Para cuestionar cómo se viene midiendo la pobreza en el país desde hace 31 años, investigadores cordobeses y un grupo de voluntarios iniciarán este lunes un experimento para saber qué efectos tiene sobre la salud alimentarse con la canasta básica alimentaria que utiliza el Indec para medir pobreza. Durante seis meses, un grupo de personas comerá en base a la canasta básica, mientras que otro mantendrá una alimentación saludable siguiendo la Guías Alimentarias de la Población Argentina (GAPA) recomendada por Salud de la Nación. El investigador Conicet Martín Maldonado, responsable del proyecto y uno de los que pondrán el cuerpo en la inédita investigación, explicó a este diario que "queremos modificar cómo se mide pobreza en Argentina. La canasta básica es exigua en sus cantidades, desbalanceada en su composición y de poca calidad. Un combo explosivo que nunca nadie midió cómo impacta en personal reales".
Según explicó Maldonado, politólogo especializado en pobreza y políticas sociales, el experimento tiene tres objetivos. Uno de agenda pública, que es visibilizar la pobreza, y dos de políticas públicas: abolir la canasta básica y reemplazarla por las GAPA, y dejar de medir pobreza por ingresos y pasar a medirla de forma multidimensional, como lo hacen México y Chile, y, en el país, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina.
El equipo que busca poner bajo la lupa científica el método que fija la línea de pobreza e indigencia está integrado por 15 personas, entre los que hay médicos, nutricionistas, comunicadores, psicólogos, y 18 voluntarios. Treinta y tres personas reunidas en el Proyecto bautizado Czekalinski, por una familia estadounidense que apareció en la tapa de la revista Life en 1951 para exhibir la prosperidad del mundo capitalista, rodeada por la tonelada y media de alimentos que comerían durante un año.
Los voluntarios, entre los que hay profesionales, amas de casa, policías, docentes, y dos investigadores del Conicet en el grupo canasta básica, Maldonado y Claudia Albrecht, doctora en Ciencias de la Salud, fueron seleccionados en base a características antropométricas similares. Y están siendo sometidos a estudios médicos y a un apto psicológico.
La prueba médica fundamental, que se realiza al comienzo y al final del experimento, es la densitometría ósea, que permite diferenciar los tipos de masa corporal: la ósea, la grasa y la magra. A esto se suman análisis de laboratorio: al inicio, a los tres meses, y al concluir el experimento. Además, un seguimiento mensual con controles de peso, pliegues cutáneos, mediaciones de la circunferencia de cuello y cintura.
"A medida que los médicos nos vayan dando luz verde vamos a empezar, cada uno a su tiempo y con su propia dinámica, a comer los productos que nos tocaron según el grupo asignado", contó Maldonado, quien ya tiene una planilla excel pegada en su heladera con las mínimas porciones con las que se alimentará los próximos 180 días.
Para el investigador, que integra el grupo A, "la intención es consumir lo que figura en la canasta básica --compuesta por 64 alimentos para el gran Buenos Aires y 58 para la región pampeana-- durante los seis meses y ver qué pasa con el cuerpo. Los consumos están calculados en función de las 2700 calorías diarias que necesita un hombre adulto y las 2000 que necesita una mujer".
“El problema es que la canasta tiene muchos hidratos de carbono, pocas proteínas y poca fibra. En criollo, mucha papa, arroz, fideos, pan y poca fruta y verdura. No tiene legumbres ni leguminosas. Es una canasta obesogénica que sacia el hambre pero no tiene los nutrientes necesarios porque es de muy baja calidad nutricional", explicó Maldonado, cuya hipótesis de trabajo es que quienes la consuman empeorarán sus indicadores de salud.
En contraposición, los investigadores esperan que quienes integran el grupo B mejoren al consumir con las Gapa una canasta más nutritiva, balanceada, equilibrada, y con más proteínas.
Sin embargo, Maldonado advirtió que "el problema con una canasta GAPA es que costaría entre 80 y 85 por ciento más que la otra, con lo cual, si se reemplazara, aumentaría el nivel de pobreza e indigencia. De ahí la reticencia de los gobiernos a cambiarla".
