“En otro mundo, en otra época, en la Era de las Maravillas. Hace mil años esta tierra era verde y próspera hasta que el Cristal se quebró. Un solo pedazo se perdió, un fragmento del Cristal. Entonces comenzó la batalla y dos razas aparecieron: los crueles skekses y los gentiles místicos. En el Palacio del Cristal, los skekses detentan el mando; con sus cuerpos deformes y sus perversas intenciones, gobiernan sobre una tierra diezmada. Hoy se reúnen frente al Cristal, al subir el primer sol a su punto culminante: al destruir la tierra, aprenden a extraer nueva vida del sol. Hoy, una vez más, se llenarán de vida, engañando a la muerte, a través del poder de su fuente, su tesoro y su destino, el Cristal Encantado”. Hace más de treinta años, la voz de Joseph O’Conor presentaba al mundo el mágico universo de El Cristal Encantado, la película nacida de la imaginería de Jim Henson en colaboración con el director Frank Oz, destinada a desconcertar a la niñez de la época y a conquistar la memoria y la lealtad de varias generaciones.
La imaginación más oscura de Jim Henson
El germen de ese oscuro mundo maravilloso se gestó una tarde tormenta, como cuenta David Fear en la revista Rolling Stone. Jim Henson disfrutaba del éxito de El show de los Muppets y su mundo de marionetas se asociaba al espíritu lúdico e infantil de los simpáticos René y Miss Piggy. Sin embargo, fue ese tiempo de espera mientras la nieve caía sin cesar el que alimentó una fuerza extraña, preñada de mitos ancestrales y monstruos escalofriantes. Henson diseñó en unas horas el fantástico universo de Thra, un planeta gobernado por las crueles ambiciones de los skekses, reptiles deformes y moribundos que custodian un cristal como garantía de su reinado. Bajo su égida, las otras criaturas de Thra, los sabios místicos y los gelflings sobrevivientes, intentan recuperar una vida prometida, sepultada bajo la codicia de esa perversa aristocracia gobernante. En apenas veinte páginas, Henson dio vida a aquella creación: producida por los estudios Universal, de la mano del productor de las películas de Los Muppets, Lew Grade, El Cristal Encantado finalmente se estrenó en los cines en la Navidad de 1982.
Eran los años 80 y si bien Hollywood despertaba a una era de aventuras y fantasía, la película dirigida por Henson y Frank Oz resultó desconcertante para el público. Demasiado terrorífica para la audiencia infantil, demasiado compleja en su narrativa, demasiado original en su diseño de producción, recreó sin proponérselo el fenómeno que El mago de Oz había inaugurado cuarenta años antes. Como aquella en su tiempo, eludió el favor masivo de los espectadores pero gestó un culto subterráneo, alimentado por una cofradía de fans que celebraban esa veta oscura del talento del célebre titiretero. Como había ocurrido a fines de los 30 con el mundo de Oz, Thra era un libro de secretos que todos querían explorar, y sus razas en conflicto, sus villanos despiadados, esos bosques preñados de criaturas peludas y maravillosas reclamaban una segunda oportunidad. El mago de Oz la tuvo con el nacimiento de la televisión, cuando conquistó millones de televidentes alrededor del mundo que seguían las peripecias de Dorothy más allá del arco iris. Y la ambición de Henson también tuvo su recompensa, pese a los años de espera y a la temprana muerte de su creador.
Los intentos de explorar el territorio de Thra y toda su mitología se remontan al siglo pasado. Henson había alcanzado el éxito con Laberinto (1986) pero su invención más radical seguía esperando turno para una secuela archivada en un cajón. Otras sagas alimentaron el cine de comienzos del siglo XXI, desde la propagación del fantástico universo de Star Wars, hasta el desembarco de la fábula ideada por J. R. R. Tolkien. Mientras tanto, las criaturas de Henson seguían gozando de los mismos elogios por la técnica que combinaba las marionetas con la plástica de los fondos, pero sin trascender al reinado del merchandising, las remakes o el necesario impulso para su continuación. El 2011 fue un año clave: el director Louis Leterrier pidió una reunión con Lisa Henson, la heredera de la Jim Henson Company desde la muerte de su padre en 1990. Nadie parecía creer que Leterrier, un francés famoso por la saga de El transportador con Jason Statham, pudiera ser un fan obsesivo de aquel mágico mundo de corrupción, profecías y genocidio. Pero el ímpetu de Leterrier entusiasmó a Lisa Henson y tras varios años de intentar dar forma a una nueva película, Netflix entró en escena.
