Hubo que llegar a semejante tragedia financiera , una economía real derrumbada, el colapso del negocio bursátil, un sistema bancario bajo tensión máxima por la incipiente corrida contra los depósitos en dólares y en pesos y un nuevo default, para que se reconozca que la economía argentina necesita funcionar con control de cambios para evitar crisis devastadoras.
El discurso tóxico de la mayoría de los economistas, como voceros del poder económico concentrado, amplificado en gran parte de los medios de comunicación, construyó el sentido común acerca de que no es conveniente la administración y control de acceso a la moneda extranjera. Cuando se ha impuesto esa política liberal, el saldo no ha sido otro que una crisis catastrófica.
Así fue durante la dictadura militar, que tuvo el estallido de la tablita cambiaria previa desregulación total del mercado. Fue el comienzo de un proceso de dolarización destructiva de la economía argentina. Cuando aparece la pregunta de por qué existe tal nivel de dolarización en las transacciones comerciales y financieras y la fenomenal fuga de capitales, la respuesta se encuentra en esa política neoliberal extrema liderada por José Alfredo Martínez de Hoz.
Después se consolidó con la fantasía de pensar que un peso era igual a un dólar, el experimento de Domingo Felipe Cavallo equiparando ambas monedas para contratos y créditos, con apertura irrestricta al ingreso de capitales especulativos. Explotó en el 2001.
Ahora, la economía macrista diseñó un esquema similar de apertura financiera total, desregulación absoluta del mercado de cambios y un endeudamiento desaforado que se volvió impagable. El saldo no podía ser otro que el estallido de esa política con costos sociolaborales inmensos, como pasó con la política económica de la última dictadura militar y la convertibilidad.
Macri, casi todos los economistas, la red de propaganda oficial y oficialista privada, y amplios sectores de la clase media y alta, festejaron en diciembre de 2015 que se eliminaba lo que denominaban despectivamente “cepo”. Saludaban que a partir de ese momento se podía comprar dólares sin restricciones, recuperando la libertad que la dictadura K había cercenado. El primero de marzo de 2016, Macri escribió el siguiente tuit: "Levantamos el cepo y todas las restricciones cambiarias sin que ocurriese ninguna de las desgracias pronosticadas". Las desgracias ocurrieron y para intentar llegar al 10 de diciembre en la Casa Rosada, reestableció un régimen de administración del mercado de cambios.
No se trata solamente de reivindicar el “cepo”, palabra que se instaló en el espacio público como una medida que actuaba como una tortura financiera. Inhibiendo la reacción de decir que esa definición fue profundamente destructiva, el tránsito desde un sistema de intervención para cuidar los dólares a otro de absoluta libertad para culminar en otro de administración del mercado muestra que lo relevante, en estos momentos, es que la sociedad y los principales sujetos económicos admitan la necesidad imperiosa del control de cambios para la economía argentina.
La economía argentina no genera los dólares suficientes para atender la demanda total existente: Estados nacional y provinciales para pagar deuda externa; industriales para traer importaciones; multinacionales para girar utilidades a sus casas matrices; ahorristas para dolarizar excedentes; y grupos sociales para realizar turismo en el exterior. Como Argentina no emite dólares, los consigue con exportaciones o colocando deuda en moneda extranjera. Estas son fuentes insuficientes para cubrir la demanda sin restricciones salvo en breves periodos.
La economía argentina, más que otras latinoamericanas, padece lo que en términos académicos se denomina “restricción externa”. Otra forma de decirlo es que padece “escasez relativa de divisas”. Para que se entienda: “No hay dólares para todos, en todo momento y en la cantidad que se quiera”.
Es el factor más importante para entender la inestabilidad económica argentina hoy y desde hace décadas. Cuando se admita esa limitación, o el mundo empresario, de economistas y político ejerza una tarea de docencia a la sociedad para que sea aceptada esa restricción, se podrá empezar la lenta y prolongada tarea de construir una economía que no tendrá que padecer crisis devastadoras.
Macri se despide con default y “cepo”, aunque es mejor decir que, a la fuerza, tuvo que reimplantar un imprescindible control de cambios, lo que el fundamentalismo neoliberal había eliminado y él mismo había festejado. Ahora casi todos están padeciendo las consecuencias de esa celebración.