivo". Cocinar es también "reunir amigos o regodearse preparando algún plato especial para nosotros mismos".
En una nota publicada en noviembre de 2010 en Página|12, Matías Bruera, investigador y profesor de Historia de las Ideas en las universidades de Buenos Aires y Quilmes, promotor de espacios "culturales y gastronómicos", aseguró que "toda cocina es poseedora de valores simbólicos pues expresa una práctica cultural" porque "atesora la compleja tradición e identidad de los pueblos, un cúmulo de signos complejos y sutiles que no poseen la bella simplicidad de las letras de un alfabeto". Además, en coincidencia con Blanca Cotta, señalaba que es, además, "el primer modo de entrar en contacto con los otros".