La tercera película de Marcelo Páez Cubells se titula Bruja. Así a secas, no dice mucho. Al menos, se puede intuir que su historia ficcional tiene cierto aire sobrenatural. Y lo tiene. La que interpreta a la bruja de la historia es Erica Rivas, que en este thriller se llama Selena, una madre soltera que vive con su hija Belén (Miranda De la Serna, la hija real de Rivas) en una humilde chacra en las afueras de un pequeño pueblo. Selena carga con la bien ganada fama de ser la bruja del pueblo ya que tiene un amplio conocimiento de magia negra, aunque jamás la use para lastimar a otros. Cuando Belén es secuestrada junto a otras jóvenes del pueblo por una red de prostitución, Selena se ve obligada a hacer lo que no quiere: usar todos sus conocimientos místicos para encontrar a su hija. Como puede notarse, Bruja tiene un relato fantástico en un contexto social de mucha actualidad, como lo es la gravísima problemática de la trata. Sobre este film que se estrena el jueves próximo, la actriz señala: “Lo que más me resonó fue la historia de una mujer que, en general, está siendo siempre relegada, incluso para sí misma. Es una historia que hace que eso empiece a tener un valor en ella. Por lo tanto, pienso yo, en el espectador también. Además, me gusta el tono en el que está inscripta la película, que es del tipo fantástico y de terror; eso me implicaba de otra manera como actriz”, plantea Rivas.
-¿Cómo se construyen personajes al límite como éste y otros que hiciste?
-Casi todos salen de distintos lugares para mí. No sabría decir una fórmula.
-¿Te guias más bien por lo intuitivo?
-Sí, en eso sí. Cuando decido que tengo ganas de hacer algo y deseo meterme en ese viaje, ahí empieza a tener lo que necesita tener. Vos decís intensidad. Es también la mirada del cine. La posibilidad del género fantástico hace que uno pueda tener ese rebote.
-La película se mete con un tema del que cada vez se habla más en los medios. ¿Cómo notás esta problemática en la Argentina?
-Acá tenemos una especialista, Daniela Gasparini, que trabaja en la línea 145 y ella puede contarlo mejor:
Daniela Gasparini: -Soy coordinadora de los equipos técnicos. Es un programa que se creó bajo la Ley 26364 para prevenir, erradicar y sancionar la trata de personas. Es uno de los delitos más graves a nivel mundial. Es un negocio mundial, uno de los más redituables junto al tráfico de armas y de drogas, con lo cual lo que mueve es mucho. La película está muy bien lograda y puede mostrar un montón de circunstancias por las que puede pasar una víctima de trata. A partir de este programa y de esta ley, se creó la líneas 145 de denuncias. Es una línea anónima, donde la gente puede denunciar sin miedo. No hace falta que dé su identidad. Y ante la mínima sospecha o duda de que está ante un caso de trata, ya sea a los fines de explotación sexual como a los fines de explotación laboral, puede denunciar. Hay profesionales especializados del otro lado asistiendo a esas denuncias, a esas consultas y después va a llevar a una línea de investigación para poder ir al rescate de estas víctimas. Agradecemos a Erica y a la película que nos convocan porque es importante visibilizar también los organismos que estamos para ayudar y asistir a las víctimas.
-¿Y tu visión, Erica?
-Es la misma que la que dice Daniela. Por eso le pido que venga y que hable con más propiedad porque, en realidad, mi visión es la de una actriz, una persona que imagina mundos. Pero acá tenemos una compañera que está en el mundo poniendo el cuerpo. Y esto es lo que a mí me parece bueno de rescatar también cuando uno hace un trabajo. Hablar de este tema es un plus a la historia. Y que, además, pueda mostrar formas que, quizás, son comportamientos generalizados en la trata, en un cuentito.
-¿La brujería tiene mala prensa?
-Sí. Las mujeres no pudimos escribir la historia. Nos han puesto en el lugar oscuro: el oscurantismo, el lugar donde eso está mal, es algo malo. Tuvimos durante 400 años muertes de mujeres en la Inquisición. Eso tiene un rebote en la sociedad. Y ahora sigue muriendo una mujer por día. Entonces, hay una programación para negar estos conocimientos.
