La entrada al orden simbólico es del orden binario: se maneja en opuestos. Un significante se apoya contra el otro y esa es la base de los estereotipos y roles de género. El lenguaje, además de binario es sexista y encima machista y son estos estereotipos los que terminan reproduciendo la división sexual del trabajo, los mandatos de género e identidades hombre o mujer. Ese es el tren en el que estamos subides.

En función de cómo hablamos, pensamos. En la medida que modifiquemos el lenguaje vamos construyendo otro pensamiento no binario y eso, indudablemente, va teniendo impacto en cómo cada une va viviendo su sexualidad para no quedar encasillades en el orden simbólico binario innato del lenguaje.

Venimos de varios siglos donde se ha invisibilizado la dominación y el lenguaje ha sido cómplice. Pero hoy sabemos que modificar el lenguaje es una herramienta para liberarnos de la dominación del otro. Y acá quiero hacer una acotación: esta conciencia masiva que tememos ahora respecto de la dominación del lenguaje viene principalmente de las luchas contra el apartheid, las diversidades sexuales, el feminismo y en nuestro país toma impulso a partir de la lucha por la Ley del Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género y queda plasmado en la Educación Sexual Integral (ESI).

Estamos en épocas de visibilización y subversión simbólica produciéndole al lenguaje modificaciones y agregados para que todo sujeto se sienta representade. En esta inclusión del lenguaje se viene usando: “las/os” mantiene aún el binarismo; el “@” es una “o” y una “a” que también continúa manteniéndolo; mientras que la “x” rompe el binarismo, pero se complicada su pronunciación como el @, y la “e” es lo más inclusivo hasta ahora porque señala un género neutro y es fácilmente pronunciable.

La sexualidad es el modo en el que goza cada cuerpo y tiene una dimensión en el lenguaje y una dimensión política impregnada por lo heteronormativo funcional al modo en que está organizada la sociedad: matrimonio y reproducción. De este modo se ejerce control sobre la sexualidad reglando los cuerpos, los placeres, las medidas y prohibiendo ciertos goces.

Intervenir el lenguaje es una decisión política que propicia habitar la lengua para que nos incluya a todes. Al ser sujetos del lenguaje, por un lado, está lo que el lenguaje nos hace y por otro lado lo que podemos hacerle. Esto hace que tengamos que decidir si nos implicamos en una militancia para cambiar las estructuras de poder. Si modificamos el lenguaje forzamos un cambio en la sociedad.

Hoy hay una nueva cultura sexual no binaria: significantes que posibilitan habitar de otro modo el lenguaje y en efecto las relaciones. Hay que forzar al lenguaje para no pensar de forma binaria, como también es un desafío actual poder producir significantes que posibiliten la pluralidad y hacer una apuesta a la palabra. Si politizamos el deseo, alteramos el lenguaje y modificamos el modo de pensar. Sólo de esa manera puede haber un cambio social que incluya lo diverso.

(*) Psicoanalista.