Debo decir que la realidad de estos tiempos se me hace más digna de Netflix que de la Argentina. Después de cuatro temporadas de ver cómo actúa el mejor equipo contrario de los últimos 50 años, sabía, todos sabíamos, cómo terminaba esto.

Es más, lo sabíamos desde el primer capítulo de la temporada 2015, desde el tráiler mismo. Pero si lo decías, te respondían que eras un “espóiler K”. Y nos hicieron creer que tenían rating, y así se mantuvieron cuatro años.

Uno no podía dejar de verlos, porque los daban en casi todos los canales. A los poquitos medios que no los seguían en cadena multinacional, ellos se encargaban de cortarles o complicarles la transmisión.

La increíble primera parte del capítulo final se emitió el 11 de agosto de 2019. Allí nos enteramos de que todo lo que sospechábamos era cierto. Luego, la plataforma nos jugó una mala, y aunque tengas el abono Premium, para ver el capítulo final vas a tener que esperar hasta el 27 de octubre. (Nadie que haya visto Lost, Game of Thrones, Breaking Bad, Los Soprano tuvo que esperar más de una semana entre el anteúltimo y el final. Parece que los norteamericanos saben más que nosotros de entertainement).

Entonces, había que llenar dos meses, y ya no quedaban más argumentos. Todo el gabinete se puso a trabajar para que la espera llegue a octubre, que no cambiemos --¡perdón, perdón!-- de canal antes de tiempo.

Lo primero que hicieron fue echarnos la culpa a los televidentes.

* ¿Por qué nos apresuramos a ver el anteúltimo capítulo?

* ¿Por qué no apagamos el televisor y nos fuimos a dormir como nos dijeron?

* ¿Por qué no creemos que todavía faltan dos capítulos, o incluso que puede durar cuatro temporadas más?

* ¿Por qué no aceptamos a la nueva vicepersonaje? Quizá no tenga très bon nivel como la anterior, pero es ideal para darnos miedo donde la otra nos daba pánico, de solo pensar que podía asumir el protagonismo en caso de necesidad o urgencia.

No tardaron mucho, aunque sí demasiado, en darse cuenta de que echarle la culpa al público no suma. Entonces comenzaron a echársela a actores de otras series. Sobre todo, posibles protagonistas de la que seguramente estará en el mismo país, a partir de diciembre.

Los declaraban culpables de todo, toda y tode, y a la vez reclamaban su ayuda y complicidad. Y nadie entendía cómo, si pensaban que alguien era culpable, malo, ineficiente, reclamaban su compañía. ¿Qué pasó, echaron al guionista? Es como si una empresa pusiera un aviso: “Se necesita nuevo gerente que no sepa hacer nada, así podemos echarle la culpa de todo”. En la vida real, quizás funcione; en la tele, no. La gente ya vio varias series y quiere algo nuevo. Además, para gente que no sepa hacer nada, ya tenían un montonazo en el elenco.

Ahí comenzaron con los exabruptos, con Lilitazepam a la cabeza y el ex-Sumo Maurífice acompañándola, aunque lejos de su glamour:

* Que la gente no los ve porque se fue a esquiar al verano europeo.

* Que un grupo de traficantes de jengibre venían de Alfa Centauro y se llevaban todos los dólares a Panamá y los ponían a nombre de nuestro presidente, sin que él supiera nada.

* Que las derrotas son mejores que los triunfos porque... porque... porque.

* Que la culpa la tiene la oposición, “porque no está gobernando bien” (¡Alerta, Guiness!).

Algunos, confundidos, entendieron que la serie seguía y salieron a festejarlo. Y los protagonistas, no sabemos si en un acto de piedad o de fina crueldad, no les dijeron nada, los saludaron, y ya. Fue muy emotivo ver al primer autoritario electo abrazándose a sí mismo en el balcón, mientras desplazaba a su Primeradama con un fino codazo de necesidad y urgencia.

Pero nada alcanzaba, no llegaban. Entonces, de pronto nos pidieron perdón sin explicar por qué, y dijeron que nos habían querido llevar al Aconcagua. ¿A esquiar, tal vez?

Mientras tanto, en Ciudad Gótica, el exministro de Evacienda se encerró a comer chocoarroces en su baldío, y decidió que esa sería su principal actividad, tal como lo ha sido desde hace tres años.

Un nuevo exministro lo remplazó, y nos explicó que esta serie es sobre un barco, y que estamos todos adentro (¿del Titanic, del Poseidón, del Arca de Noé?), mientras de fondo el exprotagodente grita: “¡No se inunda más! ¡No se inunda más!”.

Una mala, o buena: inversores para que la serie llegue al cine, no hay.

O sea que, al mismo tiempo, en rara coherencia, uno nos pide que subamos al Aconcagua y el otro, del mismo equipo, nos dice que estamos en un barco. Como síntesis de plan de gobierno, “hay que ir en barco al Aconcagua” no podría resumir mejor la realidad de nuestra ficción nacional.

@humoristarudy