La Masacre de San Miguel del Monte tiene varias certezas: que hubo cuatro jóvenes asesinados y una adolescente herida de gravedad, que los policías dispararon al menos diez veces sobre un auto en el que iban chicos cantando y que cuatro de los proyectiles impactaron en el viejo Fiat Spazio, según el peritaje de Gendarmería incorporado a la causa. Una de las balas policiales fue hallada en el cuerpo de Gonzalo Omar Domínguez, una de las víctimas mortales. Se sabe también que hay 13 procesados, algunos imputados por homicidio y otros por encubrimiento. Lo que no se sabe es el por qué de la demencial intervención policial y por qué razón, en las horas siguientes al trágico episodio, varios personajes –algunos procesados y otro no— fueron a grabar con celulares algunas de las imágenes de las cámaras de seguridad, en el momento preciso en el que comienza la salvaje persecución. Allí estaría la clave del por qué de la masacre.
Después de la persecución y los tiros, el Fiat se estrelló contra un camión estacionado sobre la colectora de la ruta 3. Eso pasó cuando habían transcurrido pocos minutos del 20 de mayo pasado. El personaje clave parece ser el policía Héctor Enrique Angel, alias “Pipi”, sospechado de tener vínculos con el narcotráfico y uno de los detenidos en la causa. Según declaró la oficial Melina Bianco –procesada y excarcelada–, el “Pipi”, que no había intervenido en la persecución, fue de los primeros en llegar al lugar del choque para observar cómo estaban las cosas. A las dos de la mañana, el mismo personaje llega al Centro de Monitoreo de la Municipalidad y “pide observar la cámara, toma su teléfono celular y graba parte de la persecución en la Rotonda Almirante Brown hacia Colectora 9 de Julio”, que es el lugar donde se produjo la colisión entre el Fiat y el camión. Empleados del Centro de Monitoreo que declararon en la causa, dijeron que “Pipi” estaba acompañado de otro uniformado al que no identificaron y que no figura entre los imputados. Otra información, obtenida por este diario, señaló que no era un policía sino un concejal de Monte.
Otro de los empleados precisó en su declaración ante el fiscal Lisandro Damonte que las imágenes de esa parte de la persecución fueron vistas una y otra vez por los dos personajes. Para justificar la razón de tanto apuro en ver todo con tanto detalle, “Pipi” y su acompañante mintieron, dijeron que las grababan en el celular “para llevarlas a la Fiscalía”. Tan clara es la situación del “Pipi”, que en el auto de procesamiento y prisión preventiva el juez platense Eduardo Silva Pelossi señaló, como uno de los elementos para procesar al policía, que “se evidencia el previo conocimiento por parte del imputado” de los posibles motivos que llevaron a la persecución y al cuádruple homicidio y a la tentativa de homicidio en perjuicio de la única sobreviviente, Rocío Quaglariello. Hasta ese momento, sólo se hablaba de un “accidente” y no de una masacre cometida por policías.
Otro de las visitas compulsivas al Centro de Monitoreo, en este caso cerca de las tres de la madrugada, fue la del imputado por encubrimiento Claudio Martínez, exsecretario de Seguridad de la Municipalidad de Monte.
Todo indica que Martínez ya sabía entonces el resultado de la persecución, pero a la empleada con la que conversó acerca de las imágenes de las cámaras de seguridad, le dijo que “se había registrado un accidente y que previamente hubo un 'seguimiento' policial que no tuvo nada que ver con el hecho” en el que murieron los cuatro jóvenes y resultó herida Rocío. En la causa está asentado que el Fiat iba circulando despacio por el barrio Montemar, por Avenida Las Victorias, hacia Costanera. Minutos después se cruza con un patrullero, que luego de girar en la rotonda Las Victorias, comienza a seguir al Fiat. En ese momento, los ocupantes del auto comienzan a sentir la persecución, dan una vuelta manzana y retoman el camino hacia Costanera, cuando se cruzan con un segundo patrullero. Es recién allí cuando el auto comienza a escapar con mayor velocidad.
Dorina Bermúdez, abogada querellante en representación de la familia de Gonzalo, le dijo a este diario que se presume que hubo “al menos diez disparos” contra el Fiat. Uno de ellos hirió en el muslo al chico de 13 años, y otros tres impactos quedaron impresos en la parte posterior del Fiat, que terminó destrozado al chocar contra el camión. Cuatro vainas fueron rescatadas por los vecinos, antes de que los policías hicieran desaparecer la evidencia. Todos los disparos identificados fueron realizados por el capitán Rubén Alberto García, uno de los cuatro acusados por homicidio agravado.
Parece evidente que el “Pipi” y su acompañante fueron al Centro de Monitoreo para observar imágenes que podrían comprometerlos, a ellos o a alguien de su conocimiento. Una mujer que declaró en la causa dijo que un vecino le comentó que lo que habría provocado la persecución ocurrió cuando el Fiat y uno de los patrulleros se cruzaron cerca de un lugar llamado “La cueva del oso”. Lo cierto es que algo pasó en el barrio Montemar que convirtió al paseo de cinco amigos en un drama que conmociona a San Miguel del Monte.