La serie cristalizada
Varios de los interrogantes que despertó el estreno de El Cristal Encantado en los 80 apuntaban a ese pasado que se escondía como un misterio en el centro mismo de la película. La historia comenzaba cuando el esplendor de Thra ya había concluido, asediado por la desmedida ambición de los malvados skekses y el oscurecimiento del Cristal. ¿Qué había pasado antes? ¿Cómo era ese territorio mágico cuando los gelflings vivían en los bosques, cuando los podlings desplegaban su inagotable energía y suciedad por las aldeas de esa tierra de buenaventura? ¿Cuál había sido el origen de la corrupción del cristal y la tiranía de ese monstruoso linaje de encorvados reptiles? Era lógico que la nutrida inventiva de Henson necesitara más de dos horas para dar todas esas respuestas. Así, la decisión de Netflix fue producir una precuela de diez episodios que ofreciera una entrada a ese universo, que despertara el interés de nuevos espectadores, y que cumpliera los deseos de los pacientes fanáticos que esperaban desde hacía años su regreso. El resultado fue El Cristal Encantado: La Era de La Resistencia.
La serie estrenada el pasado 30 de agosto comienza cuando Thra todavía está habitada por todas las especies: los siete clanes de gelflings que pueblan las aldeas y las profundidades de la tierra, criaturas élficas de ojos grandes y vocación de obediencia; los podlings, de espíritu anárquico y juguetón, que eluden la limpieza y las obligaciones; los simpáticos fizzgig, criaturas peludas de boca grande y ladrido penetrante; y otros personajes que enriquecen esa vida todavía armónica que definía a Thra en sus tiempos de gloria. Por encima de todos se eleva la casta gobernante de los skekses, con sus artimañas de opresión y sus discursos aduladores. Ellos son los amos del Cristal, los que exigen diezmos a los pobres campesinos, los que persiguen disidentes y ambicionan su perpetua inmortalidad. Cualquier conexión con el presente no parece mera coincidencia: si en los 80 la gesta era de un solitario gelfling que iniciaba el camino del héroe para reconquistar su derecho de supervivencia, esta ida hacia el origen permite entender el destructivo poder de las fuerzas del mal y las artimañas de su conquista.
Un mundo mágico
“Debido a que trabajamos con títeres, lo principal para el diseño de producción consiste en imaginar el mejor disfraz”, señala Brian Froud, el principal creador de decorados y vestuarios tanto de la película como de la serie, en una extensa nota de Jevon Phillips para Los Angeles Times. “La mayoría de mis diseños estaban pensados para esconder a la figura del titiritero en la escena”. Ocultar al hombre detrás de la cortina, como ocurría en el mágico mundo de Oz. Esa clave de puesta en escena reproduce, casi sin querer, la estrategia de los skekses en esta era en la que se gesta la resistencia a su dominio. Es el disfraz el que prima en las tácticas ideadas por el emperador y su consejo de gobierno, hechiceros que ansían la conquista de una inmortalidad que resulte la llave de su permanencia. Todo el universo de la serie creada por Jeffrey Adiss y Will Matthews se nutre de la técnica delineada por Henson y sus colaboradores, e incluso es deudor de las viejas ideas compartidas junto a Froud y Frank Oz para hacer de la monstruosidad de los skekses el corazón de esa oscura fantasía. “Recuerdo que cuando les presenté los diseños de los skekses, Oz y Henson estaban encantados. Querían que fueran terroríficos, y ni imaginaban que parte del público al que estaban destinados eran niños. Ahora que vivimos en una era mucho más oscura de la fantasía, creo que el tiempo de El Cristal Encantado finalmente ha llegado”.