En el caso del grupo canasta básica, los sujetos experimentales deberán arreglárselas con los alimentos que se pueden adquirir por unos 4000 pesos para los hombres y unos 3000 para las mujeres, dado que el valor de la canasta básica alimentaria para una familia de cuatro personas es de algo más de 12 mil pesos. Para calcular los requerimientos de consumo se utiliza la tabla de equivalencias de Indec, en la que un adulto varón entre 30 y 60 años equivale a 1, mientras que para el mismo rango etario, la mujer equivale a 0,77 unidades de adulto equivalente.
Los participantes hicieron la división diaria de consumo de la canasta básica, y saben que les esperan meses difíciles. "Voy a cuidar religiosamente la poca carne y el poco pollo que tengo", remarcó Maldonado, que aseguró que mira y mira la planilla tratando de imaginar cómo van a ser sus próximos meses con tan magro plan.
Para los hombres, el menú mensual consta de unos 330 gramos de pescado, es decir, un filet de merluza chico (las mujeres, 244 gramos), cuando en el mismo plazo el grupo GAPA ingerirá 743 gramos ( y las mujeres 549). Siete kilos de pan francés los hombres y cinco las mujeres; nueve huevos los varones y cinco las mujeres, y algo más de seis kilos y medio de diferentes variedades de carne: 450 gramos de carnaza común (333), hueso con carne 450 gramos (333), molida común 810 gramos (599), un kilo de nalga (720), 1890 gramos de pollo (1399), 270 gramos de hígado (200). Casi siete kilos de papa, un kilo de arroz, un kilo seiscientos de fideos secos, 60 gramos de mortadela y 30 de paleta cocida. Menos de seis kilos de fruta, y dos kilos de tomates peritas, un kilo trescientos de cebollas, 660 gramos de lechuga y 750 de acelga.
Pasar todos estos alimentos por el gaznate tampoco será sencillo con menos de cinco litros de bebidas: dos litros de soda, 630 centímetros cúbicos de gaseosa común, 960 de jugo concentrado, 660 de vino y 630 de cerveza. Ni hablar de la sobremesa, el desayuno o la merienda con 30 gramos de café, 30 de té en saquitos y 600 de yerba.
"Para toda la canasta hay que elegir los productos más baratos en góndola y los cortes más económicos, que son los de peor calidad. Algunos podrán subir de peso, bajar o permanecer estables, pero lo importante es ver cómo cambia la composición corporal al finalizar", remarcó Maldonado, al mismo tiempo que aclaró que por precaución médica los voluntarios que suban o bajen un doce por ciento de su peso quedarán excluidos del experimento.
Para Albrecht “lo más problemático es la poca variedad y lo escaso que van a ser las porciones. Yo tomo mate todo el día y sólo voy a tener menos de medio kilo para todo el mes, unos 14 gramos por día que alcanzan para medio mate. Ni pensar en cambiar la yerba a la mañana y a la tarde. Para desayunar también va a ser complicado porque hay pocas infusiones: 22 gramos de té y 22 gramos de café. La leche, apenas un cuarto de taza. Con un menú en el que hay mucha papa, la estrategia será utilizarlas de diversas formas. Papa al horno, pure de papas, pastel de papa, en ensalada. Hay que considerar que el menú será mínimo, poco variado y con los peores productos del mercado. Porque cuando tenés que elegir, por ejemplo, una porción de queso, tiene que ser el más barato, que no sabés si tiene leche o es puro almidón”.
A punto de arrancar la investigación, que no cuenta con subisidios, sólo con la colaboración de la Escuela de Nutrición de la Universidad Nacional de Córdoba, que ayudó a reclutar los voluntarios, y un estudio de arte que hizo la gráfica del proyecto, los investigadores reciben donaciones a través de la plataforma noblezaobliga.com.ar. para financiar los algo más de 3 millones de pesos que cuesta el experimento, entre las 72 canastas (36 básicas y 36 GAPA), los estudios médicos --las densitometrías rondan los 18 mil pesos cada una-- y el resto de gastos que implica sostener todo el operativo.