Los que vieron a Nick Cave and the Bad Seeds en Montevideo el año pasado aseguran que su recital en el Teatro de Verano, un hermoso anfiteatro al aire libre, fue tan furioso que se desató una tormenta tras su final. Mientras el cielo se venía abajo, el artista australiano cantaba, a manera de paradoja o quizá de reto, el tema “Push the Sky Away” ("Empuja el cielo lejos"). Uno de los testigos de esa escena fue Pedro Dalton. Además lo hizo desde un lugar privilegiado. Y es que la agrupación de la que es cantante, Buenos Muchachos, se encargó de la apertura de aquel show. “Me daba lo mismo tocar o no. Yo quería verlo en vivo. Imaginate que lo descubrí a los 15 años”, comparte el cantautor montevideano nacido en 1967. “Lo que nos influyó, en realidad, fue el antes de Cave. Cuando nos lo propusieron, sabíamos que no podía estar toda la banda sobre el escenario. Como no queríamos sentirnos teloneros, hicimos un set de seis canciones hermanadas por un mismo ambiente. Y quedamos re bien parados. Es un músico de cabecera para nosotros. Cumplí con una deuda personal”.
A tres años de su último desembarco en la capital argentina, la leyenda del rock alternativo uruguayo regresa para revisitar su extensa obra, este viernes a las 20 en la sala Humboldt (Humboldt 1358). Aunque, a diferencia de algunos de sus colegas, su localía porteña sigue en construcción. “Buenos Aires nos cuesta”, se sincera Dalton, de paso por esta orilla del Río de la Plata. “Decidimos quedarnos quietos en Uruguay porque nos va muy bien, y la forma en la que queremos presentarnos sólo la conseguimos allá”. Eso derivó en que actualmente acá se les considere artistas de culto. “No somos conscientes de lo que sucede afuera, sino de lo que pasa adentro. Estamos en un momento más enriquecedor que cuando empezamos. Nos sentimos copados con lo que hacemos, y eso es raro. Somos un grupo humano que se conoce desde hace 30 años, que podía estar lleno de vicios y malas costumbres, y que de hecho están, pero a partir de nuestro disco Nidal (2015) intentamos quitar el ego para estar al servicio de la canción”.
-¿Eso es posible?
-Es algo tan abstracto y poco real que no sabemos cómo hacerlo. Pero lo hablamos entre nosotros. La banda tiene cuatro integrantes centrales: Marcelo (guitarra y hermano de Pedro Dalton), el Topo (guitarra), el Negro (batería) y yo. Hace años se venía dando que Marcelo y el Topo eran los compositores del grupo, pero tanto el Negro como yo empezamos a hacer pequeños aportes. Y se produjo un cambio en el aire. Nos dimos cuenta de que no había que tener límites con respecto a eso. Nos fijamos en la música que estamos escuchando, y tratamos de trasladar ciertos aspectos que nos interesan para hacer un disco que suene así.
-Parece que estuvieron escuchando mucha música oscura al momento de concebir #8 (2017), su último disco de estudio.
-No puedo escribir letras sin recrear el sentimiento que tengo adentro. Hoy mi vida es Chopin, mañana es Gardel, y pasado los Pixies. Casi todos los días me levanto con un tema de otro en la cabeza. Me gusta hacer una canción melancólica o una con un cacho de furia. Así concibo la vida, así la vivo. Para mí la vida es como el Río de la Plata: un día está color chocolate y espumoso, y otro día está limpio, verde y cristalino. Esa cuestión uruguaya de estar calmo y tranquilo me rompe las pelotas. Por eso vengo acá al menos una vez al mes. Yo tengo una parte de mi vida en Buenos Aires. La vivo y la necesito.
-También tenés un grupo en Buenos Aires. ¿Cómo llegaste a ser parte de Chillan las Bestias?
-Buenos Muchachos se separó un año y medio, y no quería saber nada con la música. Cuando el cantante de Angela Tullida se fue, el resto de los integrantes empezó a hacer música incidental, y me invitaron a recitar poesía. Si bien me gusta escribirla, me embola leerla. Me sentaba en los bares porteños, y escribía acerca de cualquier cosa. Dejaba que fluyera. Aunque debe haber coincidencias entre ambas bandas, lo que prima es la música.
-Acorazado Potemkin es una banda del rock local que tiene una lectura del arrabal muy afín a la de Buenos Muchachos. ¿Te identificás con lo que hacen?
-Sin duda. Si Chillan las Bestias se desprende de Angela Tullida, Acorazado sale de la Pequeña Orquesta Reincidentes. Son dos propuestas arrabaleras. Curtimos un montón de música en común. Tom Waits y Nick Cave son artistas que Acorazado, Angela y Buenos Muchachos tienen clavados en el alma. La identidad se encuentra, no se busca.
-Considerando que uno de los rasgos de su cancionero es el escepticismo, ¿creés que la derecha tenga chances de ganar en las inminentes elecciones presidenciales de tu país?
-Mi sensación es que repetirá el Frente Amplio. Aunque el otro que puede ganar es el Partido Blanco, que es más moderado. Sin embargo, cuando mi madre ve el informativo, de lo que se habla es de que están afanando acá y allá, y eso generó un miedo que puso a circular la idea de que hay que sacar a la calle a los militares. Pero no creo que suceda porque hay muchos recuerdos de la dictadura. Además, me parece que hay que solucionar otras cosas como la gran cantidad de gente que duerme en la calle.
A pesar de que heredó el legado de la escena uruguaya de rock que se cocinó tras la caída de la dictadura, y de la que fueron parte agrupaciones del calibre de Los Estómagos, Los Traidores y Los Tontos, Buenos Muchachos se tornó un artista insular hasta esta década. Y es que Dalton (su nombre real es Alejandro Fernández Borsani) encuentra coincidencias entre su banda y el incipiente indie montevideano. “Estoy un poco en contacto con artistas nuevos como Julen y La Gente Sola, al igual que con dibujantes, fotógrafos y videastas”, advierte el dibujante y poeta, que a través de esta última faceta abrirá en noviembre, en complicidad con Luciano Supervielle (Bajofondo), el recital de Patti Smith en Montevideo. “Mientras que mi generación fue de mucha dictadura, drogas y bajón, ésta es más relajada. La siento cercana porque se refiere a los balnearios con contundencia poética y desde la introspección. Cuando se habla de sinceridad, no siempre es buena onda. Esta generación no le debe nada a nadie”.