"Querida, me deportan. Estoy encerrada en migraciones del aeropuerto de Teherán por puto del  SOY de Página/12 y por el libro Fiestas, baños y exilios. Me devuelven a Estambul en 7 horas." Con rigor y síntesis, un par completamente ajeno al estilo erotobarroco que le valió el título de "Rosa prepucio", Modarelli enviaba este sumario de su futura crónica y también, para buena entendedora, un pedido de socorro. Con el dandismo que aflora ante el peligro en toda una  generación educada bajo el Tengo miedo torero de Lemebel y la mujer araña de Puig, me anunciaba ayer a las 11 de la mañana vía whatsapp que estaba detenido en el Ayatollah Jomeini. 

El nombre del aeropuerto de Teherán me distrajo un segundo antes de comunicar el problema de nuestro compañero a la dirección de este diario que enseguida contactó con el cónsul argentino en Teherán.  Apareció la escena en la que el último Sha, Mohamad Reza Pahleví, camina abucheado por el pueblo  junto a la bella esposa Farah Diba, la Grace Kelly persa desterrada con sus dos hijos que tanto había costado traer al mundo. Hito y eslabón de una enorme tragedia nacional que aquí se devoraba como chimento de Revista Hola, que es como se leía a Oriente hace unos 40 años.  Y enseguida, la escena de la valiente periodista italiana Oriana Fallaci, que años después se volvió reaccionaria y racista, cuando le dijo “tirano” en la cara a al Ayatolah Jomeini y se sacó el chador en su presencia. ¿Se animaría Alejandro a responder sí cuando el más pesado de los oficiales le preguntara: "¿usted es gay"? En algunos artículos sobre la regulación de la sexualidad en Irán dicen que esa pregunta se le formula 4 veces al acusado y si la respuesta sigue siendo un sí, se da por comprobada la sodomía. La Fallaci tenía el respaldo de las cámaras y un mundo de testigo, y un Ayatolah que por su religión no podía permitirse estar ante una mujer sin velo y se retiró. 

El periodista argentino, demorado en migraciones tenía un celular con batería y muy buena señal, que nadie le confiscó en ningún momento. Lo pusieron en un salón que el mismo describió como VIP, posiblemente en comparación con el maltrato que temió venir y que no vino. La realidad de Oriente, sujeta como antes a la deformación, ya no se lee como cuento de hadas sino como una miniserie de acción y guerra, sede de los mayores atentados contra los derechos humanos. Hay algo muy cierto: el Código Penal Islámico iraní que se volvió "más moralista" desde la revolución iraní de 1979 con Jomeini, contempla la pena de muerte por el delito de sodomía, lo mismo que para el adulterio. En algunos artículos, el código, que parece concentrarse en la práctica de penetración, en desmedro del  ser y parecer, distingue la pena que le correspondería a los sodomitas "pasivos o receptores" (la muerte)  y  a "los activos" que tienen cierta chance de salvarse de la lapidación. Este año ahorcaron a un hombre de 31 años declarado culpable de tener relaciones sexuales con otro hombre. ¿Que le puede pasar a un extranjero proveniente de Sudamérica? ¿Por portación de cuerpo un visitante  infringe la ley? 

 En junio de este año la cantante británica Joss Stone, pasó por el mismo calvario burocrático que Modarelli. Un poco más: estuvo detenida una noche y luego deportada por cantante y por mujer en un país donde la ley prohíbe  que las mujeres ofrezcan un show de musica solista. Pero ella no planeaba cantar en Irán, ni discutir las leyes de ese país. La deportaron "por las dudas", le confirmaron que figuraba en lo que ellos mismos llamaron "la lista negra" donde sin dudas Modarelli comparte cartel.  

¿Cómo lo descubrieron? Entusiasta Marco Polo de la política sensual de Oriente, Modarelli no ignora la advertencia que figura en todas las guías gays del mundo: la lista de lugares de riesgo para el turista gay forman un mapa mundi:  Irán junto con Emiratos Arabes encabezan una lista que sigue con Rusia, Líbano, Singapur, Liberia, Bután, Burundi y Turkmenistán, y mucho más. Queda descartado que haya descendido del  avión con la capelina y los guantes que suele lucir en su cuenta de Facebook gracias al make up de ciertas  aplicaciones. Los sabuesos de Teherán no detectaron la mariconería a flor de piel, Modareli evitó también darse un paseo por los baños del aeropuerto. Lo estaban esperaban con su prontuario, inteligencia de prevención online, como le pasó a Joss Stone: “Me preguntaron si era yo era el autor del libro Fiestas, baños y exilios, y luego si era también el que escribía esas notas en Página/12. Dije que sí". La palabra clave que aparece en el subtitulo del libro que escribió junto con Flavio Rapisardi en el año 2001 debe haber desatado el resto: "Los gays porteños en la última dictadura". Le hicieron una tercera pregunta: ¿usted es gay?  Le comunicaron que estaba deportado y que debía esperar allí el próximo avión.  

