A Dani le gusta coleccionar objetos perimidos, remanentes de un tiempo donde una jarra de vidrio podía resultar una joya. Pero lo más exacto sería decir que Dani vive adentro de una película. Evoca con cierta destreza el mundo del cine clásico y repite de memoria sus diálogos frente a un viejo televisor. Corre por la calle y se imagina que filma. En realidad, no es solo una fantasía, la película sucede y tiene como protagonista a Luis, su pareja desde la adolescencia. Un enfermero que habita el universo realista del hospital donde trabaja.

En esa narración que Luis Cano proyecta en su dramaturgia, poblada de imágenes, de acciones donde no falta la incursión en los baños públicos para escribir o dibujar alguna escena que Dani no alcanza a vivir, se respira la voluntad de convertir a su personaje en un narrador. Este procedimiento no cumple la función de distanciar sino que refuerza ese lugar de autor que Dani busca asumir aun cuando el amor que siente por Luis podría capturarlo completamente.

En esa tensión entre una pasión amorosa calma, sosegada por los años de convivencia, pero no por eso menos sensible que el pleno momento de enamoramiento, y la voluntad también gozosa de construir una película con esa cotidianidad, el personaje que interpreta Ale Ojeda se convierte en un ser extrañado y diáfano, en relación constate con el público.

Lorena Ballestero sostiene la puesta de En la pampa esta noche en esa convivencia de dos mundos. Mientras Dani cuenta, construye un relato que saca de esa vida de la cotidianidad, Luis, al que Pablo Kusnetzoff le otorga una bella templanza, está ocupado en las cuestiones prácticas, en el día a día del hospital y también en los caprichos alterados de Dani.

Estar juntos supone esa combinación de intensidades desacopladas pero unidas por el amor que logra conjugar las diferencias y hacer de ese encuentro algo contradictorio y, a la vez, inevitable. Ballestrero se ocupa de prolongar y asumir en la escena ese estado que Cano plasma en el papel como una escritura compartida. El amor aparece sin estridencias y como en Chajá, la anterior obra de Cano, también se expresa en la ambición de contar, o decirle al otro una historia que los involucra. En este caso Dani se anima a ir más lejos cuando decide grabar a Luís en el hospital pero después le promete borrar ese registro porque En la pampa esta noche también se juega la intimidad como una conquista que el amor puede romper y desangrar en cualquier momento.

La imagen del título va hacia el cine. La pampa tiene lugar en la escena a partir de la palabra de Dani como si él fuera una personificación de esa inmensidad, materia borgeana que nunca se distrae de la ilusión. Ese escenario ocurre en la película que Dani quisiera contar. El movimiento que llevan adelante Ballestrero y Diego Rosental desde el entrenamiento físico hace del espacio quieto del teatro la posibilidad de una apertura, como si ese paisaje que se sugiere en el texto pudiera verse en el frenesí de los pasos convertidos en galope.

El contraste entre la pampa infinita y la casa donde Dani y Luis viven como arrinconados, casi a punto de caer de la cama, hace de la pampa un dato que corresponde al imaginario y no solo la realidad geográfica de los personajes. De algún modo en el drama que Cano y Ballestrero componen, se descifra el deseo de descubrir una épica de las existencias comunes. En esa línea, el amor surge como singularidad, como la posibilidad de salir de la serie. La obra que la directora y el autor construyen, llega a su momento más brillante cuando Dani y Luis se besan. La luz de Roberto Sica los enfoca como en el final de un film hollywoodense y presenciamos el beso más hermoso que jamás se ha visto en el teatro.

En la pampa esta noche se presenta los viernes a las 20.30 en El Extranjero. Valentín Gómez 3378. CABA.