Por Luciana Peker
-¡Ay, Margot viniste, qué felicidad!, dice una amiga en la puerta de una casa abierta, subiendo unas escaleritas, en una noche de rumba y brindis, en Medellín. Entre escalones los hijos arrastrados por sus madres a la presentación electoral, miran a sus teléfonos y al gentío que extiende la charla y la risa a la vereda. Por arriba se planta una exposición de arte que reivindica la historia de las mujeres colombianas: desde Andrea Echeverri (la cantante de Aterciopelados) hasta Betsabé Espinal que arengó una huelga de obreras textiles de veintidós días, en febrero de 1920, para que sus sueldos sean iguales a los de los hombres, en la Fábrica de Tejidos de Bello, en la provincia de Antioquía, Colombia, se muestran en cuadros colocados entre cuartos pintados con turquesa.
“Hacemos todo y estamos en todas partes”, se planta como consigna en una pared rosa que enciende las miradas. Una máquina de escribir reivindica la palabra grabada con hierro y un cartel informa que hay taller de turbantes (porque los pañuelos se suben a la cabeza y se atan para desatar los alisados a los pelos afros que buscan el adorno como forma de militancia) y al fondo se consigue cervecita. En el patio, mientras tanto, porque todo se puede, cuando el poder se cambia, se canta.
También se agitan los pañuelos. No es una palabra cualquiera porque el pañuelo verde de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito voló alto por América Latina y se convirtió en un símbolo feminista que encuentra réplicas y se agiganta en la diversidad del sello que le da identidad local. Un búho se posa sobre la extensión del pañuelo y los árboles de flores amarillas (guayacán) forman la raíz y el vuelo de una ciudad demonizada por el narcotráfico y el mito remixado por Netflix de El patrón del mal o Pablo Escobar Gaviria. La ciudad se camina de forma completamente distinta a la del guión norteamericano de la DEA y se nota que fue reconstruida a partir de la inversión urbana, pero no sin huellas en las pieles de las mujeres acosadas por los capos o aterrizadas a no vestirse como les da la gana para poder transitar o mandadas al cirujano plástico, para poder encajar fuera de sí mismas y encorsetadas por el bisturí.
La primera bienvenida a Medellín es un túnel larguísimo que arremete en el corazón de la montaña para que el aeropuerto no se quede tan lejos, ni la conexión internacional de una ciudad de altura y selva, caos y pelea por la paz. Es una urbe latina donde en los semáforos irrumpe un grupo evangélico y apenas a unas cuadras un ladrón de celular es linchado por otros celulares que lo filman como forma de pena tech sin contemplaciones. Por eso, las casas (como la de la Red Antimilitarista Feminista o la de Estamos Listas) no son meros puntos de reunión, sino refugios para que la calle pueda ser respirada y planificada, puertas adentro y puertas afuera.
Las mujeres no quieren quedarse atrapadas, ni en el miedo, ni en la violencia. Ni en la lógica patriarcal de la política. Por eso, armaron su propia lista que se llama Estamos Listas. El armado se salió intencionalmente de la rosca y las influencias, y se eligieron las prioridades a partir del curriculum y tres minutos de discurso de cada una votados sin PASO, pero sí a través de una elección democrática en plataforma digital.
La cabeza de la lista es Dora Cecilia Saldarriaga Grisal, que tiene 40 años, es profesora universitaria de Derecho Constitucional e integrante del Observatorio de Género universitario. Es activista y se propone entrar como legisladora, por Estamos Listas, al Consejo Municipal de Medellín. Tiene una remera de la agrupación (un souvenir que sirve para recaudar fondos junto con el bar y un bingo) para la campaña. Y unos zapatos de plataformas que multiplican una plataforma que reivindica el cuidado (invisibilizado por el machismo) no para perpetuar los estereotipos de género pero sí como una forma de enraizar los cuidados realizados por las mujeres con una política para una ciudad cruzada por la herencia de la violencia.
La boleta no está íntegramente compuesta por mujeres porque es ilegal. "Es un error muy intencional del Legislativo", señala la abogada. Ella se queja de que el cupo de género plantea un treinta por ciento de cupo para el "otro género" (en vez de promover a las mujeres que siempre son segregadas de la política) y está integrado por varones que fueron seleccionados para que no desentonen con el ideario de Estamos Listas, que prioriza una ciudad sostenible en lo económico y lo ambiental. Los elegidos son cinco varones y van al final. La lista arranca con 14 candidatas y ellos van desde el puesto 15. "El criterio fue que fueran hombres que no tuvieran antecedentes penales ni jurídicos y que tuvieran reconocimiento por los derechos humanos de las mujeres y ética feminista", explica.
La propuesta empezó el 16 de noviembre de 2017 en una reunión de cuarenta mujeres para pensar un movimiento político entre la expectativa y la incredulidad. Apostaron a círculos de confianza (de amigas a amigas y de amigas a hermanas y primas) como forma de organización. En marzo de 2019, al momento de elegir candidatas, hubo 2.039 integrantes del movimiento y cualquiera podía postular a un cargo similar al de legisladoras por la Ciudad de Buenos Aires, pero del Consejo de Medellín. Todas se podían presentar en condiciones de igualdad y con la concepción de la horizontalidad política. Se arrimaron 39 candidatas. No hubo rosca, lobby, dedazo, influencias, ni mesa chica. Solo se podía presentar un video (subidos a una plataforma donde se podía votar por tres mujeres), hoja de vida y un breve discurso de tres minutos en un evento del movimiento. Se eligió democráticamente a 12 candidatas.
