Las últimas dos semanas de agosto se tomaron medidas claves para organizar la economía. Se propuso una estrategia de control de cambios y se anunció el intento de avanzar en una ronda de negociación con los bonistas para aliviar los próximos pagos de la deuda pública. Estas iniciativas buscaron moderar el principal desequilibrio del mercado interno: la falta de divisas que impide recomponer las expectativas y recuperar la estabilidad financiera. En esta oportunidad el problema no es el diagnóstico, sino la falta de planificación de los anuncios y los errores propios de la improvisación. La administración de cambios comienza a tener complicaciones para aplicarse por una simple razón: el Banco Central perdió en los últimos años sus herramientas de control. El equipo económico lanzó las regulaciones el domingo pasado y recién esta semana avanzó en la reapertura de una gerencia de exterior y cambios en el Central.
El organigrama de la autoridad monetaria había dejado de tener esta gerencia en 2016 por las decisiones de abrir en forma irrestricta los flujos de entrada y salida de divisas de la economía. Se trata de un problema para la gestión. El personal dedicado a hacer cumplir las normas cambiarias fue diversificado en otras tareas y poder recomponer las capacidades de un equipo de auditoría y control no se logra de un día para el otro.
Los controles sobre la compra de divisas para empresas son simples de aplicar. Los bancos no tienen autorización para vender dólares a un cuit institucional (corporativo). Pero no ocurre lo mismo con los cuit de los individuos particulares. Los controles se estarían validando ex post porque no existe un sistema que revise en tiempo real la compra mensual de una persona en todas las entidades del sistema financiero. Esto aumenta los incentivos para hacer compras de dólares por arriba de los límites y esperar a no ser descubierto.
La propuesta de estirar los plazos de repago de los bonos soberanos tampoco fue implementada en forma efectiva. Esta semana debería haberse enviado el proyecto de ley al Congreso, pero finalmente no llegó y empiezan a aparecer dudas sobre qué tipo de deudas serán tenidas en cuenta. La lista inicial de los bonos excluidos del reperfilamiento era reducida. No se contemplaron instrumentos como el Discount 2033 porque ya era un bono que había sido reestructurado en otra oportunidad.
Este miércoles empezó a circular un rumor entre consultoras que la lista de bonos excluidos será sustancialmente más importante respecto de la anunciada inicialmente. Entre los títulos que no entrarían al reperfilamiento se incluirían: el Global 2036, el Global 2047, el Global 2047, el Global 2117 (centenario) y el Bonar 2037. En esta lista ahora también entrarían los Par en dólares y en otras monedas como el euro. En el primer anuncio del Ministerio de Hacienda el listado era más corto. Los bonos importantes que –de confirmarse estos cambios- quedarían en el reperfilamiento son los Bonar 2020 y el Bonar 2024.
La deuda de corto plazo sigue siendo una de las principales preocupaciones para la macro. El rendimiento de algunos títulos en pesos con vencimientos en 2020 y 2021 lo deja en claro. Los bonos como el TJ20 en moneda local cotizan debajo del 40 por ciento de la paridad y pagan un cupón trimestral vinculado a la tasa de interés de las Leliq. El rendimiento de este título si se cumple con su pago en junio del próximo año es del 500 por ciento.
Esto es otra muestra de que la expectativa de incumplimiento de la deuda pública (no importa el tipo de moneda) y las expectativas de devaluación e inflación se encuentran desatadas. Pero no es cierto que siempre las expectativas de los inversores sean correctas y así como se deterioran rápido también se pueden recuperar en forma acelerada. Algunos fondos del exterior empezaron a recomendar de nuevo bonos argentinos.