“Un recital teatral”, dice el programa de la obra. Un espectáculo que le da tanta importancia a los recursos del teatro como a los códigos de un recital. Un cruce entre ambos mundos, un híbrido, una mezcla de lenguajes. ¿Qué tan importantes son las etiquetas? Lo cierto es que A lo lejos sonaban disparos es el nuevo espectáculo de La Joven Guarrior, una orquesta de música popular que se animó a romper las fronteras entre los géneros –en todo sentido—y potenciar una faceta escénica que, en verdad, siempre estuvo presente en el proyecto. Con la dirección de Juan Parodi, esta puesta atípica transita un repertorio musical que se va hilvanando con escenas teatrales, que abordan con ironía y humor absurdo conflictos cotidianos del mundo posmoderno. “Lo que traté es hacer es llevar mi poética, lo que venía haciendo en teatro, y ver qué de todo eso se podía sostener en una banda musical, que tiene otras reglas", cuenta Parodi sobre esta obra que se presenta todos los miércoles de septiembre a las 21 en Galpón de Guevara (Guevara 326).
El absurdo, por ejemplo, se plantea desde los contrastes. El escenario muestra un contexto telúrico y selvático, pero los personajes –los trece músicos y actores— lucen con jeans, camisas, remeras y corbatas, como si estuvieran paseando por las veredas de Almagro. Y las situaciones que ocurren también son propias de la urbanidad: los miedos contemporáneos –“al contacto físico, a las deudas, a dejar de amar”—, las contradicciones de las redes sociales, las relaciones líquidas y las crisis existenciales. “Estoy pensando en dejar mi trabajo fijo para ser freelance. A veces pienso en irme del país”, dice, en una escena, el Hombre Perdido. Y el coro, que afirma ser su “voz interior”, retruca con tono irónico: “¡Vos tenés que hacer lo que sientas!”.
Hubo un rasgo de La Joven Guarrior que le hizo las cosas más fáciles a Parodi para desarrollar el trabajo escénico: la diversidad de estilos y géneros que recorre la banda a lo largo de sus cuatro discos editados. “La misma música me fue guiando, porque transmiten y generan una diversidad de estados. Pueden pasar de un rock furioso a una canción íntima y folklórica. Y eso me hizo saber que podía desde lo escénico pasar de un momento más hilarante o cómico a uno más profundo, dramático o reflexivo”, cuenta este director de amplia trayectoria en la escena teatral. En ese abanico, puede sonar una cumbia, un tango, el rock and roll “Ya fue”, el indie pop “Si me vieras ahora”, el flamenco irreverente “Marrón” o la rioplatense “Todo el tiempo que te di”.
"Me interesaba pensar cada canción como si fuera una escena, en donde hay un desplazamiento, cuerpos que se mueven, algún elemento escenográfico y la luz jugando un rol importante. Y a su vez cada una de esas escenas forman parte de una totalidad, que es todo el recital”, explica Parodi, quien ya había trabajado con ellos en otro espectáculo, Perros de la belleza. “Me gustaba la idea de que los músicos estén habitando este espacio que remite a un bosque, a un jardín medio desordenado. No es una naturaleza totalmente verde, sino que un poco se está secando. Y quería jugar con los opuestos: por momentos aparecen máscaras de animales y ahí el espacio acompaña la escena; pero en otros cuadros el espacio no remarca la situación que se cuenta”, dice quien armó el diseño escenográfico junto a Julieta Sánchez Aragone.
Con dramaturgia de Lucia Panno, en una de las escenas finales se despliega el costado más irónico y grotesco del grupo. El cantante y actor Juan Isola compara la vida virtual con la vida real. “Las redes sociales. Instagram. Venderse como producto. Playas paradisíacas, sonrisas blancas, comida sana, fotos con famosos, hipocresía, superficialidad, meritocracia, exitismo, cerveza artesanal”, dice y recibe aplausos eufóricos y signos de aprobación. Y luego lanza: “La construcción, el pensamiento crítico, los vínculos, la pareja, la honestidad, reflexionar, el contacto cara a cara, los abrazos, lo que se comprende sin palabras, la profundidad, la escucha, hacerse preguntas, el trabajo sobre nuestra propia sombra”. Y, claro, solo recibe abucheos.
“En esta etapa de La Guarrior estamos encontrando una puesta escénica que pueda también afirmar nuestra búsqueda teatral. Me parece que estamos más cerca de la mezcla entre la música y el teatro, algo que nosotros buscamos desde el primer día”, le dice Isola a Página/12. “No descubrimos la pólvora, pero me parece que es un espectáculo distinto, que tiene una capacidad rítmica que mantiene al espectador muy atento”, entiende sobre esta puesta que va y viene entre la tragedia y la comedia. “Hay un discurso irónico que tiene que ver con nuestra opinión sobre el mundo: nos interesa hablar de cosas serias pero desde un lugar gracioso. Es decir, extremar determinadas posiciones para entender algunas cuestiones del mundo que nos parecen terribles”.