Página 12 en Gran Bretaña
Por Marcelo Justo
Boris Johnson sufrió su cuarta derrota parlamentaria en una semana, con lo que tiene asegurado su lugar en los record Guinnes. El proyecto de ley que aprobó la Cámara de los Lores lo obliga a solicitarle una extensión del plazo de salida de la Unión Europea que pasará del actual 31 de octubre al 31 de enero de 2020.
Johnson intentará resistirlo por todos los medios. En el tono bélico de segunda guerra mundial que viene usando desde que asumió hace seis semanas, este jueves dijo que prefería morir en una trinchera (“die in a ditch”) que solicitar la extensión en la reunión del Consejo Europeo del 17 de octubre. El gran problema de esta bravuconada es que la nueva ley se lo exige: ¿tiene algún margen de maniobra para torearla?
El lunes la Cámara de los Comunes se reúne para aprobar el dictamen de los lores y que el proyecto de ley pase a la Reina Isabel II que debe darle su Asentimiento Real, todos pasos formales, pero que robarán tiempo parlamentario. Johnson aprovechará la ocasión para convocar por segunda vez en menos de una semana a elecciones anticipadas.
Hace rato que al primer ministro todos los tiros le salen por la culata. El miércoles el parlamento votó en contra del adelantamiento de las elecciones hasta que, en palabras del líder de la oposición Jeremy Corbyn, “se apruebe plenamente la ley que prohíbe la salida de la UE sin acuerdo”. En ese momento Johnson lo trató de cobarde, colaboracionista, gallina y femenino (… “a great big girl blouse” según la frase musitada en inglés ….), pero nada movió a Corbyn de su posición.
El lunes el primer ministro le puede recordar a Corbyn que la ley está aprobada, pero en la bancada laborista hay un rechazo casi unánime a unos comicios en octubre porque nadie le cree a Boris Johnson. El temor en el conjunto de la oposición y entre los conservadores disidentes es que Johnson obtenga la fecha que quiere y, si gana la elección, apruebe una salida del Brexit sin acuerdo.
Este viernes la canciller en la sombra por el laborismo Emily Thonberry dejó en claro a la BBC que no votarán a favor de elecciones anticipadas la semana próxima. “Dado que es un mentiroso serial y que ha dicho que prefiere morir en la trinchera antes que cambiar la fecha de salida de la Unión Europea, nuestra prioridad va a ser que se haga efectiva esta ley que prohíbe una salida sin acuerdo”. El gobierno necesita una mayoría de dos terceras partes de la Cámara para que la convocatoria anticipada a elecciones tenga éxito: con minoría parlamentaria depende de los laboristas.
La suspensión del parlamento el 12 de septiembre que el mismo Johnson impuso hace 10 días se volvió un boomerang para sus propios planes. El parlamento vuelve a sesionar el 14 de octubre, de modo que Johnson tendrá que sacar de la galera algún conejo mágico la próxima semana para salir del brete. Si no será el encargado de ir al Consejo Europeo eel 17 de octubre a pedir la extensión.
El costo político será enorme. Johnson ha dicho que el Reino Unido saldrá del bloque el 31 de octubre “do or die” (cueste lo que cueste), “con o sin acuerdo”, que hacer otra cosa es “surrender” (rendirse al enemigo) o “colaboracionismo”, a lo que acaba de añadir su último aporte a este diccionario personal antieuropeo, que está dispuesto a “die in the trench”.
El equipo político de Johnson, con su Rasputín a la cabeza, el asesor Dominic Cummings (interpretado por Benedict Cumberbatch en el muy recomendable film de Channel 4 sobre el Brexit "The uncivil war"), está buscándole la salida. La variante más audaz es que el mismo primer ministro presente un “vote of confidence” (moción de censura) en su propio gobierno.
La medida sería extravagante y casi bananera, pero muy a tono con la locura que ha acompañado a estos más de tres años desde el referendo a favor de salir de la UE. Como toda locura tiene su lógica. En este caso que, en vez de requerir dos terceras partes de la Cámara de los Comunes para convocar a elecciones generales, Johnson podría ganar con un solo voto la moción de confianza/censura. Eso sí, diciéndole al país y al mundo que él mismo no tiene ninguna confianza en su propio gobierno.
Es una movida de última instancia y destino incierto, pero que muestra a las claras la desesperación del gobierno. Boris Johnson está sufriendo fuertes sangrías entre los conservadores, algunas auto-infligidas. El miércoles expulsó del partido a 21 diputados, entre ellos el nieto de Winston Churchill, Nicholas Soames, el “father of the House” (diputado con más tiempo en la Cámara), Ken Clarke, ex ministro de varias carteras con Margaret Thatcher y John Major. El delito merecedor de la pena máxima fue votar contra el gobierno, algo que el mismo Boris Johnson hizo cuando Theresa May era primer ministro.
El revuelo que causó en el Partido Conservador fue tal que el jueves sus propio hermano, Jo Johnson, ministro de Negocios, dimitió a su cargo y anunció que no sería candidato a diputado de su distrito electoral en la próximas elecciones. “Me siento desgarrado entre la lealtad familiar y el interés nacional. Es un conflicto que no puedo resolver. Hora que otros tomen mi posición como ministro y diputado”, dijo en un twitter.
Mucho dependerá de la respuesta del líder de la oposición. Corbyn no aceptará la fecha del 15 de octubre porque le evitaría a Boris Johnson ir al 17 a Bruselas a pedir la extensión del plazo de salida del bloque. Pero jugaba con la idea del 19 de octubre, algo que ni su partido en el parlamento ni el resto de la oposición parece favorecer.
Nadie pone en duda que habrá elecciones anticipadas antes de fin de año para salir del actual impasse, pero si Johnson no lo consigue la semana próxima, los comicios sucederían en noviembre porque la convocatoria tiene que hacerse ante la Cámara de los Comunes, que recién volvería a reunirse el 14 de octubre, y la ley estipula un período mínimo de cinco semanas para la campaña electoral. En todo caso para llegar a este punto falta un siglo si se mide el tiempo no con las coordenadas del meridiano de Greenwhich sino con las del Brex