Desde Barcelona

UNO Entre los muchos comienzos favoritos de libros preferidos de Rodríguez está el de El arcoíris de gravedad de Thomas Pynchon. Allí se lee y se relee: "Llega un grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces, pero ahora no hay nada con que compararlo”. Y Rodríguez se acuerda de ese grito ahora que oye ese sonido a través de la tierra que ha ocurrido otra veces, cada septiembre, y que también sólo es comparable consigo mismo. El sonido de millones de patitas y de antenas volviendo a lo mismo de siempre. Como hormigas.

DOS Y es un sonido que nada tiene que ver con la eficaz conversación comunal y siempre constructiva que predica y admira Maurice Maeterlinck en su La vida de las hormigas o con el rumor conspirativo y apocalíptico de tanta ciencia-ficción clase B o clásica. Mucho menos se oyen aquí y ahora las admiradas referencias a estos insectos en la Biblia o en el Corán (hay partes de África donde se los considera correos de los dioses) o en aquella fábula de Esopo. Y brillan por su ausencia los colores de tanto film animado o de cómic súper-heroico. No, nada que ver y más bien poco que escuchar: lo que resuena y resuella aquí es algo parecido a una versión micro y más desmayada que entusiasmada de aquel cántico heigh-ho de siete enanitos multiplicados por millones.

Así es: primer lunes de septiembre y todos volviendo al trabajo por el día y, por la noche, a cabecear viendo esa tontería de late-show local llamado El hormiguero pero en verdad pensando en cómo terminará lo del Banco de España en La casa de papel (que, no podía ser de otro modo, incluyó a ridículo personaje argentino tal vez, teoriza Rodríguez, como represalia a que el actor argentino Chino "Hijo de Ricardo" Darín se haya ganado al juvenil sex-symbol condal pero de todo el reino Úrsula "Tokio" Corberó, luego de que su padre haya seducido y siga seduciendo a todas las peninsulares madres de Úrsulas). Rodríguez (quien se pasó el verano viendo documentales sobre hormigueantes sectas religiosas: ese sobre Osho, el otro sobre esa hermandad política-mesiánica en Washington D.C. o aquellos con ese gurú loco siempre en traje de baño o con predicador New Age al que se le mueren algunos seguidores durante un ritual de transpiración extrema) opta, en cambio, por ya desear los próximos estrenos de El camino (el film-secuela de Breaking Bad donde se sabrá qué fue de Jesse, bitch) o de El irlandés de Martin Scorsese mientras ya disfruta de la temporada final de The Affair y el consuelo de que los escritores también lloran. Cualquier cosa es buena para atenuar los efectos del estreno de las nuevas temporadas de sitcoms transcurriendo en oficinas de la vida real de todos y cada uno (Rodríguez balanceó a tonto profeta loco non-fiction con esa genialidad que es la comedia-de-comisaría Brooklyn Nine-Nine, lo mejor en su formato y género desde Friends y Seinfeld y, sí, la The Office de Ricky Gervais). Y así paliar la "reaparición" de los políticos locales --bronceadas cigarras con cigarros y gin-tonics de Congreso haciendo sonar sus desafinados violines violadores de toda capacidad parlamentaria con aguda ingravidez-- protagonizando irreality show cuyo devenir es aún incierto pero su continuidad garantizada. ¿Las peleítas dialécticas entre las Tres Derechas y las escaramuzas por sillones entre una(s) Izquierda(s) cada vez más siniestrada y con mutua "falta de confianza"? ¿Presentación de "oferta programática" de parte de Sánchez para conseguir algún apoyo que lo apuntale o, si no, a ver si es cierto eso de las encuestas que lo señalan en constante ascenso? ¿Iglesias dando marcha atrás e insinuando que ahora aceptaría lo que rechazó en julio mientras desde el PSOE le responden que se acabó lo que se daba y ofrecía? ¿Otra investidura a fallar o a saltearse? ¿Más sumas y restas de votos y representaciones recibidas donde los votantes a representar parecen ser ya piezas de recambio utilizadas y quienes sólo volverán a ser considerados de tener que salir de nuevo en campaña? ¿Reelecciones y vuelta a empezar de una serie poco seria y con cansados protagonistas ya más que cansadores? Las tertulias políticas ofrecen --entre tanto grito y aullido, en la esquina superior derecha de la pantalla de sus angulosas mesas redondas-- un reloj/calendario de días y horas y minutos en cuenta regresiva rumbo a la hora y fecha señalada a la que ahora nadie mira muy fijo prefiriendo cambiar de canal y de plataforma. Siempre será mejor mirar Netflix para no pensar en Brexit, piensa Rodríguez para, enseguida, pensar en cualquier otra cosa.

TRES Como, por ejemplo, en ese vaso con un fondo de Coca-Cola que dejó olvidado en la mesita junto al sillón y frente al televisor. Un vaso en el que ahora bullía una multitud de hormigas llegando en ordenada formación desde quién sabe dónde. Viendo eso, Rodríguez pensó en que si apenas una semana atrás se concentraba en el veraniego y singular vuelo del mosquito, ahora todo volvía a ser la ya casi otoñal pluralidad del arrastrarse en cadena y encadenados llevando hojas secas hasta ese breve paréntesis de las fiestas con algún breve puente a quemarse por el camino. De igual manera, las últimas noticias del estío y del hastío parecen ser todas grupales: las ya tradicionales huelgas en aviones y trenes y crisis migratorias en el Mediterráneo; los cada vez más familiares tifones y riadas (falta menos para que el mejor aceite de oliva sea francés y los mejores vinos sean ingleses y que a España le quede la paella/gazpacho de dátiles); las intoxicaciones y muertes y abortos por listeriosis por carne mechada y los bebés peludos (o "niños lobos") porque un laboratorio envasó minoxidil en frascos de omeprazol y el corazón roto del Rey emérito. Y la vivacidad de ese fantasma que no cesa: el hallazgo un explosivo de la Guerra Civil sin detonar obligando a la evacuación de una playa en la Barceloneta (con el inevitable opinator argentino --con esos ojitos con dilatas pupilas con signo de doloroso dólar-- que pasaba por ahí y para quienes los micrófonos y cámaras son como azúcar dictaminando que "está claro que ahora se está delimitando el radio de la potencia de la posible explosión") y la inerte momia de Franco a movilizar a un lugar donde su potencia no produzca una radiactiva posible explosión.

Una cosa es cierta: la Historia continúa. Y Rodríguez se acuerda de esa ácida y fórmica frase que se le suele a atribuir a Otto Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen. Eso de "Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido".

 

Mientras tanto y hasta entonces, gritos y susurros llegan desde las superficiales profundidades de esta tierra. Y, hey, a qué se deberá ese hormigueo raro y fuerte en su brazo izquierdo, se pregunta Rodríguez mientras suelta el vaso con Coca-Cola y, de pronto, su vida está al ras del suelo. Y desde ahí las hormigas se ven tan cerca, tan grandes, tan poderosas. Y una de ellas --viajera, pero ya en casa, de regreso de las vacaciones-- lo saluda con una patita y le da la bienvenida a su nuevo mundo.