La obra de Gustavo Cerati da para todo. No sólo sirvió para inspirar el desembarco más ambicioso del Cirque du Soleil en América latina, sino que también ha sido revisitada por estilos musicales ajenos al universo sonoro del ex líder de Soda Stereo. El más reciente en hacerlo fue el jazz, de la mano (o más bien del piano) de Marco Sanguinetti. “Hace un año y medio, Tweety González me propuso la idea, a partir del proyecto que hice con canciones de Radiohead (Cómo desaparecer completamente, de 2016). No iba a tener voces, y las guitarras serían reemplazadas por el cello. Él lo produciría, mientras que yo me centraría en las adaptaciones. Trabajé en principio en 25 temas, que después se redujeron a 14 y, más tarde, a los 12 que conforman el disco. Es música con la que crecí, y que hoy pude intervenir y sentirme parte de ella”. De esta manera, el artista introdujo su más reciente álbum, Inmoral, al público que asistió el domingo por la noche a la Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner. La presentación en vivo de este trabajo coincidió además con la aparición de su formato físico.
Ya habían quedado atrás “Pulsar”, “Primavera 0” y “Lisa”, cuando Sanguinetti dejó el piano y tomó el micrófono para saludar al público, contar la historia de su más reciente disco y advertir cuáles temas había tocado. Por las dudas. Y es que, más que un álbum de covers, Inmoral se comporta como un ejercicio de apropiaciones (por eso el título le sienta muy bien). Al principio cuesta sacarle la ficha a cada canción, al menos en vivo. Y es que el músico se atrevió, en sintonía con la introducción, a hacer una revisión despojada de los rasgos musicales más identitarios de Cerati (su voz y su guitarra), para poner el foco en otro identikit que, por más que parezca obvio, a veces queda fuera del radar: su inmenso talante compositivo. Capaz de tener al piano en calidad de conductor, lo que podría parecer una paradoja porque justamente no era un instrumento protagonista en el repertorio del ex Soda. Será por eso que el tema que inauguró el show puede zafar de la intención bailable con el que fue hecho para ataviarse de pop dominical.
Si “Aquí y ahora” se lograba identificar al minuto de su puesta en marcha, aunque en la evolución hasta ese instante se percibió un tironeo con “Walk on the Wild Side”, el clásico de Lou Reed, “Especie” directamente sonaba muy diferente al original. Realmente, era otra cosa. Sin embargo, a pesar de que la banda que lo acompañó salió del escenario, Sanguinetti interpretó solo con el piano una adaptación muy próxima (por más minimalista que pudiera parecer inicialmente) a la clave pop del sensiblero “Otra piel”. Hasta el momento, el setlist avanzaba diferente al del disco. Antes de interpretar “Sudestada”, el pianista y compositor, quien en sus intervenciones ahondaba con humor en detalles del álbum y de la cosmogonía ceratiana (“entendí que sus amigos le dicen Gustavo, y nosotros lo llamamos Cerati”), dio cuenta de lo complicado le fue hacer esa adaptación. No sólo porque es su tema favorito del ex Soda, sino porque se trata de una de las canciones más sexies en la carrera en solitario del desaparecido artista.
De la docena de canciones, tres pertenecen a Soda. Y dos de ellas son de Canción animal, que justamente fue la que vino a continuación, secundada por “Alma”. Para hacer el penúltimo track de Bocanada, que acaba de cumplir su 20° aniversario, el artista se quedó en el escenario con Migma, ubicado detrás de las bandejas, lo que permitió sostener el condimento electrónico del original. Aparte del DJ, la banda que acompañó a Sanguinetti en la presentación de su séptimo disco (producido por Tweety González y lanzado a través de su sello, Twitin Records) estaba conformada por Belén Echeveste en cello, Ezequiel Dutil en contrabajo y Matías Crouzeilles en batería (el que grabó en el disco fue Tomás Babjaczuk), quienes en todo momento fueron homogéneos y funcionales con el espectáculo. Lo que volvieron a demostrar en “Paseo inmoral”, también incluido en el segundo trabajo solista de Cerati. Si bien previamente se produjo la despedida, el aplauso de la sala obligó al regreso, esta vez pianista y chelista, para tocar una que se saben todos: “Té para tres”.