La apuesta del Ciclo de Arte Sonoro que tendrá lugar hoy y el sábado
próximo en Parque de España (a las 20 en Túnel 4, Sarmiento y el río)
abre un campo de experimentación bienvenido. Específico pero de acceso
libre -la entrada es gratuita-, las dos jornadas presentarán
respectivamente las performances de Méryll Ampe y Sol Rezza; ambas,
especialistas de trayectoria reconocida y experiencia internacional.
La actividad es organizada por EspacioLab, Programa del Complejo
Astronómico Municipal, junto al Centro Cultural Parque España, junto
al apoyo del Institut français d'Argentine.
En el caso de Méryll Ampe, la artista francesa se presentará hoy con
un concierto performático, dedicado a articular el diseño sonoro con
técnicas ligadas a la escultura. Lo analógico y lo digital conviven en
las propuestas de Ampe, cuya trayectoria incluye una dilatada agenda
de presentaciones, con visitas al Palais de Tokyo y al Centre
Pompidou-Paris. El sábado próximo, a las 20, será el turno de la
argentina Sol Rezza, con la performance Temazcal: Interacciones entre
el espacio y el sonido.
Con residencias en Alemania y tras 14 años de vida en México, Sol
Rezza ha vuelto a su país y en un momento particular: "Creo que en
estos momentos de crisis es cuando tenemos la necesidad de juntarnos a
escuchar. Eso crea una comunidad que ayuda a superar un poco todo
esto, y los argentinos somos muy buenos para hacerlo. Podemos
sentarnos con un amigo a escuchar un disco, solos, de principio a fin,
sin necesidad de dinero. En cada crisis buscamos de alguna forma esa
conectividad, yo creo en eso y es a lo que apuesto", le dice a
Rosario/12.
-Seguramente, tu vida en México te abrió a sensibilidades diferentes.
-La cultura prehispánica todavía está arraigada en México, en realidad
en toda Latinoamérica. Es algo que hace que nos reconozcamos en
ciertas raíces, en una visión del mundo completamente distinta a la
occidental. Tiene que ver con un entendimiento sobre el espacio y
fundamentalmente sobre el tiempo. Me tuve que acostumbrar en esos 14
años a esa lentitud, a bajarme de ese "tren porteño", y hacerme un
poco al entendimiento de una vida desde una perspectiva en donde el
tiempo tiene un lugar muy especial. Es algo que creo se da también en
las provincias argentinas. Yo salí de Argentina en el 2004, con toda
esta presión que hoy nuevamente se repite; pero solemos aprender
muchísimo de estas debacles como comunidad. México me enseñó eso, a
mirar el tiempo y el espacio desde otra perspectiva, también con toda
la cuestión terrible que políticamente tiene, con el narcotráfico y
todo eso, vivido a flor de piel.
-Vos hablás sobre la experiencia sonora desde el vientre materno,
¿cuándo te diste cuenta de que éste era tu camino de vida?
-En un momento uno se empieza a preguntar cómo está percibiendo esa
información, que te llega todos los días al cuerpo, a través de la
piel. Estoy leyendo por tercera vez Los ojos de la piel: La
arquitectura y los sentidos, de Juhani Pallasmaa, y lo que dice es que
la piel que recubre todos nuestros órganos, desde los ojos hasta el
dedo gordo del pie, es en realidad nuestro primer tamiz para entender
el mundo. Pero muchas veces no le damos pelota a algo tan simple, lo
descuidamos por completo. Hay que entender que los sonidos no nos
llegan solamente a través de los oídos, sino también a través de las
vibraciones, y pocas veces somos conscientes de que atravesamos ese
mar de moléculas provocando otras vibraciones. Creo que empecé a
relacionarme con eso desde muy chica. Mi papá es carpintero y mi casa
estaba llena de máquinas, sierras, uno se levantaba con esos sonidos
bastante violentos, pero también eran ritmos y sonidos que empezaron a
permear mi infancia y adolescencia. Los sonidos del rock, el punk,
después el noise. Me empecé a preguntar por qué me estaba gustando
esto, qué me conectaba con eso. Empecé a investigar y conectarme con
esta idea de que todos estamos solos en este espacio y este tiempo,
que no entendemos muy bien qué es. Me gusta mucho la física cuántica y
estudiar a partir de esas nuevas maneras de mirar el mundo, que no es
lineal, sino que hay otras posibilidades. Yo trato de entender cómo
percibimos el mundo a través del sonido.
-¿Cómo surge Temazcal?
-Primero a partir de la investigación, hace mucho tiempo que investigo
acerca de cómo las percepciones que tenemos están relacionadas con el
ritmo. Hice una obra a partir de la noción del útero. Nuestro oído se
desarrolla escuchando ritmos como el del corazón de nuestra madre y el
nuestro, el de la respiración. Nacemos bajo un ritmo, y es algo que
nos marca toda nuestra vida. Comencé a trabajar la idea del ritmo
desde lo sonoro, no tanto lo musical, y fui encontrando cómo hoy en
día estamos acostumbrados a escuchar ciertos ritmos, como por ejemplo
la música electrónica, con la escucha colectiva que se arma alrededor
de los festivales. A partir de ahí empecé a armar la pieza, teniendo
como principal idea la espacialidad, porque todo esto que percibimos
lo percibimos en un espacio determinado, ocurren en un tiempo y
espacio determinados por uno. En un momento, unos amigos me invitaron
a participar de un temazcal, que es un baño de vapor; no es un ritual
sino una experiencia, para compartir una conexión con otros. Quedé
fascinada, porque no necesitás ni hongos ni sustancias alucinógenas
(risas) para sentirte fuera de este mundo, fuera de la realidad: es
tan simple como agua, vapor y oscuridad. De repente de vas de tu
cuerpo, de tu mente, y te transformás en otra cosa. ¡Mirá todo lo que
pueden hacer los sentidos y no estamos acostumbrados! Eso fue lo que
hizo que empezara a trabajar la pieza Temazcal, la historia de esta
experiencia unida a un viaje sonoro que quiero compartir con un grupo
grande de gente.