Cuando tenía tan solo 4 años, Dolores Fonzi ya sabía que quería ser actriz. Como era una niña no tenía referentes, pero su juego era la interpretación. Después, estudió teatro y en 1996, luego de cumplir los 17, hizo su primera aparición televisiva en la serie La nena. Dos años más tarde, tuvo su protagónico en Verano del ’98. Cuando concluyó su labor en la tira creada por Cris Morena, comenzó a trabajar en cine: primero integró el elenco de Plata quemada, de Marcelo Piñeyro, y al poco tiempo, de Esperando al Mesías, bajo la dirección de Daniel Burman. Desde entonces, su carrera se fue alternando entre la televisión y el cine, y su mirada penetrante, casi podría decirse que intimidatoria y a la vez cautivante, fue una marca personal. Este año ya se la vio en La misma sangre, de Miguel Cohan, y pronto su actuación se destacará en dos películas: Claudia, de Sebastián De Caro -que se estrenará mañana jueves-, y en Así habló el cambista, de Federico Veiroj.
La Claudia de la película de De Caro es una organizadora de eventos obsesiva con su trabajo hasta el límite. No puede dejar nada librado al azar. Todo entra en su universo de control. Una colega le pide que la reemplace como wedding planner de una importante boda. Claudia acepta pero descubre que el lugar elegido tiene problemas edilicios y sobre la hora decide cambiar la localización de la ceremonia. Este será el comienzo de una serie de acontecimientos que irán complicando la boda y a Claudia. “Yo no iba a ser la protagonista sino Pilar Gamboa. Y Pilar, a dos semanas de filmar, no podía hacerla por un tema contractual. Para mí es un honor que me llamen. Trabajar con amigos siempre me parece bien”, reconoce Fonzi en la entrevista con PáginaI12. Y elogia el film de Sebastián De Caro: “Es una película jugada y que juega con una libertad fuera de los cánones establecidos por el cine nacional, como un naturalismo costumbrista. Eso me parecía arriesgado. A la vez, es una película pequeña. En estos años duros del cine, en los que el Incaa ha vaciado la cuestión de las películas pequeñas me parecía importante apoyar también el cine independiente”, afirma la actriz.
-Claudia es meticulosa hasta la obsesión. Es como una utopía de los obsesivos tener todo controlado, ¿no?
-Sí, pero a la vez uno sabe que no puede controlar todo y así de a poco se le van truncando las cuestiones. El rasgo gracioso de Claudia es ese. Tiene mucha teoría de cómo hacer las cosas, también la eficacia y la autopresión de que todo le salga bien, y por ahí se le va un poco de las manos.
-También es avasallante y por momentos no deja hablar a los demás. ¿Cómo construiste su personalidad?
-Estaba todo escrito. Es un guión muy concreto. Mi personaje hablaba mucho. Mi mayor preocupación era saberme la letra y después habitar ese texto, pero estaba todo dicho. Justamente, habla sin parar y entonces dice todo. Eso es fácil. No había una parte psicológica que yo tuviera que responder de una manera. Te das cuenta de que no tiene vida privada, está supeditada al trabajo, es obsesiva del trabajo y es lo único que se ve de ella. Entonces, tuve que estar conectada al texto, aprendérmelo. Era un montón y, a la vez, poquísimo el tiempo de preparación.
-¿Vos también sos de no dejar nada librado al azar o te gusta más la espontaneidad?
-Una mezcla, depende en qué. Con mis hijos me gusta tener todo organizado. Siento que la organización es amor, y que estar atenta y pensando en todo lo que necesitan tiene que ver con el amor. Por otro lado, en mi vida me gusta claramente que me sorprendan cosas. Me dejo sorprender por situaciones, soy corajuda y valiente para entregarme a situaciones que no sé muy bien en qué pueden terminar, pero me gusta vivir la experiencia de no saber.
-¿Y como actriz sos meticulosa en la construcción de los personajes o te gusta un poco de libertad para darle lugar a la intuición?
