La apertura en el Museo Sitio de Memoria (ex ESMA) de la muestra temporaria sobre la visita de la CIDH en septiembre de 1979, dio lugar a un concierto de emociones, queridas presencias y recordadas ausencias. En diálogo con PáginaI12, luego de los abrazos, Alejandra Naftal, recordó su conmovedor testimonio en el juicio a los ex comandantes, el 4 de julio de 1985. Para llegar al Palacio de Tribunales, donde se hizo la audiencia, la hoy directora del Espacio de Memoria, tuvo que convencer a sus padres, que hasta último momento intentaron evitarle el dolor de recordar, que ella convirtió con mucho esfuerzo personal en el valor de no olvidar. A las infaltables Nora Cortiñas y Estela Carlotto, se sumaron figuras emblemáticas de la lucha por los derechos humanos en aquéllos años, como Noemí Labrune, de la APDH de Neuquén y Graciela Lois, de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Al hablar, Lois brindó un preciso informe sobre la ansiedad de la espera ante la llegada de la CIDH, por parte de las víctimas del Terrorismo de Estado en Argentina.
También estuvo Alfredo “Mantecol” Ayala, el militante villero que estuvo detenido-desaparecido en la ESMA y que fue llevado en 1979, junto con los demás prisioneros, a la isla El Silencio, en el Tigre, para que la misión de la CIDH no pudiera constatar su presencia en el centro clandestino de detención que estaba bajo el mando del almirante Emilio Eduardo Massera. “Hasta me utilizaron como mano de obra esclava y me hicieron hacer algunas construcciones en lugares claves, para que cuando vinieran a constatar la descripción de las víctimas, se encontraran con reformas edilicias con el propósito de desacreditarlos”. Las modificaciones en la estructura para ocultar los lugares de tortura y exterminio, comenzaron en diciembre de 1978 y en agosto de 1979, los “grupos operativos” de la Armada todavía seguían completando esa tarea.
Además de recordar su pasado y el de los miles de detenidos torturados y asesinados en la ESMA, “Mantecol” hizo una exhortación a los integrantes de la CIDH que están en Argentina “para que se interioricen sobre lo que está pasando en las villas, porque nos están matando todos los días, porque somos pobres y tenemos hambre”.
Sobre la visita de 1979, Graciela Lois hizo un relato descarnado de la larga espera de las víctimas y sus familias, hasta que se superaron las trabas que demoraron la llegada de la misión. “El día 26 de abril (de 1979) tuvimos que decirles a los familiares que no había que bajar los brazos porque la misión iba a venir al país y nos iban a escuchar”. Reconoció que en esos momentos “nos sentíamos defraudados por la demora, porque en junio se volvió a postergar la visita, hasta que finalmente llegó en septiembre”. Lois trató de explicar a los presentes, muchos de ellos niños o muy jóvenes en 1979, “lo que significó para los familiares esa larga cola” que se formó frente a la sede de la OEA, en Avenida de Mayo 760, el 7 de septiembre, para presentar las denuncias.
Explicó Lois que ese día “hubo mucha preocupación por parte de supuestos fotógrafos, que eran en realidad militares de civil infiltrados, que tomaban registro de nuestras caras y que nos alentaban a gritar por los desaparecidos, para posibilitar que otros grupos de infiltrados vinieran a provocar incidentes y ponerle fin a las denuncias”.
Lois precisó que “todo ese tiempo estuvimos perseguidos todo el tiempo, al punto que en el libro de actas que hicimos y que estuve revisando anoche, les decíamos a los familiares que, por favor, no escucharan a esos provocadores que nos decían `griten, pidan pos los desaparecidos’”. Ese día, la cuadra de Avenida de Mayo al 700 estuvo cerrada al tránsito. “Lo que hicimos fue un ejercicio de templanza, de paciencia”. En el libro de actas figura que los abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales, se habían repartido las denuncias: “Emilio MIgnone llevaba los ‘casos especiales`, Augusto Conte el de los conscriptos, y Alfredo Galletti los casos de embarazadas”.
Lois, luego de agradecer la presencia de los integrantes de la CIDH, destacó “lo importante que fue y que es siempre, para las víctimas, el hecho de ser escuchadas, porque eso abre la esperanza de que ‘algo se va a resolver’”. En el acta de Familiares, había en ese momento un total de 1019 denuncias sobre violaciones a los derechos humanos registradas por ese organismo. El informe sobre el “Caso argentino”, que se presentó en La Paz, Bolivia, en abril de 1980, registró 5580 denuncias, cifras que siguieron creciendo con el paso de los años. Durante el recorrido por la muestra, en el recuerdo de muchos de los presentes, surgieron otros nombres como los de Alicia Oliveira, Lucas Orfanó, Lilia Jons, Alfredo Bravo, Eduardo Pimentel, Cata Guagnini y muchos otros que supieron dar testimonio en momentos difíciles.