Comenzó oficialmente la segunda campaña, signada por el resultado rotundo de las Primarias Abiertas (PASO). Contendrá dos debates entre candidatos a la presidencia, el 13 y 20 de octubre. Se van discutiendo temario, tiempos, formatos, hasta los conductores televisivos. Viene a cuento recordar el sostenido entre el presidente Mauricio Macri y su rival Daniel Scioli. Sirve como consumo irónico: es imbatible la cantidad de mentiras y promesas falsas que profiere un Macri mucho más joven, mejor guionado que hace dos años, dispensado de responder por casi cuatro años de gestión devastadora.

Con Alberto Fernández como favorito, la nueva etapa está signada por la explosión del modelo económico. Era inevitable; solo quedaba por saberse cuándo sucedería.

El Gobierno chantajea a Fernández, le exige que avale todas las medidas de Hacienda o del Banco Central (BCRA). La semana pasada presionaba para que bendijera el proyecto de ley sobre reperfilamiento de la deuda. Omitía una sutileza: el proyecto de ley no estaba enviado, lo que se ocultaba bajo el eufemismo “falta conocer la letra chica”. Tal como se indicó en esta columna el domingo pasado tampoco estaba “la letra grande”, el texto original que sería defendido en el Congreso por el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza. Desde entonces, el proyecto dormita. El cheque en blanco que tenía que firmar Fernández es una entelequia.

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Como sueco en rodeo ajeno: El Decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo resolvió comprarse un auto usado para presenciar de cerca las campañas. Sabe algo de mecánica, la corona sueca trepó con la devaluación, se veía conduciendo un coche barato y noble. Le preguntó a su ahijado de tesis cuándo y dónde se remataban los vehículos del Estado, conforme dispuso el Gobierno. El politólogo sueco que eterniza la tesis sobre Argentina, lo hizo bajar a tierra: casi nada de lo que promete Macri se concreta. La venta del parque automotor te la debo como la pobreza cero, los brotes verdes, la lluvia de inversiones….

Ahora, el mandatario afirma que cumplió todas las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Enojado por tantos plantones, el Decano envía un mail al gobierno sueco explicando por qué debe impedir la nueva remesa de 5.400 millones de dólares. Recibe una respuesta cortés, expeditiva, acaso un poco fría: “Lo sabíamos, Profesor, ya lo hemos objetado como socios del Fondo”. Glup.

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Old fashion is beautiful: El Frente de Todos (FT) emprendió campañas austeras para las PASO. Incidieron cuidarse de provocar sospechas sobre aportantes ilegales, la mala onda del empresariado VIP, la tremenda limitación de poderío respecto del PRO que gobierna Nación, Ciudad Autónoma (CABA), y Buenos Aires.
Mediaron asimismo definiciones tácticas: Axel Kicillof recorrió la provincia en giras a su imagen y semejanza. Modo austero, artesanal, cuerpo a cuerpo, sin caretear ni fingir ser otro.

Alberto Fernández es un dirigente de carrera que formateó una campaña en consonancia. “Hicimos política”, autorretratan y celebran.

Pocos días antes del urnazo un columnista del diario La Nación se burlaba de las estrecheces financieras del FT, insinuaba que le faltaría plata para bancar fiscales. Subestimó añejas sabidurías militantes: hay instancias en que corazón mata billetera. En la segunda etapa, lo que parecía castigo es beneficio: los candidatos del FT “no le deben nada a nadie” que no sea el pueblo soberano. Ni el más implacable de los inquisidores mediáticos tiene elementos para decir que Fernández, Kicillof y Matías Lammens son los “pollos” de tal o cual corporación económica. A Macri lo apoyaron con armas, petates y fortunas grandes jugadores que ahora toman distancia, reclaman pactos patrióticos. Ayer nomás pedían carta blanca para despedir a mansalva y sin indemnización, acusaban de mafioso al sindicalista Sergio Palazzo en una cultura donde ese mote es un password para habilitar una denuncia en los tribunales federales. Hasta Paolo Rocca, CEO de Techint (uno de los contados empresarios de primer nivel que tiene pensamiento propio y buenas lecturas), descubre que los argentinos quieren empleo y no plata. De modo tácito desmiente a la narrativa macrista: no son parásitos que viven de quienes pagan impuestos…son laburantes en un país que cometió un industricidio quizá sin precedentes.

