“Del Fuerte no salen solo futbolistas. También salimos drag queens, artistas, cantantes y lo que sea. No es todo delincuencia y tiros. El Fuerte Apache es cultura, arte, fútbol. Y es código y es solidaridad entre los vecinos. También hay a veces tiros. Pero no solamente”. Dice La Queen, montada con su peluca rosa, su maquillaje cargado pero no tanto, sus zapatillas con brillos, sus rasgos preciosos, su simpatía que empatiza. Lo dice en el programa de Jorge Rial, en pleno pico de audiencia de la tarde. La convocaron para hablar de “la pelea con Tévez”, tras la reciente serie de Netflix sobre la vida del astro futbolístico. Ha dicho que en el barrio no lo quieren, y eso en la tele rinde. Ha dicho también que es un desclasado, todo otro modo de plantear la cuestión. Y ahora dice, además: “El Fuerte es un barrio marginado, nos marginaron toda nuestra vida. Al punto de que, si me mandás a buscar, tengo que poner otra dirección, porque nadie quiere entrar. Los medios le metieron tanto miedo al barrio, que quedamos todos estigmatizados. Y no, loca, yo quiero demostrar que somos otra cosa. Y que podemos”.

“¿Sabés qué pasa? Que decimos que somos del Fuerte y no nos dan laburo. Es así de corta”, sigue diciendo en la nota con PáginaI12. Es mediodía y si no mediara esta circunstancia ella sería Walter, el chico de 21 años algo tímido y retraído, pero que sabe plantarse si tiene que defenderse, con el orgullo de ser “la más marica entre las maricas”. Cuando “se monta” se transforma en La Queen, pero con un par de diferencias dentro de este movimiento en expansión en el mundo. La primera, que su figura no surgió en el circuito de performances en boliches, hasta el momento fuente de trabajo excluyentes para las culturas drag en el país (como contó en este diario Estanislao, el hijo de Alberto Fernández, con su personaje Dizzy ). La Queen nació para hacer música: reggaetón y trap, donde también dice que vino “a romper” un panorama que califica como “muy machista y misógino”.

Pero además, estratégicamente y en muy poco tiempo, supo construirse desde un rasgo identitario: su origen barrial, su ser “del Fuerte”. Cita como inspiración a Pabllo Vittar, la drag queen brasileña que parte de la favela para hacer ritmos urbanos, conocida en estas tierras por compartir hit y video con Lali Espósito. “Yo dije: ¿por qué no puede haber algo así en la Argentina? Yo no quiero trabajar solamente en la noche, quedarme en ese ghetto de los boliches. Quiero que la gente me conozca, quiero hacer música comercial, quiero ser una estrella. Necesito que me identifiquen y que digan: ella es La Queen. ¿Qué puedo hacer? Trabajar en lo que soy. Mostrar mi barrio. Simple, y verdadero”, razona.

“La Queen surgió este año, el 10 de enero”, relata en tercera persona, a lo Maradona, marcando la fecha como un nacimiento. “Ese día saqué mi primer tema, ‘No va más’. Eramos un pen drive y yo”, se ríe. Cuenta la historia como de serie teen: “Yo trabajaba de cajero en un Mc Donalds y me cayó la ficha cuando le pregunté a una compañera: ¿Cuánto hace que estás acá? Diez años, me dijo. Ahí dije: no, loca, ya está. Yo hacía un año que estaba ahí y sentía que me moría. Le ponía onda, era el gracioso del local y todos hacían fila para comprar en mi caja porque los divertía. Pero no daba para más. Grabé un tema en mi pieza, con mi netbook. Con la plata que ahorré saqué ese primer video. Tenía 100 seguidores en Instagram y pensé que si lo escuchaban 300, era un hit. Gustó tanto que a la semana tenía 10 mil visitas, una locura”. Una nota en Infobae, luego otra en Telefé, y luego la polémica “pelea con Tévez”, hicieron que La Queen “explotara” en las redes. Y entre otras cosas, que José María Muscari pusiera en ella su ojo de productor y la convocara entre el elenco variopinto de Sex, la obra que desde junio agota todas sus funciones en el Art Center de Palermo.

