"¿Conoces tú mi paradero?", preguntaba en uno de sus versos el poeta salteño Jacobo Regen (5 de enero de 1930 - 10 de enero de 2019). En sus últimos años, el autor del celebrado poema "El vendedor de tierra" no recibía a casi nadie. Era ya un deporte algo masoquista, entre sus colegas, tocarle timbre y esperar en vano ante su puerta.

El documentalista, periodista y escritor tucumano Fabián Soberón, licenciado en Filosofía con una tesis sobre Kafka, salió a fines del año pasado tras aquel Klamm de las letras norteñas. La búsqueda a lo agrimensor K. (o a lo Bolaño) ya es para Soberón casi un formato propio de documental breve, practicado en sendos filmes sobre dos glorias de la poesía tucumana que se refugiaron en la soledad: Inés Aráoz y Hugo Foguet. Fallecido Foguet y viva Aráoz en una casa llena de plantas y pájaros, la suerte del encuentro entre Regen y el detective salvaje se juega a ritmo de jazz intrigante en Alas (2019).

Se había formado una pequeña patria temporaria ahí: una de seres unidos, si no sólo por un idioma, por un modo especial de hablarlo.

El flamante documental abrió la segunda jornada de la primera edición del Melopeas Fest, festival de poesía y música celebrado el miércoles y jueves de la semana pasada en el Centro Cultural Atlas de Rosario. Sus organizadoras, las poetas Vicky Lovell y Alejandra Méndez, transformaron el SUM de la planta baja en un tiempo-espacio sagrado y fraterno. Allí coexistieron las mesas de las ferias de editoriales sin que los editores se pierdan el espectáculo, que contó con excelente sonido y un escenario con cómodos espacios diversificados para poetas y músicos, convertida toda la sala en un gran bar (en la tradición de la poesía en los bares) desde donde escuchar las cuatro mesas de lecturas y la música mientras se podía tomar o picar algo. El público fue mayoritariamente de poetas y gente de diversas artes.

Los músicos elegidos se relacionan todos con la poesía: Tomás Boasso y Germán Roffler son poetas y Atilio Basaldella le puso música a textos de Federico García Lorca. El jueves, el excelente trío de Roffler musicalizó a puro clima el poema "Perros", un homenaje al PRT por Patricio Torne, y Sebastián Macchi no se cansaba de ahondar el encanto fluvial litoraleño de la obra del poeta entrerriano Juan L. Ortiz en el set que tocó al piano, seleccionado de entre de las composiciones impresionistas de Luz de agua (Shagrada Medra, 2005), su disco en colaboración con Claudio Bolzani y Fernando Silva.

Andres Macera
Osvaldo Bossi emocionó con sus poemas.

"¿Y si tocara desnudo?", comenzó a fantasear en voz baja Fernando Noy, quien traía una carpeta de inéditos y lucía un collar de obsidianas sobre una blusa mexicana bordada, ancho de dicha en su reencuentro con el actor y dramaturgo rosarino Omar Serra: dos almas gemelas y performers fundantes que posaron en fotos para el recuerdo.

La música, el jueves, estuvo presente en la poesía de Marina Maggi, quien abrió la primera ronda de lecturas con cadenciosos versos de hechizante lirismo. La poesía joven de Maggi y sus coetáneos (entre otros, dando el presente entre el público, Alito Reinaldi y Santiago Hernández Aparicio) fue escrita en estos años a contrapelo de la tendencia dominante al prosaísmo. Más joven aún, comprometido con su pertenencia a la región litoral en su poesía y en sus crónicas, Ciro Korol abrió el festival el miércoles, seguido de Belén Campero, y las voces seleccionadas de Carlos Piccioni, Susana Villalba, Nora Hall y Sebastián Riestra fueron perfilando un espacio coral de autores y autoras que cuidan el lenguaje poético, que transmutan la palabra en otra cosa más bella que el ejercicio del discurso funcional. Cerraron, luminosas, Ana Arzoumanian y Liliana Heer. Reabrió Maggi y para entonces ya quedaba claro que se había formado una pequeña patria temporaria ahí: una de seres unidos, si no sólo por un idioma, por un modo especial de hablarlo y por códigos políticos en común.

Ancho de dicha, Fernando Noy traía una carpeta de inéditos y lucía un collar de obsidianas sobre una blusa mexicana bordada.

Así fue que conmovió la poeta y editora independiente santafesina Alejandra Pipu Bosch al narrar en un hondo poema autobiográfico la distancia hiriente que abre con las mujeres de la familia un hermano niño en su devenir hombre. Así fue que casi invitaba al salto festivo el ritmo de hip hop de Gabby de Cicco, poeta no binarie que comenzó invocando a Patti Smith y al fantasma de Rimbaud, continuó honrando ausentes y terminó bien arriba con un "Manifiesto post apocalíptico y punk", un conjuro explosivo para hacer estallar el patriarcado: "que exploten los géneros / que no sean un límite / o que sean / a imagen y semejanza / de tu deseo cambiante / si se te canta / estar del otro lado / de donde te esperan encontrar (…) que explote el cuerpo / de quien empala / de quien incendia / a las mujeres que no ama (…) las palabras no alcanzan / para hablar de nuestrxs muertas / mujeres, travas y lesbianas / que explote lo que necesite / explotar".

 

Carlos Battilana, Osvaldo Bossi y Sonia Scarabelli evocaron la infancia en un origen popular, leales a ese origen; Bossi emocionó con sus poemas de amor de varón a varón, pero cuando empezó a flashear con el sueño de un cielo donde todos seremos peronistas, hasta los más entusiastas se preguntaban si no sería mucho. Con la cabeza envuelta en un tocado como un Leonardo Favio gay de las letras, Noy cerró la última jornada homenajeando a Irene Gruss. Battilana evocó el amor por la mañana que tenía Edgardo Zotto; esta cronista dedicó un poema a Mirta Rosenberg, y de Celia Fontán ya se sabe: habla en su voz la memoria viva de la gran Beatriz Vallejos. De esta manera cada uno de los poetas vivos trajo un muerto querido al presente. Al final hubo brindis, cena, "ritual" de poesía a muchas voces y una frase de todes: "que no se corte el espacio-tiempo sagrado". Que no se corte.