Viendo el desarrollo y penetración de la inteligencia artificial y las plataformas digitales a nivel global, en Argentina y en mi barrio, me surgió la pregunta: ¿es necesario repensarnos como humanos?

Con estas tecnologías se despliegan diversas problemáticas y conflictos que no deberían quedar supeditados a los vaivenes del mercado. Repitiendo lo dicho, estoy convencido que se requiere un rol activo del Estado que supere lo meramente normativo para construir y desplegar capacidades críticas en la población.

Ahora, si bien estos desafíos son observados por políticos y científicos de todo el mundo, habitualmente no reconocen antiguos y profundos problemas irresueltos sobre los modelos de gestión de datos, particularmente lo ético en su uso. Y estos no se resuelven con más tecnologías. Tenemos los datos, pero no los acuerdos sociales para administrarlos.

En este contexto, políticas públicas que pretendan resguardar efectivamente los derechos humanos de la población no deberían restringirse a soluciones normativo-restrictivas, sino basarse en el desarrollo de un Estado presente y en constante actualización, que promueva ciudadanos con capacidades críticas en su uso. Capacidades que no se alcanzan con la mera descripción y racionalización de los riesgos asociados a estas tecnologías, sino con prácticas cotidianas de vinculación humana, presenciales o mediadas, basadas en la relación con el otro, con un par humano, en su unicidad e irreproductibilidad, en eso que excede al automatismo reglado por algoritmos. Prácticas donde la diversidad es lo común, sin que ello implique homogeneidad; donde es lo compartido e incomparable, eso distinto que es único en cada uno de nosotros. Prácticas que re-humanicen nuestras relaciones, nuestras formas comunes y nuestra comunidad. Prácticas donde la belleza redentora de lo humano, el arte, participe activamente en el juego del lenguaje, del habla y los gestos: en el aquí y ahora. Prácticas de transparencia áurica, donde la fenómeno técnica de la mediación no desdibuje el contenido ni le imprima traducción.

Operativamente, tal fortalecimiento del rol del Estado implica trabajar en dos planos: por un lado, incluir en el sistema educativo prácticas que promuevan dichas capacidades críticas. Por otro,implementar una herramienta de gobierno que aglutine acciones de investigación y desarrollo, con un observatorio del sector y un organismo de defensa de los usuarios. Una herramienta que promueva, con un enfoque transdisciplinar, a corto, mediano y largo plazo, soluciones “inteligentes” basadas en la utilización de tecnologías convenientes, transparentes (que permita comprender su dinámica) y participativas (que incorpore en su definición y beneficie en su uso al pueblo); y acompañe el desarrollo de políticas públicas, especialmente a aquellas vinculadas a las TIC (tecnologías de infomación y comunnicación)(.

Entonces, respondiendo a la pregunta inicial, no creo necesario repensar la humanidad, sino recuperarla de la anestesia tecnológica que ella misma se ha aplicado para resolver la muerte de Dios. Despertarla para un vivir humano entre los distintos, donde la tecnología aporta a una mayor eficiencia en la armonía global, al buen vivir, sin supeditar las subjetividades a la homogeneización del dato y su imposición mediante aparatos ideológicos. En este sentido podríamos decir, humanizar las nuevas tecnologías nos permitirá superar la tecnocracia modernista.

* UNLu – UNA – CODEHCOM