Romper estructuras

La música de La Queen no se diferencia demasiado del reggaetón y trap que se escucha habitualmente, ni en sus ritmos seriados, ni en sus letras. En los videos, sin embargo, aparece el rasgo diferencial: Junto a La Queen, montada en trapera de brillos, bailan y se ríen chicas más flacas y más gorditas, más altas y más bajas, comunes y corrientes, chicos que no son los rasurados y anabólicos, bellezas diversas. “Es mi forma de luchar contra el machismo, la misoginia y la homofobia del trap, porque acá también me metí para romper las estructuras. Y eso a la gente le gusta. Veo que genera interés y que compran este personaje. ¿Y por qué? Porque se sienten identificados. ¿Viste que en la tele no hay personas gordas, no hay cuerpos reales? Bueno, yo los voy a mostrar. ¿Viste que no hay maricas? Bueno, acá estoy yo”, se ríe.

El segundo video, “Lo veo, lo quiero” (el tema que canta en Sex), ya fue con productor. Lo hizo en una calle de Fuerte Apache. “Cuando estábamos por filmar, yo estaba nerviosa. aterrorizada, más bien. De tanto miedo que me metieron los medios sobre mi propio barrio, tenía miedo de salir montada”, recuerda ahora.

--¿No habías salido nunca como La Queen en Fuerte Apache?

--Jamás. Por primera vez en el barrio apareció La Queen para filmar ese video, un 19 de abril. Todo muy flash. Estaba en mi casa y dije: loca, ya estamos en el baile, bailemos. Estás acá montadísima, te afeitaste tres horas, ahora salí. Caminé esa cuadra hasta la calle donde grabamos, con miedo. Hicimos la primera toma y justo era el momento en que salen todos de la escuela, al mediodía. Empezó a aparecer gente, ¡era Florida y Lavalle! No sabía qué iba a pasar. Empezaron a acercarse chicas, chicos, señoras, señores. Y empezaron a decirme: Queen, quiero una foto con vos, me encanta lo que hacés... No entendía qué pasaba. Ahí me saque el chip. Mi barrio no es lo que me dijeron toda mi vida. Mi barrio es código, solidaridad, humildad. Mi barrio me abraza y yo lo abrazo.

-¿Así que también fue nuevo para vos?

-Tanto miedo te meten los medios, de toda la vida, que te terminan confundiendo hasta de lo que vos misma pensás. Porque bueno, una cosa es el personaje drag, la bandera gay, otra cosa es montarte y pararte ahí en el medio del barrio. De verdad, me quedó una sensación re linda, un buen recuerdo. Terminamos de grabar el video clip y se acercó una persona del barrio que es conocida por lo homofóbica que es. Me dio la mano y me dijo: te felicito por lo que estás haciendo. Quedé helada. Que esa persona venga a decirme eso a mí, que soy un puto loco... Eso sí que es romper estructuras. La Queen está empezando a hacer ruido.

-¿Te lo planteaste estratégicamente, que tu carrera esté ligada a la identidad del barrio?

-Siempre, siempre, voy a ir por la vida diciendo orgullosa que soy de Fuerte Apache. Porque ese barrio a mí me adoptó. A mí mis papás biológicos me abandonaron en un hospital de Lanús, y mi mamá, la que me crió, se enteró por una enfermera que se llamaba Reina y ya falleció (por algo me llamo La Queen). Desde que nací hasta que mi mamá pudo adoptarme, viví en un hogar de tránsito, tengo fotos de cuando ella iba a visitarme. La adopción en Argentina tarda un montón; conmigo tardó tres años porque mi mama luchó un montón. Me acuerdo, un poco porque mi mamá me contó y tengo como imágenes, cuando llegué al barrio por primera vez. Mi mamá le contó a todos los vecinos que tenía un nuevo hijo, y vino toda la cuadra a conocerme, a abrazarme, a preguntarle a mi mamá si necesitaba algo. Eso no me lo voy a olvidar jamás.

-¿Nunca viviste situaciones de discriminación?

-Por ahí salís y uno te dice algo. El pelotudo siempre va a estar. Pero es uno, entre muchos. Y la verdad, me pasa más afuera que adentro del barrio. Yo desde que recuerdo sé que soy marica, ¡creo que nací pegando una patada con el taco! (risas). Y por suerte mi infancia fue linda, pude jugar con las chicas y con los chicos. No tengo recuerdo de ser discriminado, más bien de ser protegido, tal vez porque tenía esa marca de que me habían adoptado, me conocían, era Walter, hacía reír... El amor del barrio me abrazó, y yo lo celebro mucho. Por eso mi orgullo.

