De manera inversa a lo que sucedió en las elecciones de 2015, en el actual proceso electoral el macrismo se fue replegando sobre sí mismo mientras el kirchnerismo hizo alianzas que fueron clave para su triunfo en las primarias. "Hubo un triunfo de la apertura sobre el cierre", dice, en esta entrevista con PáginaI12, Gabriel Vommaro, doctor en Sociología y autor del libro La larga marcha de Cambiemos. El investigador del Conicet analiza el resultado de las PASO, las estrategias electorales del oficialismo y del Frente de Todos, y reflexiona sobre el posible futuro del PRO y de Mauricio Macri.
- Más allá de los problemas económicos, ¿en qué cree que falló discursivamente Cambiemos para resultar derrotado en las primarias? ¿No funcionó la polarización con el kirchnerismo?
-Desde principios de 2018 Cambiemos se replegó en un discurso aceptado por su base: sacrificio económico y mantener viva la llama del antikirchnerismo y el odio moral. El sector que votó a Cambiemos en 2015 y que lo siguió apoyando en 2017 no era parte del núcleo duro, lo votaban buscando resultados tangibles y no república, ni únicamente antikirchnerismo. Llegamos a las PASO con un gobierno que se fue replegando en un discurso polarizante con el kirchnerismo al que construían como caricatura. El problema fue que el Gobierno se empezó a contaminar con el discurso que construía para afuera, y a creer que el kirchnerismo era solamente un grupo minoritario de fanáticos, chavistas y corruptos que tendía a parecerse cada vez más a una secta política y no a un movimiento masivo. Cuando creyeron su propio relato, empezaron a mirar la realidad de un modo distorsionado. A eso se sumó la falta de reacción que tuvieron cuando CFK propuso a Alberto como candidato y empezó a juntar diferentes actores.
- En este sentido, ¿cómo evalúa la respuesta de Macri de convocar a Pichetto?
-El Gobierno tuvo presiones de su base para cambiar la estrategia electoral, sobre todo por parte de los empresarios y las élites económicas. Creían que Macri ya no era el líder que les permitía ganar elecciones y querían que la candidata fuera Vidal o ampliar la coalición hacia Lavagna. Finalmente se replegaron y decidieron que "el líder no se toca". La forma que encontraron de ampliar fue con un vicepresidente peronista. La figura de Pichetto fue atractiva para esas élites económicas que supusieron que, de haber un segundo gobierno, iba a brindarles resortes de gobernabilidad para hacer reformas que no habían logrado. Creyeron que Pichetto era útil para juntar votos en el Parlamento, pero se olvidaron que primero había que ganar las elecciones. Lo cierto es que Macri siempre fue a elecciones con una mujer como compañera de fórmula porque según Durán Barba eso le daba un toque de humanidad. Pichetto es un señor mayor, casi en el final de su carrera política, y cuyo único prestigio está dado por la política de puertas adentro. No es un dirigente con carisma, habla con un tono castrense y ese tipo de voto ya estaba dentro del PRO. Había que ganar otra cosa. Se puso la campera Uniqlo y pretendían que parezca alguien diferente, pero era Pichetto.
- ¿Cree que el resultado de las PASO fue una derrota del management y el coucheo?
-No. Cambiemos trajo algo nuevo en términos de comunicación que fue terminar de desacartonar la política. La idea de la utilización del nombre de pila, de que los políticos son gente común que se saca selfies... Lograron generar una idea de cercanía. Muchas de esas cosas fueron tomadas por el Frente de Todos. A su candidato lo llaman “Alberto”; enfatizaron su figura como la de un hombre común que toca la guitarra y que tiene un perro que se llama Dylan. Cristina misma está llevando adelante un recorrido muy inteligente de desandar su figura mítica y pasar a ser la presentadora de su libro con el que recorre las provincias. Hay una puesta en escena poco espectacular. Ya la campaña de 2017 tuvo ese tinte. La campaña del FdT está siendo muy cuidada en términos visuales, hay un formateo discursivo bastante unificado, una coordinación entre los candidatos que tardó pero llegó, usan redes sociales, segmentación del discurso, las mismas cosas que usa Cambiemos. También sucede que el que viene corriendo atrás siempre parece más humilde. En 2015 Macri, que era un candidato multimillonario, parecía que iba detrás del "aparato kirchnerista". Ahora esa imagen la da Axel Kicillof recorriendo la provincia con un Clío. No veo grandes diferencias, veo una oposición que entendió que tenía que cambiar su discurso, sus propuestas hacia la sociedad y sus estrategias de alianza. Del otro lado hay un Gobierno cada vez más replegado. Hubo un triunfo de la apertura sobre el cierre.