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Bilardismo y retoques: Equipo que va ganando no se toca, en el fútbol y la política. Fernández peregrinó por radios y canales. Se prestó a esgrimas interesantes o a ataques de periodistas que se pusieron la camiseta amarilla PRO y pegaron como Blas Giunta en sus buenos tiempos.

La movida persiguió un abanico de objetivos. “Instalar” al candidato, mucho menos conocido que Macri o que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Demostrar voluntad de conversar aún con interlocutores sesgados y agresivos. Aunque la Vulgata hegemónica lo oculte, se diferenció de Macri quien solo juega de local en los medios, como hizo desde diciembre de 2015.

Fernández puede ahora dosificar sus intervenciones porque ha probado su punto y debe precaverse de saturar al espectador-ciudadano.

De cualquier modo, se ha transformado en una noticia en sí mismo. Cámaras de televisión lo acompañan en clases para un puñado de alumnos, una novedad en las coberturas electorales. Nunca tan asombrosa como las presentaciones del libro de Cristina, un hallazgo. Muchos colegas ex presidentes publican memorias, sin ir más lejos el francés François Hollande. Vende bastante, en un tramo cuenta que el presidente ruso Vladimir Putin le regaló unas cartas de Napoleón compradas a un coleccionista (remembranza que comprueba la veracidad del episodio parecido contado por CFK). Pero el texto no le sirve a Hollande como recurso para congregar muchedumbres, afianzar el voto propio.

Las presentaciones de “Sinceramente”, además, le dejan cancha libre a la campaña más clásica y al protagonismo de Alberto Fernández.

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Entre la dispersión y la xenofobia: La victoria, así sea en el estadio intermedio y anómalo de las PASO, fortifica y activa sinergia. La derrota divide, azuza cuestionamientos, centrifuga. La disciplina cambiemita en campaña estalló el 11 de agosto. Cada candidate busca salvar la ropa propia lo que, para demasiades, equivale a despegarse de Macri.

Las promesas presentes se reducen a mantener la cotización del dólar recontra alto. La inflación escala, Macri pide perdón… poca cosa para quienes no consiguen llegar a fin de mes. El mejor recurso del Gobierno es culpar al adversario, ahora no de la pesada herencia sino del presente.

El dirigente social Juan Grabois plantea la necesidad de una reforma agraria, está en su derecho a pensar como le parezca. Y nadie puede obligarlo a alinearse con la coalición que integra. De ahí a pedirle a Fernández y su equipo de economistas que absuelvan posiciones por los dichos de Grabois media un abismo: el oficialismo lo ignora, casi gozosamente. Enlodar a Alberto pinta como la única baraja disponible.

El senador Miguel Pichetto se especializa en fidelizar al núcleo duro del oficialismo: la derecha integral, no solo económica. Xenófobo, despectivo con una madre peruana que brega por volver a reunirse con sus hijos, casi soez. No debería asombrar en aliados de los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro.

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Entre México y Europa: Alberto Fernández conversa con el presidente español Pedro Sánchez y el primer ministro portugués António Costa. El embajador uruguayo en España, Francisco Bustillo, lo invita a su residencia. Trabaron amistad durante el conflicto internacional por las pasteras… una prueba de que el estilo negociador de Fernández no es un disfraz de ocasión.

En Buenos Aires, AF atiende en un local sencillo y recién pintado, en la calle México. Se hace moda periodística inquirir sobre quiénes integrarán el gabinete de quien no ganó aún la elección respectiva. Hipótesis, fantasías, apuestas, operaciones para instalar o “quemar” a decenas de personas…

Una nueva forma de gobernar supondrá algo distinto a una Ley de Ministerios. Fernández imagina y trabaja sobre un rediseño del Estado, sus funciones, su aggiornamento… no apenas retoques a su estructura burocrática. Se reencontró con Gustavo Beliz, ex ministro durante la presidencia de Néstor Kirchner, quien tiene elaboradas ideas e iniciativas al respecto.

El candidato encuentra ratos para pensar en cómo gobernar. Las designaciones, queda dicho, se verán después.

Entre tanto, los partidos que representan a la mayoría de quienes votaron en las PASO promueven la ley de emergencia alimentaria. Quedará para después de diciembre pensar cómo se potencian e institucionalizan las experiencias solidarias de organización popular, de economía y comercialización social. Fueron creciendo en la malaria, desprotegidas o hasta agredidas desde el Estado. Si mediara un cambio de signo político deberían formar parte de un nuevo modelo económico, opina este cronista sin mayor originalidad pero con firme convicción.

 

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