La vida de Danila Suárez Tomé está atravesada por la filosofía. Ella siempre tuvo claro un objetivo: trascender del ámbito académico y buscar estrategias para que esa disciplina pudiera llegar a la mayor cantidad de gente de forma democrática y descentralizada. Ese desafío se pone a prueba hoy en un momento de crisis y desfinancimiento que afecta con fuerza a la producción intelectual.

Nacida en Avellaneda, estudió el profesorado de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, donde también se doctoró. La Facultad de Filosofía y Letras es el lugar en el que pasó sus años de alumna y hoy se encuentra del otro lado del aula: trabaja en la docencia ocho horas diarias, tanto allí como en otras casas de estudio. Pero, además, da cursos y talleres desde su rol de integrante de la organización Economía Femini(s)ta (Ecofeminita), donde es coordinadora de temas vinculados a la teoría de género. Por si fuera poco, lanzó el podcast de filosofía y literatura “Peripatéticas”, que busca tener su segunda temporada.

-¿Cómo se puede difundir y fomentar la filosofía a través de las redes sociales o los podcasts, sin perder la complejidad de los conceptos?

-Mi trabajo en Ecofeminita siempre apuntó a generar contenido para las redes sociales y cursos de divulgación para públicos abiertos en un lenguaje un poco más accesible, pero dando herramientas de la academia. Con el podcast queríamos hacer algo diferente a lo que solemos hacer en investigación: ensayos orales que convoquen a un público más amplio que el que trabaja en la academia o el que está estudiando en la universidad. También, mostrar que existe producción cultural y filosófica desde lugares que no son la Capital Federal. Natalí Incaminato y yo somos dos docentes del conurbano, tratando de generar nuestros propios contenidos de manera autogestiva. En este momento de crisis absoluta, en donde no hay financiamiento para nada, quienes pueden producir cultura son quienes tienen los medios económicos para poder hacerlo. La filosofía y la literatura no tienen sólo que ver con lo que se estudia en las universidades, sino que hay fibras que tocan los intereses de cualquier persona. Quienes hemos tenido la posibilidad de adquirir herramientas académicas tenemos que encontrar formatos en donde ponerlas a disponibilidad.

-En el CONICET, ¿qué lugar ocupa la filosofía frente a otras disciplinas como las ciencias exactas o las naturales, que por lo general son reconocidas más fácilmente como “ciencias”?

-Dentro de las humanidades, la filosofía ha quedado muy relegada. Las humanidades en general no tienen buena prensa. Es un problema estructural: no se le ha dado la importancia que merece por la evidente falta de resultados observables en lo concreto. En este momento, más que nada, tenemos que encontrar la manera de demostrar que lo que hacemos tiene una relevancia humana y que puede ayudar realmente a construir un futuro distinto a las ideas apocalípticas que podamos tener. Es importante de nuestro lado borrar las fronteras de la academia y volcarnos a una divulgación más comprometida. Creo que es el momento ideal para que la producción filosófica que se recluyó a la academia durante la década pasada salga de ese claustro para brindar herramientas necesarias.

-¿Qué consecuencias observás como resultado de esa desvalorización?

-En los últimos años hemos tenido una importante fuga de cerebros por el desfinanciamiento. Si habíamos tenido una inversión significativa en formar investigadoras e investigadores en los años anteriores, y de repente cortamos eso, la gente se tiene que ir porque, si no, no puede desarrollarse profesionalmente ni tampoco comer o habitar su lugar. Esto ha sido una pérdida que tenemos que recuperar de alguna manera. Siempre hemos trabajado con recursos limitados, pero una cosa es cuando una piensa que eso se va a ir expandiendo, puede trabajar, encontrar su lugar y saber que va a poder desarrollarse en el tiempo, fortalecer el desarrollo de una ciencia autónoma, nacional. Otra cosa es ver que cada año va recortándose más, y sus opciones son cada vez más chicas.

-¿Cómo ves el futuro de la filosofía en Argentina?

 

-En este momento del siglo XXI, los temas de género, de ambiente, de transformación política están tan a flor de piel por la evidente polarización de opiniones políticas, de sentires. Es importante que se puedan empezar a revalorizar las herramientas que nos da la filosofía para poder ubicarnos mejor en esta era de tantos cambios tan repentinos. Me parece que es interesante que cada vez se puedan escuchar más voces de investigadoras, investigadores e intelectuales públicos. Que se desarrolle más profundamente en la Argentina la filosofía pública sería algo hermoso para que se pueda ver todo el potencial de una disciplina que es muy antigua, muy cercana a lo humano -porque todos nos hacemos preguntas filosóficas en nuestra vida-, y que sin embargo parece muchas veces lejana porque se le ha dejado de dar el valor que tiene. Creo que el poder de la filosofía tiene que ver con adquirir herramientas que nos hagan poner una distancia reflexiva con los temas que son de importancia y que necesitan que nos pongamos a masticarlos un poco. Nosotros tenemos que llevar adelante una responsabilidad de la tarea intelectual, borrar los límites de lo que es la filosofía académica y salir a la calle brindando herramientas y contenidos de calidad.