-Depende. Hay una anécdota de Bette Davis muy buena: ella llegaba al set y el director le decía: “En esta escena entrás por esa puerta”. Y ella respondía: “¿Y si entro por esta?”. Si el director le indicaba: “Ah, bueno, puede ser”, ella afirmaba: “Dirijo yo la película”. Y si el director le señalaba: “No, entrás por esa porque es por ahí”, ella pensaba: “Ah, ok, hay un director”. Entonces, depende en qué caso. Me doy cuenta de qué quiere el director y cómo lo pide, si sabe lo que quiere y en función de eso a mí me gusta que me dirijan. Cada director es un mundo y hay miles formas: hay formas más abismales de dirigir y otras más controladas. A mí me gusta tratar de entender el universo del director y ser funcional a eso que él propone. No me gusta pelearme con la película, con el director ni nada.
-¿Se puede querer el personaje?
-Sí, se lo puede querer. También te puede dar fobia tener que hacer ciertas escenas o saber cuándo viene la escena difícil por alguna circunstancia que puede ser cualquier circunstancia: puede ser que estés actuando en invierno y te quieras morir porque estás en exteriores con musculosa, o puede ser que la escena sea muy dramática o una escena de sexo. Por cualquier circunstancia, hay momentos que te dan más fobia que otros. Claudia no. Más que nada, me divertí mucho. Mi gran tema con la película fue la gran cantidad de texto que tenía, pero después me divertí mucho.
-¿Y cuál fue el personaje que más quisiste?
-No sé, porque uno quiere el personaje por cómo fue el rodaje, por lo que pasó después con la película, por lo que te trae después la película hecha, o porque viviste un momento de tu vida particular durante el rodaje. Hay mil razones por las cuales uno quiere a un personaje. Yo puedo querer a Paulina, de La patota, porque para mí hubo un antes y un después. Hubo como una revelación de un mundo con esa película, con respecto al feminismo y a la decisión de la propia soberanía del cuerpo. Después, la realización del personaje fue re compleja, pero lo quiero.
-¿Fue el personaje que permite una discusión más actual por cómo se fue transformando la sociedad en torno a la problemática de la violencia de género?
-Claro. Por eso digo que fue la revelación de un mundo esa película. Me tuve que entrenar muchísimo en varios temas y fue justo el estreno con la marcha del Ni Una Menos de 2015. Fuimos interpelados por la época actuando algo que, a la vez, tenía que ver con la época. Y eso estuvo bueno. Santiago (Mitre) tiene ese don: es un artista de su época. Y eso no todo el mundo lo tiene.
-Vistas desde el presente, ¿qué crees que generaron esas marchas?
-El movimiento de mujeres es imparable. Viene siéndolo hace un montón de tiempo. Nada es de un día para el otro. Las feministas de la historia mundial vienen allanando camino para que nosotras hoy seamos el movimiento de mujeres que somos. Y no hablo de actrices solamente, hablo en general. El cambio radical es que las mujeres unidas colectivamente (no sólo actrices sino periodistas, pediatras, psicólogas, cineastas) podemos cambiar la base de la problemática de desigualdad y poder visibilizar esas temáticas fue lo que empezó a pasar desde ahí. Fue una marcha a nivel masivo y, a partir de ahí, hubo muchas por aborto y por un montón de cosas. Ahora, el movimiento de mujeres en el mundo está mucho más visibilizado. Tenemos un espacio que es nuestro y nuestras son las calles cuando hay que salir. Somos millones y eso es imparable.
-¿Crees que es posible que se sancione la ley por el derecho al aborto el año próximo?
-Sí. Creo que las PASO fueron un gran gesto del pueblo para ponerle un tope a este gobierno que para mí es de los peores gobiernos que tuvo la Argentina. Terrible. Entonces, tengo esperanza: espero que esa manifestación del pueblo en las PASO hacia esta dirigencia tan irresponsable y nefasta les dé un poder a los que ganen en octubre. Y ese poder tiene que ver con integrar los derechos humanos de una manera consciente. Entonces, el derecho al aborto entra sí o sí. Este es un gobierno que destruyó todo y encima la política de ellos es que “hay que aguantarse el sufrimiento porque a través del sufrimiento vamos a llegar a algo bueno”, cuando estuvieron destrozando todo. Está bueno que el pueblo esté despierto y que pueda expresarse.
