El 6 de septiembre de 1979 es una fecha marcada a fuego en la historia argentina. Aquel día llegaron los integrantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para recibir denuncias de víctimas de la violencia estatal cometida por el aparato represivo de la dictadura militar que por entonces encabezaba Jorge Rafael Videla. Difícilmente algún miembro de la Comisión imaginaba ver tres cuadras de cola en la puerta de la sede local del organismo. Mucho menos irse del país con 5.580 denuncias que se sumaron a otras tres mil reunidas previamente por la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y las Madres de Plaza de Mayo. Cuarenta años después, el mediometraje Siempre cuenta tu Historia, dirigido por Oscar Feito y el también productor Fernando Sokolowicz, promovido por la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, rememora aquella visita a través de numerosos testimonios de miembros de la CIDH, diplomáticos norteamericanos, abogados, funcionarios y representantes de distintas organizaciones de derechos humanos.
Entre quienes aparecen a cámara se destacan Leandro Despouy, Estela de Carlotto, Juan Méndez, Tex Harris, Tom Farer, Luis Almagro y Leonardo Fosatti. A este último, parte de la agrupación HIJOS, el film le cede las últimas imágenes. “Él es hijo de dos desaparecidos, recuperó su identidad y hoy trabaja con las Abuelas de Plaza de Mayo. Quise que cerrara el documental porque quienes conocen la forma de trabajo de Madres y Abuelas saben que tienen la perspectiva de que la memoria es importante para construir el futuro. Leonardo encarna eso”, dice ante Página/12 Oscar Feito.
-En un momento del documental se te ve junto a Sokolowicz leyendo los archivos de la CIDH. ¿Fue difícil acceder a ese material?
-Fuimos con Fernando a Washington y conseguimos acceder a los archivos de la Comisión que después fueron la base del informe. Son más de cincuenta cajas guardadas en un depósito. Ellos nos seleccionaron alrededor de diez de esas cajas. Ahí había no solo testimonios recogidos por la misión, sino otros conseguidos en los años anteriores. Antes de venir a Buenos Aires, la Comisión había mandado solicitudes de reunión a distintas áreas, desde Videla hasta organismos de derechos humanos. También hay referencias de que querían juntarse con autoridades de las juventudes políticas argentinas. En esa lista estaba José Antonio Díaz, que en ese momento era dirigente de la Federación Comunista y luego trabajó en este diario.
-¿Qué tipo de materiales encontraron?
-Encontramos nombres de personas que tuvieron que ver con la visita, ya sea por haberse reunido con la Comisión o haber hecho denuncias. También documentos que refieren concretamente a las desapariciones. Naturalmente grabamos algo de lo que ojeamos, pero muchos testimonios son conmovedores porque están escritos a mano. Los organismos que trabajaban con el tema en esa época, como el CELS y algunos grupos de abogados, empezaron a presentar hábeas corpus. En las cajas estaban las denuncias hechas con máquina de escribir, y muchas de ellas venían adjuntadas a cartas manuscritas en las que algún familiar contaba cómo había sido la desaparición. Además, hay trabajos tibiamente estadísticos, como referencias a dónde se hacían las detenciones o qué edades tenían. Me conmovió que la mayoría de los desaparecidos tuviera entre 16 y 24 años. También se habla de las profesiones. En las primeras cajas encontramos intelectuales o gente conocida por la mayoría de la opinión pública, pero a medida que leíamos empezó a aparecer gente común, trabajadores. Eso muestra que era un plan del que no salvó nadie, que había algo sistemático para matar gente.
-¿Cómo eran las reacciones de los entrevistados al recordar esa época?
-Muy sentidas. Todavía me impresiona el testimonio de Tex Harris, un funcionario de la Embajada de Estados Unidos que ayudó a mucha gente a salir del país y fue uno de los gestores de la visita. Él dice que en el Batallón 601, donde funcionaba el aparato de inteligencia militar, le explicaron la naturaleza del plan asociándolo a un cáncer: decían que cuando uno lo combate no solo hay que atacar la parte comprometida, sino también limpiar alrededor para que no se extienda. También me impresionó lo que dijo Tom Farer, un académico norteamericano que vino en el primer grupo. Él contó que en el cementerio de La Plata le preguntó a uno de los sepultureros por las tumbas NN. La respuesta fue que quienes enterraban personas ahí eran militares que llegaban por las noches y lo hacían de manera clandestina.
-Sí, quien dice eso es Juan Méndez, una autoridad mundial en materia de derechos humanos. En aquel momento era un joven abogado defensor de presos políticos que alcanzó a salir de la Argentina. Lo que deja claro el informe es que había un plan sistemático. Ese informe después tuvo una enorme repercusión internacional. Fue algo que no se pudo contener, que desbordó y empezó a difundirse en el mundo, generando una presión muy fuerte para la dictadura. El documental muestra, tanto en la primera parte, que cuenta cómo se generó la visita, como en la segunda, donde se abordan las repercusiones, la importancia de ese plano internacional. Lo que pasaba en la Argentina estaba reprimido, callado, y se hacía lo que podía. Fuera del país se sabía más que adentro.
-Recién mencionabas la repercusión internacional, algo imposible de pensar sin las rondas de las Madres de Plaza de Mayo. ¿Qué rol tuvieron ellas?
-Muchas de esas Madres habían podido viajar a Washington para hacer presentaciones ante la OEA y el gobierno de Estados Unidos. Ellas tuvieron un rol fundamental porque empezaron a visibilizar el tema ante la prensa y lograron una organización mayor. Eso les permitió reclamar ante quienes tenían más fuerza para presionar al gobierno argentino.
-No sé si la visita, pero lo que no hubiera sido posible es la lucha por conocer la verdad. Cuando las imágenes de las rondas alrededor de la Plaza de Mayo empezaron a verse en todo el mundo, cuando las Madres se presentaron ante los organismos para hacerse oír, el gobierno empezó a sentir el impacto de la presión y, entre otras cosas, a verse desnudo ante el mundo sobre las atrocidades que estaban cometiendo.