Max Minghella es hijo del director Anthony Minghella (¿se acuerdan de esos grandes dramas como El paciente inglés o Regreso a Cold Mountain?), interpretó al socio de Mark Zuckerberg en Red social (2010) y a Nick Blaine en The Handmaid’s Tale. En su debut como director, Minghella cuenta la historia de una chica que, aplastada por la vida mediocre que lleva en la isla de Wight, decide presentarse a un talent show tipo American Idol para realizar su sueño de ser cantante. Sí, así de estereotipado como suena, pero a conciencia: hay cierta base de cuento de hadas en la vida de Violet (Elle Fanning), que vive en un hogar relativamente pobre con una madre desamorada y que cumple puntualmente —aunque no esté muy claro por qué— con la función de oponerse a los deseos de la hija. Violet suele estar sola, escucha música con auriculares y aparece retratada de mil maneras —ya sea acariciando un caballo blanco al atardecer o mirando por la ventana del colectivo— que remiten al universo y la estética de Instagram, como si hubiera cierta conciencia de que el capital más importante de la película es la figura de Elle Fanning, infinitamente mirable y fotografiable. La chica también trabaja en un bar durante los fines de semana y allí conoce a Vlad, un ex cantante de ópera arruinado y alcohólico que será su coach musical y una especie de padre, también, por el camino. El ascenso de Violet a través de las distintas etapas del concurso es inmediatamente reconocible y cumple punto por punto con las etapas de desafío, vacilación, superación de obstáculos y triunfo que caracteriza a este tipo de relatos “nace una estrella”. La forma en que están filmados también es inmediatamente reconocible porque allí están citadas ciertas películas icónicas del género que trabajaron con el mismo nivel de superficialidad proletaria, como Flashdance (1983).
Lo cierto es que a Violet no le cuesta nada ascender porque, como se indica desde el principio de la película, ella posee un talento natural que solo necesita un poco de entrenamiento y alguna frase inspiracional para apuntalarse. Lxs cantantes contra los cuales se enfrenta, a su vez, suelen estar rodeados de un aire más bien grotesco y artificial contra el cual se construye la “naturalidad” de Violet, lánguida y rubia, sin maquillaje y que suele aparecer en conjunto deportivo Adidas. En la misma línea de cuento de hadas, durante la instancia final del concurso Violet se cruzará con una villana interpretada por Rebeca Hall que le ofrece un contrato discográfico y enfrentará, como posible ruina de su carrera, una noche de alcohol y besos con un chico. Alcanzando tu sueño tiene la profundidad de un capítulo de Jem and The Holograms (que por más que nos pese, funciona para un público preadolescente pero no mucho más), se ubica en un mundo flotante donde ser de un pueblo y de clase trabajadora son elementos superficiales que no tienen ninguna incidencia real sobre el destino de un personaje, y pone todas sus fichas en el atractivo de ver a una estrella como Elle Fanning (que funcionó en películas de Sofia Coppola, por ejemplo, pero tiene una larguísima lista de películas malas y muy malas en su haber) cantando, bailando y armando cierto simulacro de pasión y rebeldía que su languidez generalizada apenas le permite encarnar. Había una película rara, casi bizarra, dentro de Alcanzando tu sueño, que a Minghella no le interesó desarrollar, ni tampoco se entrega esta historia mayormente solemne al “espíritu adolescente” del título original ni al juego de las luces y los brillos. El neón y los primeros planos de Elle Fanning iluminada en colores es lo mejor que tiene Alcanzando tu sueño para ofrecer, pero qué tendrá que ver eso con el cine.