La muerte reciente de Edgardo Andrada, arquero de la Selección nacional, Rosario Central y Colón, pero además agente de inteligencia de la última dictadura, removió un tema poco divulgado. Así como desaparecieron 220 deportistas en la Argentina de 1976-1983, también hubo represores y delatores entre un grupo reducido de atletas. El caso del Gato -como lo llamaban al número uno- es el más conocido pero no el único. Falleció a los 80 años recordado más por su condición de personal civil al servicio del régimen cívico-militar antes que por su pasado como futbolista célebre. Se había hecho famoso en el plano internacional por la anécdota del penal que le convirtió Pelé cuando atajaba en Vasco da Gama, y que se transformó en su gol Nº mil el 19 de noviembre de 1969. Doce años después le darían un alías en el Estado -Eduardo Néstor Antelo- luego de que lo recomendara como espía del Ejército el teniente coronel Jorge Roberto Diab. Esa, su segunda vida, comenzó el 25 de agosto de 1981, según constaba en su legajo. Todavía jugaba como profesional. Sus superiores lo destacaban por “su espíritu de colaboración y contracción al trabajo”.
Al arquero lo sobreviven otros integrantes de los grupos de tareas que fueron tan deportistas como él. Juan de la Cruz Kairuz, ex jugador de Atlanta, Newell’s, San Martín de Tucumán y Gimnasia de Jujuy es el más difundido. Aun hoy dice “tengo la conciencia tranquila” cuando se ventilan las acusaciones que recibió por haber integrado una patota que ingresó a la casa de Luis Arédez, en Libertador General San Martín, el 13 de junio de 1977. Ricardo, el hijo de Luis -ex intendente detenido-desaparecido de la ciudad jujeña-, siempre lo señaló como el hombre que encabezó el operativo.
Kairuz todavía niega las imputaciones que recibió. Un juicio por delitos de lesa humanidad continúa en Jujuy y lo tiene a él como protagonista a distancia. El año pasado siguió las audiencias desde su casa en Salta, donde tuvo una prolongada y exitosa campaña como director técnico. La querella se preguntó: “No sabemos por qué no lo obligaron a presentarse”. En junio de 2018, el ex futbolista y ex policía que trabajó al servicio de la familia Blaquier en el ingenio Ledesma le brindó una extensa entrevista al periodista Roberto Raúl Gramajo, del programa Contacto mano a mano de Salta. Dijo Kairuz que “a través de Ledesma me castigaron a mí. Porque yo trabajaba en el club que es de la empresa… Juan de la Cruz Kairuz tiene un nombre para la prensa”.
La popularidad que se atribuye el entrenador coincide con el perfil de agente que buscaban los militares cuando contrataron a Andrada. De su ficha de ingreso a los servicios se lee: “Su figura de ex arquero de Rosario Central concita adhesiones y confianza especialmente en los barrios de trabajadores, lo cual facilita su penetración al objetivo impuesto”. El Gato revistaba como agente del destacamento de Inteligencia 121 de Rosario.
En 2011, treinta años después de que se integrara al aparato represivo de la dictadura cívico-militar, empezaron sus problemas judiciales. Se lo involucró en la desaparición y asesinato de los militantes montoneros Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi. Ambos fueron secuestrados el 14 de mayo de 1983 en el bar Magnum, de Rosario, antes de que el régimen abandonara el poder. De aquella situación jurídica Andrada salió airoso gracias a un fallo del juez federal de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo, quien le dictó la falta de mérito.
Viejos compañeros del arquero en Central, como Aldo Pedro Poy y Otto Sesana, se sorprendieron al escuchar la versión de que recolectaba información para el Ejército. Le habían perdido el rastro cuando se fue a Brasil. Pero ya de regreso en la Argentina, su trayectoria continuó en Colón y luego en Renato Cesarini, donde abandonó el fútbol a los 43 años. Andrada dejó una marca no superada hasta hoy: fue el número uno que en más partidos defendió el arco del equipo de Arroyito: 284 entre 1959 y 1969 cuando lo vendieron al Vasco da Gama. Muchos años después se volvería a saber de él por los diarios. Había sido contratado como asesor deportivo en la Legislatura provincial, durante la gobernación del peronista José María Vernet. El miércoles 4 falleció en Mar del Plata, a donde se había mudado desde Rosario.
Amadeo Gándola es otro ex futbolista que fue colaboracionista de la dictadura. Su historia se conoció gracias a una investigación que desarrolló el periodista santafesino Nicolás Lovaisa. “Jugó entre 1956 y 1957 en Unión. Llegó proveniente de Atlanta y luego pasó por Godoy Cruz e Independiente Rivadavia. Entre 1976 y 1983 fue uno de los PCI (Personal Civil de Inteligencia) que reportó a la Fuerza Aérea. Se suicidó en 2006”, escribió el colega. Este caso tuvo su punto de partida en un hallazgo de Edgardo Imas, historiador del club de Villa Crespo. Lovaisa le atribuye haber encontrado su nombre en un listado de agentes de inteligencia cuando se abrieron algunos archivos del régimen militar. “A diferencia de Andrada y Kairuz, el nombre de Gándola no aparece hasta el momento en ninguna causa de lesa humanidad en la ciudad de Paraná”, contó el periodista. El ex defensor murió en la capital de Entre Ríos al arrojarse desde el sexto piso del edificio donde vivía. Tenía 78 años.
Entre los agentes encubiertos que sirvieron al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, el fútbol también aportó un par de árbitros de la Liga de Mar del Plata: José Francisco Bujedo y Angel Narciso Racedo. El primero era referí y el segundo, quien ya falleció, su asistente como juez de línea. En los operativos que realizaban desde la base naval en la ciudad balnearia se invertían las jerarquías. Racedo le daba órdenes a Bujedo, quien recibió una condena a ocho años de prisión como autor de los delitos de “privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia y amenazas y por su duración, e imposición de tormentos agravados por haber sido cometidos en perjuicio de un perseguido político, de los que resultó víctima Edgardo Rubén Gabbin”.
Así como Andrada, Kairuz y Gándola integraron los grupos de tareas de la dictadura, hubo 19 futbolistas detenidos-desaparecidos. Raúl Leonel Brú, Luis Ciancio, Ignacio Manuel Cisneros, Ricardo Osvaldo Cuesta, Ricardo Gabriel “Gallego” Del Río, Daniel Favero, Pedro “Paisano” Frías, Alberto Armando Garbiglia, Juan Carlos Luna, Carlos Laudelino Manfil, Gustavo “Papilo” Olmedo, Francisco Víctor Pana, Hugo Reynaldo Penino, Rodolfo Prestipino, Antonio Piovoso, Eduardo “El Gallego” Requena, Carlos Alberto Rivada, Ernesto David “Ranga” Rojas y Heldy Rubén “Tucho” Santucho. De algunos como Ciancio u Olmedo se encontraron sus restos muchos años después. A los demás sus familiares los siguen buscando.