La viuda 5 puntos
Irlanda/Estados Unidos, 2018
Dirección: Neil Jordan.
Guion: Ray Wright, Neil Jordan.
Duración: 98 minutos.
Intérpretes: Isabelle Huppert, Chloë Grace Moretz, Maika Monroe, Colm Feore, Stephen Rea.
Resulta extraño escuchar a Isabelle Huppert hablando en idioma inglés. Lo que no es nada extraordinario es el hecho de observarla hacer cosas fuera de lo común; perversas algunas, viciosas y criminales otras. Su Greta en La viuda parece un compendio de algunos de sus personajes más recordados –la pianista creada por Haneke, la madre de familia chabroliana de Gracias por el chocolate–, aunque reconvertidos para una audiencia masiva en un relato de suspenso convencional. Extremadamente convencional. El realizador Neil Jordan (El juego de las lágrimas, Entrevista con el vampiro) y su coguionista Ray Wright no afinaron demasiado el lápiz a la hora de imaginar este refrito de tantos thrillers de los años 80 y 90, aunque las presencias de la actriz francesa y de la estadounidense Chloë Grace Moretz suman un par de porotos a la hora de aportar credibilidad y prestancia. Filmada en la Irlanda natal de Jordan y en Toronto, con sus locaciones pasando por calles neoyorquinas, este verdadero Frankenstein de la coproducción internacional incluye aportes coreanos y chinos, ejemplo cabal de los esfuerzos que requirió poner en marcha el proyecto.
Frances (Moretz) encuentra abandonada una fina cartera en un asiento del subte. Acostumbrada a la cordialidad y el respeto de su Boston natal, dispuesta a hacerle llegar el objeto perdido a su dueña, la joven se acerca a la casa de Greta, una inmigrante con fuerte acento francés y un café caliente y galletitas recién horneadas como agradecimiento. A pesar de las diferentes edades e intereses, Frances y Greta forjan una amistad que incluye cenas compartidas y algún que otro paseo, a pesar de las admoniciones de su amiga y compañera de cuarto Erica (Maika Monroe, la chica de Te sigue), neoyorquina más afecta a los anonimatos y a no entablar diálogos profundos con extraños. El hecho de que la mujer haya perdido recientemente a su hija y la muchacha a su madre (otro toque de escasa distinción psicológica del guion) no hace más que reforzar el vínculo. Hasta que, cierta noche, un particular descubrimiento en un armario descorre el velo de la realidad detrás de las apariencias.
Cuando el acecho de Greta comienza a escalar en intensidad y perseverancia, La viuda abandona cualquier atisbo de sutileza y se tira a la pileta de los trucos y las consignas recurrentes, ya vistas en decenas y decenas de ocasiones. Hay algún momento de genuina sorpresa –como el imprevisto coqueteo con el gore, que incluye un palo de amasar y un molde de horno como elementos del juego– y la aparición de un veterano de varias guerras en el cine de Jordan, Stephen Rea, en la piel de un detective privado, pero el planteo, las idas y vueltas y la resolución resultan tan previsibles que sólo resta cruzar los brazos sobre la cabeza e ir tildando mentalmente los casilleros transitados. En momentos aislados, un dejo de ironía parecería indicar que nadie se tomó el asunto demasiado en serio, comenzando por la Huppert, que adopta el rol de bruja malvada como quien se calza un traje viejo y apolillado pero indudablemente cómodo.