Uno de los desprendimientos más destacables de las temporadas del Mozarteum Argentino es el ciclo Conciertos del Mediodía, creado hace justo sesenta años. Desde entonces, la serie se propone como un refugio de música en vivo ante el ajetreo insaciable del centro porteño. La modalidad gratuita le permitió además atraer y configurar un público más amplio para redondear el sentido de una fórmula que hace tiempo se consolidó entre los clásicos de la pausa refrigerio de la urbe ignorante de la siesta. En el marco de este ciclo, el miércoles a las 13, en Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner, se presentará Antonio Formaro.
Formaro, recientemente distinguido con el Premio Konex entre los cinco pianistas argentinos más destacados de la última década, ofrecerá un programa centrado en el estreno en la Argentina del ciclo completo de los Seis preludios y fugas Op.35 de Félix Mendelssohn, su “compositor más amado”. “Esta es una obra de gran dificultad técnica, que acá nunca se tocó como ciclo completo. Pero sobre todo es el homenaje de un compositor en un estado particularmente introspectivo a Bach”, explica el pianista a PáginaI12. “Mendelssohn viene frecuentemente asociado a lo pintoresco, a una especie de Romanticismo sin conflicto, sin embargo esta obra es la muestra de lo limitado de esa afirmación”, agrega.
La relación de Formaro con Mendelssohn comenzó hace mucho, en épocas en las que el pianista nacido en Wilde estudiaba con Manuel Rego. “Tocaba las Romanzas sin palabras y sentía que había algo en esa música que me deslumbraba. Desde entonces, traté de tocar todo lo que Mendelssohn había escrito para piano”, cuenta Formaro, que más tarde completó sus estudios en el Conservatorio Nacional, siguió su formación en Italia con Lazar Berman y también logró la licenciatura en composición en la UCA. “Cuando decidí hacer un doctorado tenía absolutamente claro que el único tema que podía ser para la tesis era Mendelssohn”, afirma el pianista, que también conduce En blanco y negro, un programa de pianos y pianistas que va los domingos por Radio Nacional Clásica (96.7).
La obra pianística de Mendelssohn. Hacia una edición crítica del corpus completo se llama el trabajo con el que Formaro se doctoró con honores en la UCA. "Haciendo el doctorado tuve un gran intercambio con todos los archivos multimedia de los manuscritos de Mendelssohn y con diferentes instituciones alemanas. Una vez terminado, envié el trabajo a la Sociedad Mendelssohn de Berlín, también a la de Leipzig, desde donde más tarde me invitaron, primero a dar conferencias y más tarde a tocar el Segundo Concierto para piano y orquesta en la Gewandhaus”, cuenta Formaro, que todavía no sale de su asombro por lo que despertó sus tesis en Alemania. “Es un trabajo hecho desde acá, con las herramientas que había desarrollado acá, y allá fue muy bien recibido. Eso me abrió muchas puertas en Europa, donde vuelvo muy seguido a dar conciertos”, agrega.
Antes de los Preludios y fugas, el programa complementará su espíritu mendelssohniano con el Rondó brillante en mi bemol mayor Op.62 de Carl Maria von Weber, Barcarola en la bemol mayor n° 4 op. 44 e Impromptu en la bemol mayor n° 3 op. 34, de Gabriel Fauré, y Africa, de Camille Saint-Saëns. “Me pareció oportuno comenzar el programa con Weber, que fue una gran influencia para Mendelssohn y terminar con Faure y Saint Saens, que a su vez fueron muy influidos por Mendelssohn, no solo en la pureza de la línea melódica”, explica Formaro.
Desde su debut en el Teatro Colón a los 17 años, después su primera gira internacional en 1999 y el impulso que le dio el triunfo en el XI Concurso Pazailiz de Lituania, Formaro tocó como solista de importantes orquestas de la Argentina, Latinoamérica y Europa, además de ofrecer recitales en salas de prestigio, entre ellas la Gewandhaus de Leipzig, la Mendelssohn-Saal de Berlín, la Philharmonie Hradec Kralove de República Checa, la Academy of Saint Martin in the Fields de Londres y el Konzerthaus de Viena. “Los viajes son frecuentes y me apasionan, pero proyecto mi carrera desde acá. Alguna vez Lazar Berman me aconsejó no dejar mi tierra, una idea que ya me había inculcado Manuel Rego, que también me contaba lo que eran los circuitos pianísticos de los años ’40 y ‘50, cuando en tren se podía llegar a los pueblos más apartados”, dice.
La idea de aquellos circuitos pianísticos fascinó a Formaro. Así surgió la idea de un realizar documental, que después de varias peripecias pronto estará terminado. Las huellas del piano, se llama el trabajo realizado en colaboración con el cineasta Daniel Ligthterman. “Cuando salió De Ushuaia a La Quiaca, yo tenía 11 años y desde entonces tuve la idea de que también hay un país para descubrir desde el piano”, comenta Formaro. “Hace unos años, con el apoyo de lo que era el Ministerio de Cultura, comenzamos un gira de conciertos por las provincias, donde además relevábamos datos sobre el piano. Hablábamos con los músicos más viejos de cada lugar, con los pianistas aficionados, con la gente que colecciona programas y tratábamos de ver cómo se configuraba el público”, explica Formaro.
“Descubrimos un mundo muy particular. En el teatro de Pringles, por ejemplo, hay un cartel que dice ‘Aquí tocó Arthur Rubisntein’. En medio de la pampa húmeda, encontramos pianos firmados por Claudio Arrau y por Camille Saint- Saëns. Los teatros municipales y de las colectividades tenían buenos pianos, aunque muchas veces descuidados. Y eso no derivaba del desgrane de la oligarquía: eran las sociedades de conciertos, sociedades de fomento, clubes, bibliotecas y hasta los comités del Partido Socialista los que impulsaban la actividad del piano”, cuenta Formaro. “Fundamental fue el ferrocarril, por donde llegaban pianos y pianistas, y por donde muchos iban a estudiar a Buenos Aires”.