-Decís que muere una mujer por día y hay una imagen que quedó: fuiste una de las primeras actrices en participar de las marchas de Ni una menos. ¿Pensás que ese granito de arena que cada una puso hoy logró crear un movimiento?
-Yo no creo que haya sido ningún granito. Te juro. Con el trabajo que hacen otras compañeras feministas y con el trabajo que vinieron haciendo las generaciones anteriores se generó esto. En mi caso, fue decir que soy feminista. Eso implica un montón de cosas.
-¿Como cuáles?
-Una posición frente al aborto, una posición frente a la elección de mis trabajos, a la forma de relacionarme laboralmente, la forma de relacionarme con la prensa. Inclusive, un montón de veces, eso implica saber que hay un montón de gente que vas a perder porque decís que sos feminista.
-Quizás, a veces, en un comienzo la voz de los artistas amplifica una situación social. No es que ustedes fueron las protagonistas sino que formaron parte como todas las personas que estaban en esas marchas.
-Sí, claro, y que viene con un montón de trabajo anterior. Eso es lo que quiero decir. No es que nacimos nosotras y, de repente, somos feministas. No es así. Para mí, por lo menos, no es así. Vengo de conocer y trabajar con gente como Daniela Gasparini. También nuestras antecesoras feministas. Para mí es interesante. Lo mismo pasó con Francia en el 70. Cuando empezaron ese grupo de escritoras, filósofas, actrices, ahí se empezó a visibilizar algo. Trabajaron cuerpo a cuerpo, generando teoría, mucha práctica, pasándose los conocimientos como se podía, porque como no estaba avalado era mucho más difícil. Ahora, por lo menos tenemos un consenso, un paradigma que está, por lo menos, quebrado. Antes no.
-Antes hablabas de “una posición frente al aborto”. ¿Cómo notás todo el camino recorrido el año pasado o que venía de antes y que en 2018 hizo eclosión en la defensa de la mujer y sus derechos a partir de tratar que se convirtiera en ley?
-Tengo una sensación de fiesta. Lo que se siente en las marchas es una sensación de euforia, de felicidad de que tantas mujeres sintamos lo mismo. Una que siempre se sentía la loca sola, la loca mala, la loca bruja adentro de su casa, de repente sale y hay un montón de minas que piensan lo mismo que una. Es muy emocionante que pasen hordas de pibas con esos carteles. Yo me emociono. Siempre pensé que éramos yo sola, las cuatro feministas que leí y un par de amigas más y nada más. Si fuera un espíritu y tuviera que elegir un momento elegiría éste y acá.
-Es que es un momento bisagra para las mujeres en la Argentina, ¿no?
-Creo que el momento bisagra es esa ruptura de paradigma, pero no es solamente para las mujeres. Es para todes. Por eso, cuando entra el feminismo entra todo: entra la bisagra, entra el error, lo que siempre consideramos error, lo que siempre consideramos oscuro, lo que siempre consideramos errático. Entra lo que no pudo entrar hasta este momento, que es la pregunta. No sabemos cómo va a ser el mundo. “¿Todas estamos a favor del aborto?” “¡Sí, vamos!”. Pero hay un montón de feministas y somos todas distintas.
-Vos hablás de un cambio de paradigma. ¿Se está logrando que no se digan más cosas como que “la mujer logra su completud como madre”? ¿Sirvió para cambiar ciertos discursos?
-Sí, claro. Y está todo lo que tenemos para aprender. Hay un montón de cosas que ya quedan en desuso, ya no se pueden decir ciertas cosas, porque además tampoco se puede hacer reír con una muerta por día. De ahí, revisando todo, incluso el discurso, es que uno dice: “Pará, ahora no se puede hablar de esto. Ya no más”. Siento que eso es un montón y que no solamente las mujeres estamos así sino que los hombres también.
-También se generó una suerte de grieta con la cual ciertos medios quisieron generar una división en Actrices Argentinas. ¿Cuál es tu opinión?