-Debés ser más discriminado como Walter que como La Queen…

-Claro, La Queen es el personaje, Walter es una persona común y corriente, es marica y sí, sufre discriminación. Pero por suerte tengo una personalidad muy avasallante. Y al mismo tiempo como Walter soy tímido, es raro. De chico era muy, muy gordo. Si en el colegio me hacían bullying por gordo, no saltaba, no sé por qué. Pero cuando se metían con mi sexualidad, con lo que soy, no lo permitía, jamás: ‘¿Qué dijiste? ¿Así que puto es un insulto? Repetilo, a ver...’. Así los enfrentaba, y los hacía callar. A fuerza de orgullo.

Una historia

Hijo de Juan, un vendedor ambulante que falleció hace unos años, y de Nélida, auxiliar en una escuela (y cuidadora de ancianos, de perros, y de todo lo que sume al único sueldo fijo de la casa), en la historia de La Queen, con su claridad para expresarse no tan habitual para la edad, con su inglés perfecto, con su pensamiento crítico sobre muchas cuestiones, aparece la escuela pública marcando la diferencia. La primaria en Versalles, el secundario en Devoto, en el prestigioso colegio N° 19 Luis Pasteur (el tradicional “Nacho”).

“Desde el primer día del colegio supe que, o me imponía como la marica estrella, o iba a sufrir. Así que entré al colegio con mis rulos morochos por la cintura, fantástica, enigmática, hasta lograr que todos tuvieran sobre mí un único dilema: ¿qué sos? Me tracé una estrategia para volverme popular de esa manera y por suerte funcionó, porque había personas que tenían un pensamiento horrible. ¡Hasta había familiares de Videla, imagináte! La escuela fue un buen lugar para mí”, recuerda.

Esto fue hace no tantos años, pero visto en perspectiva, era otro el contexto. “Hoy es lo más común del mundo, pero en 2011, la verdad que no. Con otro chico y una chica creamos en el colegio un grupo LGBT donde contábamos nuestros problemas, pensábamos qué podíamos cambiar dentro del colegio, hasta empezamos a pedir más educación sexual. Ahí empezaron a aparecer todas las maricas, tortas y chicas trans que andaban por ahí, escondidas. Hubo una profe de Literatura que nos incentivó mucho, María Victoria Arias . También estaban los profes de mente mínima que decían: ay, ¿y por qué no crean un grupo del orgullo hetero? Encima el que decía eso daba Educación Cívica, ¡imagináte!”.

Apaches

No hace falta contar los tiros, como alguna vez hicieron desde La Garganta Poderosa con la película Elefante Blanco, de Trapero, para advertir el modo en que Apache, la serie de Netflix sobre la vida de Carlos Tévez, dirigida por Adrián Caetano, presenta ese barrio del que toma su nombre. Y aunque los personajes son diversos (están los que sólo viven de y en la droga, los que buscan salir adelante trabajando, los que sufren el patoteo de la policía, los que insisten con el valor de la educación, y finalmente el propio Tévez, “salvado” por el fútbol) lo que aparece retratado entre los pasillos del barrio es casi excluyentemente la amenaza: bandas narcos que ajustan cuentas, asesinatos, tiros, cuchillazos. Lo que conviene a los fines narrativos y a la tensión dramática termina cristalizado en un estigma, y eso es lo que La Queen viene diciendo en la tele en estos días.

“Mi problema no es con Tévez, mi problema es con que se le meta miedo al barrio todo el tiempo. No está bueno mostrar solamente tiros, delincuencia. Porque el barrio no es así. Podés pasar tranquilamente caminando, ir, venir, no es como muestra la serie”, asegura. “No me gustó que muestren que no podés dormir porque te despiertan los tiros. No, dormimos tranquilos, vivimos ahí. Y parece que el barrio está todo copado por el narcotráfico. Tampoco es así. Me molestó muchísimo y por eso salí a twittear. ¡No sabía que iba a ser el Apocalipsis!”.

En lugar del “barrio peligroso”, La Queen prefiere hablar del "barrio que abraza”, como pasó en su propia historia. Y ejemplifica: “Los vecinos se juntan para limpiar las calles, que están como publiqué en las historias de Instagram. No sé por qué les digo calles si no hay, es tierra. Cuando llueve, todo mal. No hay luces, a la noche es una boca de lobo. Las cloacas, horribles. Entonces hay mucho trabajo barrial donde debería estar el Estado. Nos ayudamos entre todos. Ahora, lo que sí nos pasa, es que armamos un CV y tenemos que mentir la dirección, porque si no, no nos llaman. Cuanto más miedo meten sobre el barrio, más nos cuesta conseguir trabajo y tener chances de mejorar. Eso es lo que pido que reflexionen los que tienen responsabilidad sobre los medios y sobre series como esta. Que dejen a un lado los prejuicios, para no seguir generando más prejuicios”.