La travesía en esta precuela es la tres gelflings mucho menos ingenuos que el joven Jen que encarnó la búsqueda del fragmento perdido del Cristal en la odisea de los 80. La princesa Brea, rebelde en el seno de una familia noble aliada al poder de los skekses; el oficial Rian, custodio del Castillo de Cristal y acusado injustamente de un crimen aberrante; y Deet, la joven grotana de las profundidades que cumple el mandato del Árbol Santuario para descubrir el mal que contamina el corazón de Thra. Ese viaje se concreta en un espacio similar al diseñado en la era analógica, que asegura la materialidad del mundo presentado y elude los trucos de los tiempos del CGI. “Yo crecí con marionetas toda mi vida –recuerda Lisa Henson en la nota de Los Angeles Times- y era importante que la serie se mantuviera fiel al original. Hoy todavía la sutileza y el detalle de las expresiones de los personajes me resultan sorprendentes”. La decisión de Henson de sumar a Louis Leterrier como director y volver a contar con Froud para el diseño de producción fue la clave para mantener la serie lo más táctil posible, reduciendo el CGI para los fondos y conservando la técnica de filmar en escenarios reales, con títeres reales.
El culto y los actores.
La crítica de Estados Unidos no pudo ser más entusiasta en el recibimiento: “No hay mejor uso de la fortuna de Netflix que este impecable renacimiento de El Cristal Encantado de Jim Henson”, tituló el crítico Hank Stuever en The Washington Post. Y es claro desde el primer episodio que esta nueva apuesta del gigante del streaming no es solo para reconquistar aquel nicho de fanáticos incondicionales que tiene la película, sino para expandir esta nueva épica desde la mística del culto hasta convertirla en una cita obligada. Algo de ello sucedió en su momento con el progresivo éxito de Game of Thrones de George R. R. Martin, universo que también contaba con obsesivos seguidores de las novelas y fue ascendiendo hasta convertirse en un hito de la televisión mundial. Hoy ese lugar está vacante, y si bien el imaginario de Henson se ancla en la tradición maravillosa, conjugando retazos de historia con mitos y leyendas, su universo carece de la violencia explosiva y el erotismo larvado de la serie estrella de HBO.
Pero de lo sí hace gala es de las voces estelares que se cuentan en el reparto: Helena Bonham Carter, Taron Egerton, Anya Taylor-Joy, Alicia Vikander, Mark Hamill, Awkwafina, Toby Jones, Bill Hader, y algunas figuras repatriadas desde Westeros como Nathalie Emmanuel, Natalie Dormer y Lena Headey. Varios de ellos, como Taylor-Joy –famosa por reincidir en el terror fantástico desde La bruja hasta la inminente The New Mutants- se declararon seguidores desde la primera hora. “Participar de la serie es divertido de una manera tan mística que creo que muchos actores nos hemos olvidado”, señala la actriz. Para Nathalie Emmanuel, que viene de una saga absorbente como fue GOT, “ser parte de un fenómeno de culto implica mucha presión”, sobre todo porque depende de una colaboración constante entre los actores que proveen las voces y los titiriteros que mueven las marionetas. “Tuve mucha suerte de trabajar con Alice Dinnean, una de las mejores titiriteras del negocio –destaca Taylor-Joy-, porque fue ella quien me guió en la interpretación de la voz, en la cadencia de la entonación para dar cuerpo al personaje, fiel a como había sido imaginado por sus creadores”.
El Cristal Encantado: La Era de la Resistencia es el mejor homenaje al universo de Jim Henson. No solo representa la continuación de un imaginario adelantado para su época, capaz de poner las oscuridades de aquel despertar del reaganismo en los Estados Unidos en las criaturas más brutales que hayan habitado un cuento de hadas, sino que consigue proyectar en sus coordenadas escondidas las pasadas y futuras aventuras de sus personajes, herederos contemporáneos de aquellos confines soñados. Como en el original, la serie se apoya en el alma de los gelflings, en la epopeya de sus deseos y en las sombras de sus fracasos. Pero bajo ese aura de leyenda que los anima, está la firmeza de sus convicciones y esa nutrida mitología que nos ayuda a comprender el mundo que nos rodea, por más oscuro que sea.