Es un rancio hábito de los poderosos volcar las culpas de sus fallidas operaciones a los sectores dominados. A lo largo de la historia las derrotas bélicas, las plagas de diverso tipo y las debacles tuvieron como estigmatizadas a las clases subalternas.

A contracorriente de muchas opiniones, consideramos que lo que son miserias para los de abajo son -por el contrario- momentos de prosperidad para alguna fracción de la burguesía, la financiera, por caso.

La inflación, el descalabro de precios y otras calamidades empobrecen a las mayorías y enriquecen aun más a una elite.

Hablar de fracaso colectivo como lo hizo esta semana en su discurso el ministro de hacienda es, además de una infamia, una coartada para aumentar la sobreexplotación.

El verdadero fracaso colectivo es aguardar que los dominadores dejen de expoliarnos y de hacer menos miserables nuestras vidas.

Solo la lucha autónoma y solidaria contra el capital, sus dispositivos y su maquinaria destructiva de captación nos hará libres.

Carlos A. Solero