Al igual que le sucedió a Diego Armando Maradona cuando salió por la boca del Lobo inflable en el Bosque platense y todos corearon su nombre, también a Charles Leclerc se le vino la infancia encima -aunque sólo tenga 21 años-, cuando al fondo de sus rápidos giros en Monza vislumbraba una multitud gritando la misma palabra al unísono: Ferrari. Maradona se acordó de su papá y de la Tota; lo que recordó el hombre de la escudería italiana de Fórmula Uno, cuya emoción quizás fue el ingrediente mágico para llevarse el Gran Premio de Italia este domingo, fueron sus sueños.
"Esto que viví hoy va más allá de todos los sueños que tenía de niño. Ver tanta gente alentando al mismo equipo, cantando toda junta, es increíble", soltó feliz el nacido en Montecarlo. Leclerc peleó hasta el final en tierras italianas, para ganar con un tiempo de 1h15m26s665/1000, presionado por los Mercedes del finlandés Valtteri Bottas (+0.835) y el británico Lewis Hamilton (+35.199s), y conseguir su segunda victoria consecutiva, tras la que se llevó de Bélgica el pasado domingo.
Pero si el triunfo a Leclerc le actualizó hasta sus sueños más bellos, para Ferrari fue una alegría que le permitió sepultar una pesadilla bien fea. Sucede que, si su debutante no se llevaba la victoria, la escudería italiana hubiera llevado a los dos dígitos una racha negra en Monza, sin alegrías allí -ni más ni menos que en su casa-, desde hace nueve años. El último vencedor del GP de Italia, allá por 2010, había sido el español Fernando Alonso. Pero Leclerc, con la frescura de su juventud, ha dado vuelta la página en la cita más importante del año. Y también se posicionó como el líder de Ferrari, adelantando al alemán Sebastian Vettel para ubicarse cuarto, en esa clasificación mundial de pilotos que sigue liderada por el inglés Hamilton.