Allá lejos y hace tiempo, era el otro faro de Villa Gesell. Sí, el Querandí era y es una de las atracciones de la Villa, pero los que pasaban vacaciones algo salvajes allá en la Costa reconocían a otra figura como uno de los grandes sostenes del lugar. Lo veías a cualquier hora detrás de las parrillas de la 107 y 3, siempre con el gorrito piluso rojo, produciendo milagros en anatomías estragadas por las madrugadas viendo a Blues Motel o a Jirafa en Llamas en Mr. Bush. Carlitos, el Rey del Panqueque, se convirtió en leyenda: se llamaba Carlos Ciuffardi y murió en abril de 2010, y hoy pueden verse infinidad de locales con su nombre –y variaciones producto de peleas intestinas por la marca- pero claro, no es lo mismo.
De todos modos no importa, Carlitos y el monumento que se merecería no son el centro de estas reflexiones. La imagen del Rey del Panqueque vuelve una y otra vez en estos días de debacle macrista, cuando la televisión argentina ofrece un menú tan abigarrado y diverso como el que el pionero supo armar. Los hay de todas formas y combinaciones, y son muy pocos los talibanes que aún se aferran al discurso que sostuvieron en estos casi 4 años de saqueo. Merecerían respeto si no fuera por su fanática adicción a la mentira y la opereta: ahora, cuando las papas queman y las caretas de Cambiemos se derriten como las caras de quienes abrían el Arca en la primera Indiana Jones, es cuando se ve de qué esta hecho cada cuál. Dónde quedan los amigos del campeón.
Pero el campeón está boca abajo en la lona y le cuentan hasta 10 de diciembre. Y es curioso lo que pasa cuando los focos se dirigen al ringside. Hace unos días, Claudio Zeiger dio cuenta en este diario del fenómeno que se verifica en unos cuantos hogares, donde por primera vez en mucho tiempo la TV argentina desplazó a Netflix en las preferencias. “La mirada irónica volvió a ser posible en la televisión”, escribió el colega, poniendo en letras lo que sentimos muchos. En medio del desfalco nivel país de Macri & Amigos, sintonizar ciertos shows televisivos era una invitación a la náusea. Hoy, más que un experto despliegue gastronómico de Carlitos, se puede asistir a una especie de función del Cirque du Soleil. Del panquequismo se pasó al eximio contorsionismo, al malabarismo, a los vuelos y desafíos a la Ley de Gravedad que no admiten explicación racional.
Ocurre que a pesar de todo, algunos personajes de los medios se resisten a arriar todas las banderas. Por inercia y por salvar lo poco que queda, el Gobierno ensaya justificaciones de su accionar reciente que intentan disfrazar el fondo de la cuestión, la catástrofe que ellos mismos generaron y alimentaron hasta el estallido. El viernes pasado otro colega, Emanuel Respighi, dio cuenta del Diccionario Macri de Eufemismos y Neologismos: esa esgrima verbal nacida en Palacio contó y cuenta con emisores en los medios, que aún hoy resisten.
Los reyes del panqueque descubrieron en el último mes que el gobierno de Mauricio Macri termina con una profundísima crisis económica y social, con un ciclo de endeudamiento y fuga inédito, con dólar en las nubes, inflación, pobreza, desempleo, miseria y desamparo de millones de personas, incluyendo especialmente a niños y ancianos. Se atreven a decir en estudios de radio y TV lo que para muchos otros era predicción en 2015 y evidencia en los años siguientes. Pero aún así están dispuestos a sumarse al contorsionismo. Abonan la delirante teoría de que lo que sucede es responsabilidad de Alberto Fernández por criticar al Gobierno y al FMI. Como los funcionarios macristas, le piden al candidato del Frente de Todos mesura y responsabilidad, y lo invitan a sumarse al equipo de Gobierno para ayudar a que las cosas no se desmadren aún más. Si los hilos no fueran tan evidentes, resultaría risible que personas que se dicen profesionales del análisis político no adviertan la obviedad de que el FdT cosechó más de 12 millones de votos precisamente por enfrentarse a las políticas de Macri & Amigos.
Por eso es que el consumo irónico tiene sus límites (y Netflix, HBO Go, DirecTV Go o FoxPlay siguen ofreciendo un menú altamente atractivo). La mesa de operaciones de Animales Sueltos puede tener un inédito tono crítico y hasta ponerse picante con la visita de Miguel Pichetto –a la que solo le faltaron reidores para convertirse en momento televisivo excepcional-, pero eso no quita el desfile de voces que se suman al malabarismo oficial y siguen diciéndole al público que lo que pasa no es estricta responsabilidad de quienes gobiernan desde diciembre de 2015 con una oposición dispersa, un aparato judicial a sus órdenes y un cerco mediático al borde de la vergüenza.
Mirtha Legrand se anima a decir que Macri “se ha transformado en un fracasado”. Pero por las dudas, en el almuerzo del día siguiente la diva pide disculpas tres veces y aclara que sigue apoyando a Cambiemos. Por otra parte, vale detenerse en la acotación de Legrand: su crítica no pareció dirigida a la capacidad de gobernar del aludido, sino más bien a la mirada que se posa hoy sobre él. A la apreciación sobre un empresario exitoso que de pronto cae en la ruina. Y lo hizo en una mesa llena de espadas verbales del oficialismo, violinistas del Titanic que siguen mintiendo descaradamente para no tener que admitir la rotundez de los hechos.
En Ovo, el espectáculo que trajo hace poco a Buenos Aires, el Cirque du Soleil volvía simpáticos a toda clase de bichos. Pero a veces, aun disfrazada, maquillada, simpática, una cucaracha sigue siendo una cucaracha.