Una maratón artístico-femenina: esta es otra manera de llamar al “Festival Callejón”, que surgió el año pasado de la mano de Ramiro Bailarini y Sebastián Francia. La propuesta combina música, teatro y danza poniendo el acento en la creación femenina. Esta noche comenzará la segunda edición. La grilla la integran las obras Imprenteros, de Lorena Vega; Polvaredal, de Carla Rímola y Laura Figueiras; Sr Woman en Lady Ray Van Ring, de Marianela Portillo del Rayo; y El viaje, de Natalia Villar, entre otras. Todas las actividades se realizan en Espacio Callejón, Humahuaca 3759.
“Es impresionante cómo la temática de género impacta en nuestras creaciones y en nuestra mirada del arte”, destaca Rímola en la charla con Página/12. Y tanto ella como Villar y Figueiras, también presentes en la entrevista, se sorprenden de cómo en poco tiempo “cambió la mirada” de los artistas y del público al respecto. Aunque la temática aparece en varios de los espectáculos seleccionados para el festival, la premisa fue puntualmente dar espacio a la creación femenina, independientemente de los contenidos. Las obras se presentan de a dos durante los viernes de septiembre y siempre acompaña una propuesta musical.
La apertura será este viernes 6 a las 20 con El viaje, de Villar (teatro), y 4 movimientos para una sinfonía, de Agustina Sario (danza). La semana siguiente será el turno de Sr Woman en Lady Ray Van Ring, de Marianela Portillo del Rayo (teatro), y Polvaredal, de Rímola y Figueiras (danza). El escape del gusano, de Silvina Grinberg (danza), e Imprenteros, de Vega (teatro), se presentan el viernes 20. Y el sábado 28 se desarrollará una fiesta con DJs invitados e Ibiza Pareo. Por el lado de la música, se sumarán Niki Rouge, Chica Chiara y Lucía Díaz.
“El festival nos viene bien como mujeres y directoras. Es una oportunidad para encontrarnos y armar redes”, celebra Villar. “Es interesante ocupar espacios que muchas veces no ocupamos. En el último tiempo empezamos a poner estadísticas sobre la mesa, que dan cuenta de la realidad de la desigualdad. Este tipo de iniciativas hace justicia en cierto modo”, agrega Rímola.
Como directoras, la intérprete de La Wagner y Figueiras vienen trabajando la temática de género desde hace nueve años, aunque quizás antes no lo hacían de manera tan consciente. “Polvaredal tiene que ver con desempolvar la historia, que está escrita por los hombres. Se tocan varios temas que tienen que ver con los sujetos invisibilizados de la historia, como las mujeres o los pueblos originarios. Indagamos en el folklore, al que se carga de la responsabilidad de la identidad de una Nación, y en el rol de la mujer en las danzas folklóricas”, explican las directoras. En este espectáculo, todas las intérpretes son mujeres. “En nuestra obra anterior, Acto blanco, trabajamos la figura femenina en el ballet, que es central pero atravesada por la mirada del patriarcado”, añaden.
Por su parte, Villar cuenta que El viaje también discute con el sistema patriarcal, aunque de una manera menos directa. “Dirijo dos hombres, pero también aparece la cuestión de género porque sus personajes, que son adolescentes, hacen un viaje y necesariamente se tienen que deconstruir para poder comunicarse. Tienen que romper determinadas estructuras. Estamos en una sociedad en que todavía es difícil para el hombre exponer sus emociones, contar lo que le pasa y no ser criticado, sin que sostenga el lugar del macho que no llora y todo lo puede”, explica la directora.
Las entrevistadas se muestran sorprendidas respecto de cómo “cambió la mirada” de creadores y público en pocos años. Por ejemplo, Rímola cuenta que al momento del estreno de la célebre La Wagner (2013) ni el director (Pablo Rotemberg) ni las bailarinas la asociaron a la violencia de género de manera tan contundente como lo hizo el público. Una lectura que se hizo obvia, ineludible después. “A veces el artista no planifica de antemano en relación al sentido de la obra. Cuando una crea no puede nombrar quizá todo lo que está haciendo. Tiene que pasar un tiempo. La obra tiene que pasar por el proceso de recepción”, dice Figueiras. “Es lo que pasa con el arte. Percibe, manifiesta. En Polvaredal la lectura de género fue mucho más directa que en Acto blanco”, compara su compañera. Villar destaca la proliferación de ciclos de directoras y dramaturgas en el teatro independiente y analiza: “Hay obras que en este momento, si no las adaptás, no las podés hacer. Quedan viejas e injustas”.
-¿Qué es lo que más les impacta de lo que está ocurriendo en términos de género a nivel social?
Natalia Villar: -Me emociona mucho cada movilización de Ni Una Menos, igual que las marchas para legalizar el aborto. Voy bastante con mi hija y con amigas, y no lo puedo creer. También me parece increíble ver el pañuelito verde en las mochilas de las compañeras de mi hijo, incluso en compañeros, desde tercer grado… a partir de la Ley de Educación Sexual Integral se ve que los chicos están pensando de otra manera. Mi hijo de nueve años me dice ‘¿y qué tiene si no quiero jugar al fútbol?’. Son grosos los cambios en lo cotidiano. Veo más libertad.
-Lo que más me impacta es ver qué pasa con los jóvenes, que no tienen que deconstruir tanto. Damos clase en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), y uno de los días de la legalización del aborto, las vi a todas con el pañuelo verde. Y si no les hablás en lenguaje inclusivo les es incómodo.
-¿Creen que el arte tiene que hacerse cargo del contexto?
N. V.: -Creo que sí. Incluso hay expresiones que anuncian algo que está por venir y eso en un principio no se ve. Hubo muchas obras que no fueron aceptadas y necesitaron de cambios sociales para ser entendidas.
Laura Figueiras: -Aunque el creador no quiera, el arte es producto del medio en que se concibe, así que efectivamente va a hablar de eso.
C.R.: -Somos seres muy permeables. Es imposible que eso no se meta en la subjetividad, que está puesta en una creación.