PáginaI12 En Alemania
Desde Berlín
La Berlinale terminó el domingo pasado, pero como es de rigor con los grandes festivales suele dejar una estela que excede a la de su paso fugaz por el calendario, y a la que conviene seguirle el rastro. La actualidad rabiosa, por caso, muchas veces impide prestarle suficiente atención a las retrospectivas. Y las del Festival de Berlín tienen ganada una justa fama. La de este año estuvo dedicada a la ciencia-ficción, se tituló ingeniosamente Future Imperfect y en su nutrido programa –que incluía desde títulos canónicos hasta rarezas asiáticas– había una auténtica curiosidad, un film difícil de ver pero que esta muestra lo incluyó, a pesar de que no se ajusta estrictamente a su tema. Se titula Le tunnel, fue rodado en 1933 en los estudios Emelka cerca de Munich y es una extraña coproducción franco alemana de entreguerras, que esconde muchas historias detrás de su propia historia.
Empezando por la de su director, el alemán Kurt Bernhardt (1889-1981), quien durante el período mudo había sido el primero en darle un papel protagónico a Marlene Dietrich, antes de que esa jovencita por entonces rolliza se convirtiera en El Ángel Azul. Sucede que Bernhardt era de origen judío, pero hacia 1933 el ministro de Propaganda del flamante régimen nazi, Joseph Goebbels, evidentemente no lo sabía. Al punto de que, en un episodio similar al mucho más famoso que protagonizó Fritz Lang, Bernhardt tuvo que asistir a una reunión en el despacho de Goebbels, donde según su propio relato (que transcribe Bertrand Tavernier en su libro 50 ans de cinéma américain) el ministro elogió encendidamente su cine, añadiendo que ninguna de esas obras hubiera podido ser “concebida por el degenerado intelecto de un judío”.
Lo primero que pensó Bernhardt (como entonces Lang) fue en dejar inmediatamente Alemania, y encontró su coartada en una película que la Bavaria Film le proponía hacer con una estrella francesa por entonces en ascenso, Jean Gabin, presumiblemente en París. Pero para su desgracia, el contrato contemplaba el rodaje de Le tunnel también en una versión en alemán, Der Tunnel, con rodaje en estudios en las afueras de Munich.
Cuenta la leyenda que para cuando terminó la filmación, Bernhardt ya no gozaba de la simpatía del régimen, fue eventualmente encarcelado y luego se le permitió viajar a París, escala obligada de tantos cineastas alemanes o austríacos de origen judío antes de radicarse en Hollywood, como fue también el caso de Bernhardt, quien terminó firmando para la Warner Brothers –con el nombre Curtis en lugar de Kurt– varios títulos valiosos, entre ellos Conflict (1945), con Humphrey Bogart, un película pionera en incorporar conceptos psicoanalíticos, y Possessed (1947), con Joan Crawford.
El argumento de Le tunnel también tiene su pequeña gran historia: está basado en una novela de un tal Bernhard Kellermann que había sido muy popular desde su primera edición en 1913 y que había dado lugar a una primera versión cinematográfica en 1915. En un opúsculo de dudoso rigor histórico titulado I Was Hitler’s Buddy, que un arribista austríaco llamado Reinhold Hanisch consiguió publicar en los Estados Unidos, éste decía haber sido amigo de Hitler en su juventud y que la vocación política del futuro Führer había nacido en la visión del film mudo original donde el protagonista tenía una personalidad magnética, con la que lograba que todos creyeran en él, incluso para llevar adelante un proyecto en apariencia imposible. Ningún historiador serio avaló luego esta hipótesis (entre otras razones porque Hanisch decía que habían visto juntos la película en 1910, cuando para entonces ni siquiera la novela había sido publicada), pero lo cierto es que el supuesto amigo de Hitler terminó tempranamente sus días en el campo de concentración de Buchenwald.
¿Y la versión hablada en francés de 1933 que exhibió la Berlinale? El argumento es disparatado: el ingeniero que interpreta Jean Gabin está decidido, como sea, a llevar adelante una obra faraónica, un túnel transatlántico entre Estados Unidos y Europa, para desarrollar el transporte ferroviario. Algo así como el Eurotúnel que desde 1994 corre debajo del Canal de la Mancha, pero de una distancia por lo menos diez veces mayor. Más allá de ese delirio y de las potentes escenas de masas dentro del túnel –que prueban que Bernhardt no sólo tenía talento visual sino también que había estudiado la famosa escena de la inundación de Metrópolis– otra de las muchas peculiaridades de Le tunnel está en dos de sus actores secundarios, y en los premonitorios personajes que les tocaron en suerte: Gustaf Gründgens y Robert Le Vigan.
Es más fácil recordar a Gründgens porque en él se basó la famosa película Mefisto (1981), de István Szabó, inspirada a su vez en la novela homónima de Klaus Mann. Allí se exponían los dobleces y el pragmatismo de Gründgens para continuar su exitosa carrera teatral durante el nazismo. No por nada su personaje más famoso en las tablas fue el de Mefistófeles, la representación más refinada del mal. Que en Le tunnel interprete a un sinuoso magnate alemán que juega aviesamente a dos bandas, tanto a favor como en contra del túnel, parece casi una premonición. Lo mismo que su muerte: acorralado, en la película se suicida, como también sucedió con Gründgens en la vida real, en 1963.
Ni que hablar de Le Vigan, un prolífico y talentoso actor de reparto celebrado incluso por François Truffaut y que murió olvidado en 1972 en el exilio en la ciudad de Tandil, Argentina, después de haber sido condenado en Francia por colaboracionista nazi. Significativamente, en Le tunnel el personaje interpretado por Le Vigan traiciona a sus propios compañeros de trabajo (“un ouvrier félon” figura en los créditos) poniendo la bomba que saboteará el proyecto y provocará infinidad de muertes. Lo que se dice verdadero cine de anticipación.