- ¿Cómo analiza la reacción de Macri tras el resultado de las elecciones?
-La derrota desluce y más cuando sucede de modo tan crítico. Uno puede pensar que, en momentos de crisis, el kirchnerismo -que era mucho más sólido en términos de sus voces comunicacionales- también trastabilló. Los cimbronazos no son fáciles, pero sin dudas el modo en que el Presidente tramitó esa derrota estrepitosa fue pésimo y eso habla de lo inesperado que fue para ellos, de lo intoxicados que estaban. Es llamativo que un equipo de comunicación tan hábil no haya tenido un discurso preparado por si perdían por mucho. Los reflejos de Macri se vieron claramente, el rey quedó desnudo.
- ¿Cómo funciona el miedo en el discurso de Cambiemos? El temor inculcado a una “chavización” de Argentina, el miedo al castigo de los mercados si no se los vota a ellos...
-El miedo a la chavización en 2015 funcionó en ciertos sectores sociales, fundamentalmente en el mundo de los negocios, no era un temor generalizado. Desde el Gobierno se fue propagando el tema y alcanzó una amplitud enorme. Siempre en Argentina el miedo al comunismo fue un miedo o de las elites o de sectores minoritarios. Cuando Pichetto decía "Kicillof es marxista", no era algo que apelaba a las grandes mayorías. Es más, el tildado de marxista sacó un 50 por ciento en Provincia de Buenos Aires. Esas son estrategias que funcionan en pequeños grupos, en nichos, y son útiles para crear una épica pero no vieron que la épica ya estaba creada, ese tercio ya estaba adentro. A los que hacía falta convencer no los convencían con el miedo al chavismo o marxismo, menos en una situación económica tan compleja como ésta. Porque incluso la oposición pudo decir: “Vos sos Venezuela, no yo".
- ¿Qué va a pasar con el PRO? ¿Cómo se imagina el futuro de Macri en particular, si no logra la reelección?
-Es la gran incógnita. En el hipotético caso de que Macri hubiera hecho una buena campaña y ganara las elecciones, el 11 de diciembre ya iba a ser un presidente sin reelección, ya tenía competidores internos que iban a intentar ser sus sucesores, su liderazgo estaba en declive. Larreta o Vidal podrían serlo, pero no es lo mismo tramitar la sucesión desde el lugar de ganador que desde el de perdedor. Si pierde, hay que ver en qué condiciones, por eso muchos le dicen: "Tranquilo, aun tenés mucho para perder”. El PRO es un partido que tiene cerca de 17 años y cuando crece una institución política crecen también las personas que están dentro y que están interesadas en que eso continúe porque de ello depende su trabajo, su identidad política. Aun tienen muchos diputados, senadores, intendentes. El PRO se puede replegar en la zona centro del país. Pero todo depende de octubre, si pierden la Ciudad de Buenos Aires no es lo mismo que si la ganan, es su bastión. Los partidos necesitan de lugares para mantener a sus militantes rentados. Pero fundamentalmente considero que así como hubo gente que pensó que el PRO era una especie de rayo en una noche serena, también es un error pensar que se va a caer como un castillo de naipes.
- ¿Qué va a pasar con los radicales y Juntos por el Cambio?
-Cuando fue la debacle de la Alianza, el radicalismo cayó fuerte. En 2003 sacó menos del 3 por ciento de los votos. Sin embargo, hoy es una fuerza con consistencia. Es cierto que se sostuvo a través de algunas universidades que fueron su caja, pero así y todo sufrió mucho con su repliegue y la vuelta al gobierno fue una forma de decir: "Volvemos a tener lugares en donde sostener a nuestros cuadros". Hay radicales de Cambiemos que tironeaban a su partido para abandonar la alianza pero no es tan claro hacia dónde van a ir. Si hablamos de Cambiemos uno se pregunta: ¿se desarmará si el PRO, que era el que comandaba el barco, choca contra el iceberg? Hubo años de inversión en la construcción de esa alianza y no es tan fácil pensar qué sucederá. Hay un tercio del país que encontró su fuerza política y llegó al poder. Eso no se puede desestimar.
Entrevista: Melisa Molina.