El papa Francisco llegó ayer a Mauricio, última etapa de su gira por tres países africanos. Mauricio es una isla multiétnica y turística del océano Índico, donde alertó a los jóvenes sobre la necesidad de salvarse de "los mercaderes de la muertes", en alusión a la droga, un mal endémico en el país. Unas 100.000 personas se congregaron durante la misa papal frente al Monumento a María Reina de la Paz, en la ladera de una colina, según los organizadores.
Al igual que en el aeropuerto, los fieles le dedicaron canciones y saludos con ramas de palma al papa argentino, quien llegó 30 años después que lo hiciera Juan Pablo II y brindara una misa en el mismo lugar. En su tan esperada homilía, Francisco se dirigió sobre todo a los jóvenes al pie del monumento que domina Port Louis, capital de uno de los Estados más desarrollados de África. La misa fue retransmitida en directo.
"Pero qué duro es constatar que, a pesar del crecimiento económico que tuvo su país en las últimas décadas, son los jóvenes los que más sufren, ellos son quienes más padecen la desocupación que provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común", destacó.
"Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI", prosiguió.
El Papa dijo que los jóvenes "son nuestra primera misión". "¡No nos dejemos robar el rostro joven de la Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la muerte quienes roben las primicias de esta", insistió.
Según un informe de 2018 del Observatorio de Drogas mauriciano, el tráfico y el consumo de drogas (heroína, cannabis, cocaína, drogas sintéticas) ha aumentado en los últimos años en la isla.
Con banderas o camisetas con la imagen del Papa, algunos fieles llegaron de madrugada ante el monumento erigido en 1940, a la gloria de María, agradeciéndole haber protegido a la isla durante la Primera Guerra Mundial.
"Es una gran alegría ver al Papa pisar el suelo de Mauricio", dijo Brinda, procedente del sureste del país. "Que traiga paz a Mauricio, a nuestras familias, a nuestras iglesias. Es un regalo de Dios verlo en nuestro país, agradecemos al Señor por ello", añadió. "Somos más de 3.500 venidos desde (la isla de la) Reunión", explicó Josette, tocada con sombrero de paja, asegurando que no es culpa de Francisco no haber visitado otras islas del Índico, como sí lo hizo con Mauricio y Madagascar. "No importa, venimos hasta aquí por nuestra fe", afirma.
En un mensaje de video dirigido a la población de Mauricio, el Papa, ferviente defensor del diálogo interreligioso, había elogiado a un pueblo "enriquecido con diversas tradiciones culturales y también religiosas". Muchos fieles pudieron seguir la misa ante pantallas gigantes.
Mauricio, una isla situada al este del continente africano, tiene una población de 1,3 millones de personas, predominantemente hindú (52 por ciento), aunque con importantes minorías cristianas y católicas (30 por ciento) y musulmanas (18 por ciento).
El primer ministro de Mauricio, Pravind Kumar Jugnauth, considera la visita del Papa como una vitrina del "éxito de Mauricio en el plano económico y social, y como un verdadero modelo de pluralismo".
"Nuestra diversidad cultural nunca nos ha impedido crear un espacio favorable al diálogo, el entendimiento y la paz", comentó.
Mauricio, con una democracia estable y una economía de ingresos medios, contrasta con las dos anteriores escalas del Papa, Madagascar y Mozambique, dos de las naciones más pobres del continente africano.
La visita de Francisco coincide con el 155º aniversario de la muerte del sacerdote Jacques Desire Laval, un religioso francés fallecido en Mauricio en 1864 y beatificado en 1979. El Papa visitará el mausoleo del misionero Laval, conocido como el "apóstol de Mauricio".