-En el feminismo hay diversidad. Nos vamos a tener que acostumbrar a este nuevo paradigma. Ya no somos todes lo mismo. No. Somos distintes. Incluso, aunque gritemos por los mismos derechos que gritamos. Hay católicas por el derecho a decidir que no tienen nada que ver conmigo en un montón de cosas, pero en esto sí. Si vamos a empezar a generar grietas en todos lados va a ser imposible porque somos la grieta (risas).
-Volviendo a la película, ¿cómo fue trabajar con tu hija, Miranda de la Serna?
-Divino. Hermoso. Fue una experiencia hermosa. Ella me mata de amor.
-Es de suponer que hablas de todos estos temas con ella. ¿Cómo se los transmitís y cómo los vive ella en directo, por decirlo de alguna manera?
-Fue muy interesante a partir de estar en la película, pudimos hablar de esto, de una manera un poco más seria. Uno dice cosas cuando están saliendo nuestras hijas a cualquier lado que después piensa: “¿Cómo voy a decir esto? ¿Por qué voy a decir esto? ¡Qué triste tener que estar diciendo esto!”. Sin embargo, te pasa porque tenés miedo por todo lo que está sucediendo. La adolescencia está en el otro lado: “Qué hinchapelotas, mamá, yo puedo sola”. Es la adolescencia. Y, de repente, tener que investigar este tema, que es algo de lo que siempre le hablé pero al investigarlo un poco más, le hizo tomar conciencia de un montón de cosas. Por eso, recomiendo leer sobre el tema. El papelito que dejó Daniela Gasparini muestra cómo armar las redes de seguridad para cuando van a buscar un trabajo. Todo eso me parece que está bueno para hablarlo con los chicos.
-¿Ser madre te ayudó a construir personajes que lo son?
-Yo no creo eso de que los actores tenemos que asesinar para ser asesinos, pero ser madre es una experiencia tan “desastrosa”, “trágica”… (risas). Es una bomba al yo. Es una destrucción total de los parámetros que venían siendo de una. De repente sos dos. Y ese otro está afuera. Esa experiencia es medio extraterrestre, y uno dice: “¿qué es esto?”. Y no sé si podría imaginarla si no hubiese sido mamá porque es tan apabullante y tan tremenda incluso física y emocionalmente que me parece muy importante reivindicar el deseo de ser madre, porque para vivir esta experiencia tenés que desear tener a ese ser.
-Dijiste “Una bomba al yo”, que es un término psicoanalítico. Vos estudiaste cuatro años psicología. ¿Qué cortocircuito hubo que pasaste de estudiar psicología a la actuación?
-Igual, tengo que confesar que no estudié cuatro años. Estudié como diez, pero llegué a cuarto año. Llegué hasta un momento en que me faltaban dos años pero estudié como diez. Mientras, trabajaba y estudiaba como actriz. El click lo provocaron las prácticas. Me di cuenta de que a partir de que empecé con ellas no era para mí. Empecé a dar vueltas, me dolía mucho. Por otro lado, como psicóloga una tiene que distanciarse. ¡Yo estudiaba todos los casos y me sentía identificada con todas las pacientes de Freud! (risas). Estudiaba tanto que era como una actriz. Me imaginaba lo que decía Freud. Toda la materia Psicopatología me la pasé psicopatologizando todo (risas). Además, siento que tenés que tener una vocación. Me quería llevar a las pacientes del Moyano a casa. Empecé a estudiar Winnicott para poder decir: “Bueno, hago un hospital de día en mi casa” (risas). Cualquier cosa. Era un desastre.
-Después, con los años, ¿te ayudó conceptualmente conocer algo de psicología para construir algunos aspectos de los personajes?
-Sí, muchísimo. Me sigue sirviendo. Es una herramienta enorme. Es como estudiar filosofía, historia o sociología. Además, me gusta mucho la literatura para tener una visión sobre los cuentos y los personajes.
-Y distintos puntos de vista sobre el mundo, ¿no?
-Sí, herramientas para otras visiones. Tal cual.
-Sos de cultivar el bajo perfil de tu vida privada. ¿La fama es una carga?
-No, no. Sería injusto decir eso. Siento que estoy sobrevalorada. Eso sí. Me da vergüenza por eso. Pero después, no, estoy muy agradecida.