Con producción de Fernando Meirelles (director de films como Ciudad de Dios y Ceguera), Tropicália está dedicada al retrato del movimiento musical brasilero que tuvo cabida entre 1967 y 1969. Es más, comienza por su defunción, con Caetano Veloso diciendo que no va más, que el tropicalismo no es lo que era, mientras Gilberto Gil le escucha luego de compartir una presentación televisiva.
De manera tal que el inicio propuesto por el film de Marcelo Machado obliga a situar la época y sus avatares, tan rápidos como para en pocos años modificar el panorama musical para siempre. La reversa hacia el año 1967 y el devenir subsecuente podrá ser disfrutado por quienes mañana a las 20.30 se acerquen a la proyección que de este film organiza El Cairo Cine Público, con entrada libre y gratuita, en la explanada situada entre los galpones 11 y 13 del Parque Nacional a la Bandera.
Machado organiza el archivo de imágenes desde un crescendo que no se cansa de yuxtaponer momentos, shows, testimonios. Uno de sus aciertos está en la cadencia rítmica que propone, acorde con la música, sin temor a intervenir las mismas imágenes recopiladas. Al hacerlo, el fenómeno musical de Gil, Veloso, Maria Bethânhia, Os Mutantes, Gal Costa, Tom Zé, cobra vida, lejos de simular un capítulo de archivo.
Tal vez también suceda por las vicisitudes latinoamericanas reiteradas, en donde la miseria persiste; es inevitable relacionar ese momento con éste, aquella música con la de hoy. Pero también porque se trata de un acercamiento a los años '60, a la juventud de entonces, a sus rebeliones y contradicciones. Veloso es bien claro al señalar la desconfianza que le provocaba la reacción nacionalista de esos años, cuando en plena ola de euforia antiestadounidense, él no dejaba de elegir el cine y la música de ese país.
Este caldo de época encuentra en sus músicos una explosión incomparable, que se articula con la televisión, el diseño gráfico, la mixtura rítmica, el cine, el cómic. La película Tierra en trance, del realizador Glauber Rocha, surge como una de sus piedras de toque, aun cuando el propio Rocha se desentienda. No es el único, también Maria Bethânia y Nara Leao muestran desconformidad. Más aún, el propio público reaccionará de modo molesto en algunas oportunidades, sin dudar en quitar simpatía a quienes antes quería.
La cárcel y exilio posterior en Londres para Gil y Veloso son el eslabón que marca el quiebre, la curva descendente y el cambio. Verlos dialogar desde el presente, mientras se observan y escuchan y tararean una misma canción sobre el desenlace, es uno de los hallazgos de esta película.
La incidencia de ellos queda, a la vez, clara. Desde la presentación francesa de Veloso que Tropicália ofrece, a la participación de ambos en el Festival de la Isla de Wight, en 1970, con una asistencia cercana a las 500 mil personas. Era el final de una época, de una sensibilidad que no era, como la alegría, sólo brasilera.