En las elecciones de 2015 fueron elegidas 236 concejalas (16,6 por ciento) en toda Colombia contra 1.189 varones (83,4 por ciento): una brecha significativa y desfavorable para las mujeres con 66.8 puntos porcentuales de diferencia, según cifras de la Misión de Observación Electoral (MOE). Mientras que el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina indica que la participación de concejalas, desde 2016, se ha incrementado en los países con ley de cuotas, excepto en Colombia, Brasil y Panamá. En Colombia, como en Argentina, las leyes han avanzado más que la realidad. Se firmaron tratados internacionales de derechos humanos e igualdad de género. Pero las normas no se traducen en igualdad real. Por eso, Estamos Listas aprueba por una candidatura que nombran colectiva y encaminada al desarrollo sostenible.
Estamos listas no promueve los liderazgos individuales, pero sí apuesta a que la horizontalidad tampoco aplaque la posibilidad de ejercer el poder. Dora Saldarriaga tiene la política en el cuerpo. Pero su origen es rural. Nació en Santa Helena, de donde son los silleteros, que son reconocidos por las fiestas y los desfiles de las flores, uno de los atributos rurales de Colombia junto con el café y nombrados como patrimonio nacional. En su diario íntimo escribió que quería ser concejala. Pero, en general, la tinta del machismo borra los sueños de mujeres. "La forma de transformar es llegar al poder, pero nada me representaba", enmarca ella. Y por eso estaba contenta con su mirada crítica y autónoma desde la docencia. Finalmente, el 27 de octubre va a competir en las elecciones y tienen la meta de máxima de tener siete concejalas y de mínima de tres feministas en la legislatura local.
¿Creen que Estamos Listas puede ser un movimiento político que tenga réplicas en Colombia y América Latina?
-En el Observatorio le hicimos seguimiento a los partidos en las elecciones anteriores e invitábamos a las mujeres a la universidad a debatir. Pero los partidos nos decían que las mujeres no hacían campaña. Porque tenían el 30 por ciento de mujeres por llenar, pero no había una apuesta real. Por muy alternativos que sean los partidos no se van a abanderar con causas feministas.
¿No creen que las feministas puedan pelear por lugares dentro de partidos tradicionales?
-Puede haber mujeres sensibles, pero la propia estructura patriarcal no permite que la agenda crezca. Hay gente sensible pero a la que le dicen "No lo digas de esa forma", "Esperate que ahora hay otras prioridades". Por eso, la fórmula es ser autónomas e independientes.
¿Van a hacer alianzas con otras fuerzas en elecciones nacionales?
-No vamos a apoyar a ningún candidato/a ni a la alcaldía, ni a la gobernación para poder seguir siendo independientes.
¿Cuáles son los puntos de la agenda feminista que para otros partidos es postergable o les hace ruido?
-Nuestro eslogan es "Ahora es el tiempo de nosotras". Las mujeres siempre estuvimos en lo social y ahora queremos estar en la política. Por eso es que ahora estamos listas. Nuestra sombrilla ideológica es el cuidado y que vamos a cuidar la ciudad. No desde el predeterminismo biológico de las mujeres son cuidadoras, sino de potenciar las estructuras de inequidad a partir del cuidado que es donde nosotras estamos. Hay un punto muy fuerte que es la economía del cuidado. Queremos que el Estado se encargue de un sistema de cuidado que libere a las mujeres para poder ocuparse de lo público. En Colombia nosotras aportamos al Producto Bruto Interno (PBI) el 20 por ciento, inclusive más que el turismo. Pero es un asunto no remunerado.
¿Cómo se imaginan el sistema público de cuidados?
-El Estado tiene que garantizar el cuidado. Pero primero hay que hacer un Observatorio para saber quiénes cuidan. Y además garantizar la salud mental de las cuidadoras.
¿Qué proponen para la seguridad en una ciudad cruzada por las violencias narcos, policiales, militares y paramilitares?
-Queremos una seguridad humana que nos permita habitar la ciudad de una manera diferente. También es importante la lucha contra la violencia hacia las mujeres. En cambio, el presupuesto está destinado a proteger el patrimonio y no a las mujeres. No se necesitan más leyes, sino más efectividad. La ley enuncia veinte medidas de protección y el 80 por ciento usa la conminación que es “no lo vuelva a hacer” y ni siquiera ponen medidas de prohibición de acercamiento. También otro asunto grueso es el acoso sexual en las universidades. Es necesario establecer protocolos de atención. Además hay que volvernos a un sistema educativo que genere menos inequidad y que no sea sexista. También nos importa el desarrollo sostenible y el concepto de medio ambiente con ruralidad y movilidad. Vamos a ejercer control político.
¿El aborto legal está entre sus demandas?
-A nivel municipal no podemos reglamentar, pero sí tenemos claro que somos pro derechos.
¿Se piensan solo de manera local o quieren hacer alianzas con movimientos latinoamericanos?
Sí, esto es un asunto de Latinoamérica y que nos toca a todas como mujeres.