-Con respecto al aborto, ¿por qué crees que sigue generando tanta controversia?
-Creo que ya no tanta, considero que se ha allanado muchísimo el camino. Después de todo lo que pasó en 2018 con la media sanción, las chicas en la calle y todo el mundo hablando de eso, hoy en día ya no es lo mismo. Por eso, el nuevo gobierno va a gobernar con poder. Si se mantiene el porcentaje de votos que tiene, es muy alto. Y ese nivel de poder va a hacer que leyes como ésta salgan sin tanta oposición porque no tienen lugar los de la ultraderecha.
-El lugar que fueron ganando las mujeres en la Argentina, ¿es el mismo que en el ambiente artístico o aquí hace falta un #MeToo como en Hollywood?
-Creo que el #MeToo es algo más individual. Es un escrache individual de algo que te pasó con un tipo. Y lo individual está perfecto si necesitás expresarlo por si te sana tu caso individual. Siento que, por ejemplo, desde Actrices lo que nos importa es cambiar la base de por qué te pasó eso. No escrachar solamente al tipo. Que Darthés vaya preso, por supuesto que tiene que pasar, pero no solamente eso sino armar una política que cambie la problemática de por qué sucedió eso, que no vuelvan a suceder Thelmas en el mundo. Que no haya niñas desprovistas de protección cuando se van a trabajar al exterior y un tipo adulto puede violarlas. Eso no tiene que pasar. Pero no es sólo con Darthés. Es con la problemática. La diferencia entre el #MeToo y el hacer un trabajo colectivo de concientización de cambiar las bases de los paradigmas es esa, que lo que queremos cambiar es todo, no que pague tal persona en lo individual, porque eso no cambia nada. Me parece constructivo cambiar las bases de las políticas para que estemos más protegidas.
-¿Crees que todavía no hay suficientes espacios en los puestos de tomas decisiones del poder para las mujeres?
-Por supuesto falta un montón, pero poco a poco la época misma deja de ser tolerante con ciertas cosas. Igual hay mujeres en el poder, pero es verdad que la época sola va modificando los paradigmas.
-¿Cómo vívís la experiencia de Actrices Argentinas?
-Estoy orgullosa de pertenecer a un movimiento de mujeres actrices unidas, porque podríamos no hacer nada y usamos la popularidad que el sistema nos da para denunciar al mismo sistema. Entonces, hay algo que me parece interesante. Y también cuando veo cualquier tipo de movimiento para fraccionar al colectivo de Actrices o al movimiento de mujeres en general, me doy cuenta de que, en realidad, es porque el poder que tenemos las mujeres unidas es enorme. Entiendo que incomode que haya un movimiento tan poderoso de mujeres, pero no Actrices sino de mujeres en general, así que reconfirma que tenemos que seguir juntas trabajando a favor de visibilizar las desigualdades.
-Desde ciertos medios se intentó denostarlo...
-Sí, se intenta denostar todo lo que venga a cambiar las cosas.
-A pesar de todo lo hablado, ¿crees que la sociedad argentina sigue siendo machista?
-Sí, pero hay cosas que por lo menos ya se ponen en duda o se cuestionan, se discuten. Hay cosas que empiezan a tomar otro color. Hay cosas que no pueden pasar y no pasan. O si se evidencian, se reconocen. Pero sigue siendo machista.
-¿Coincidís con Rita Segato en que el enemigo no es el hombre sino el patriarcado?
-Sí, coincido bastante. Entiendo que, obviamente, el hombre fue el beneficiario de todas las ventajas que tuvo gracias al patriarcado. Justamente, el hombre representa al que no quiere cambiar este beneficio, no quiere entregarlo. Pero sí creo lo que decía antes de las problemáticas y que hay que cambiar los paradigmas de la sociedad para todos, incluso los hombres que hoy en día están en bastante problema porque no saben dónde ubicarse ante esta situación, sepan un poco más qué hacer.