 

A la media hora llegaba este nuevo mensaje: "Acaban de venir a decirnos que si queremos entrar lo  arreglan si damos dinero por izquierda." 

Desde aquí, algunos amigos, generación educada en Jean Genet y su teoría de la verdad carcelaria y la ética delincuente, alentaban al cronista a que pagara la coima y siguiera la aventura hasta las últimas consecuencias. Modarelli mientras tanto, se habrá sentido como en casa: el tono agazapado del coimero, los cambios de humor ante la duda de su víctima, parecen hermanarnos a todes en la distancia con un sello que consideramos  argentino. Finalmente tomó una decisión algo más burguesa pero que le permitirá contar este cuento. Nuevo mensaje:  "Te confieso que me tenté. Por puta casi agarro, pero le dije que no". Le  anunciaron que el próximo avión saldría en 7 horas que terminaron siendo muchas más.  Esas horas aparecerán en la crónica completa que se podrá leer este viernes en la versión online de SOY.  Con un pie en el avión que lo saca de Irán, envía esta mañana el comienzo de esta historia escrita en el VIP y desde el teléfono celular. Llega con título y con firma:

FIESTAS BAÑOS Y DEPORTACIONES. Por Alejandro Modarelli

"Son las 9 pm en el Aeropuerto Khomeini en Teherán. Si no fuera porque me encerraron en un salón VIP y me sumerjo en la ingesta que ha hecho de mí un objeto de deseo en el Medio Oriente - tal punto que no quiero dejar rincón sin probar- creo que estaría a punto caramelo para sufrir un ACV.

Hace unas horas llegue a Irán embarazada con las imágenes de Persépolis, de los mercados persas, de los jardines de Babilonia. Es decir, entregada a todos los deleites que la tradición oral y rectal me proveía en mis días de asfalto porteños. Me habían afirmado que no habría problemas en hacer una visa on arrival, es decir que, con un formulario y estampillado a la llegada, se abrirían las grandes alamedas de esta parte de Oriente.

Pero no. Después de un agradable recibimiento, con mi amiga la Juan, que se puede ver en segundo plano en la foto tratando de entretenerse con un sandwich, tuvimos que asentar nuestras nalguicies en la mesa de migraciones, como si se tratara de un té en suspenso, promesa de backlavas y hamames. Al rato las caras de los funcionarios fueron transformándose en burocracias malevas, miradas de soslayo desde atrás de los mostradores , ir y venir y preguntas sobre ocupaciones y proyectos turísticos, hasta que en un momento emerge de una puerta otro de los chongos, pero en registro S/M, que se sienta y me mira con unos ojos que me laceraban las tetillas y me pregunta: “ Es usted el autor de Fiestas, baños y exilios?”

Yo no sabía si venía a encarcelarme o a pedirme un autógrafo. Gesto adusto, este Darío de la posmodernidad iraní conmovió mis carnes y atizó mis miedos de viajera madura pero sin paz. “Es usted gay, qué quiere hacer en Teherán?”

De pronto una vanguardia de ángeles maricones sobrevolaron la coránica sala, pintaron de rosa los escritorios, dejaron al desnudo los cuerpos, y me elevaron sobre la mesa para darme el coraje de decir “Sí”. Uno de Los Ángeles se llamaba Juan Gabriel, y oí que se reía : “lo que se ve no se pregunta” .

Me negaron el visado y me anunciaron la deportación. Por puto, por ser del SOY de Página/12, por la maldita tecnología de Google puesta al servicio de la buchoneada. Por haber escrito en 2001 un libro sobre la sociabilidad gay en una recóndita región del mundo, al menos desde el horizonte iraní.

Sigo a la espera del avión que me devuelva a Estambul en 10 horas. Cada tanto cruza mi camino un bello muchacho al que quisiera cantarle “dicen que nuestro amor es imposible, pero que se yo de los amores y las religiones “.

Ahora me llama el cónsul argentino en Teherán gracias a los oficios del diario en el que saldrá esta crónica. Indignado por la necedad de los muchachos de migraciones. Y por el esmero que a veces ponen en las pingües avivadas: a ver si el colibrí deja caer unos verdes del pico. Me comenta que hoy es un día de luto en este país. Irán toma la forma de un pastel negro, requiem seriados chiitas, performances en los que los cuerpos son almas y esas almas representaciones del cuerpo martirizado del nieto de Mahoma, asesinado en el año 680 después de Cristo. La conmemoración se llama Ashura, y acá de yapa, tienen a una marica en pleno martirio aeroportuario.

 

Una vez que pase este momento de pánico que, como movimiento de sístole y diástole, me atraviesa el corazón y me encarna el alma fugitiva, seguiré con el relato como otro más de las Mil noches y una noche. Sherezada hirviendo en los corredores de Jomeini , caliente como un pecado a la marsala."  ¡CONTINUARA!