“La moda es parte del aire que se respira y cambia con cada momento. Podés ver y sentir todo a través de la ropa; palpitar incluso la llegada de una revolución”, dijo alguna vez la superespecialista Diana Vreeland. Y su frase bien podría aplicarse al ideario de la fotógrafa documental Tatsiana Tkachova, oriunda de Maguilov, Bielorrusia, que ha dedicado uno de sus últimos proyectos a contar una historia de vida convulsa, longeva, plena, a través de la pilcha de su protagonista. En su serie Vera’s Seasons (Las estaciones de Vera), recientemente destacada por el diario inglés The Guardian, retrata esta artista visual a una tal Vera Zenko, resiliente mujer de joviales 92, de la región de Valozyn, que atravesó espinosos momentos: la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial, el dominio soviético en Bielorrusia, el colapso de la URSS, la independencia de su país en los 90s… Tatsiana la fotografía vistiendo sus atuendos favoritos, que marcaron algunos de los eventos más significativos de su vida y sirven para trazar una cronología personalísima.
Así, en el living de su casa, estoica, mirando a cámara, Vera es capturada llevando el cinturón que guarda como recuerdo de su padre campesino, asesinado por soldados alemanes. O el pañuelo con motivos florales que tenía puesto el día que conoció a Sergey, su gran amor, más tarde marido y padre de sus hijos. O los pantalones que usó para acompañarlo décadas después al hospital donde él combatió un fatal cáncer, pos Chernóbil (nótese que el accidente nuclear en la vecina Ucrania afectó especialmente a Bielorrusia). Tkachova la fotografía con un monono tapado gris que fuera de su hija en su primer año como estudiante universitaria. O emperifollada con el abrigo forrado de piel que compró a modo de inversión, para salvaguardar sus escasos ahorros durante el derrumbe de la Unión Soviética…
“La vida toda de Vera está dentro de su armario. Cada falda, cada blusa, cada abrigo representa para ella un recuerdo”, ofrece Tkachova sobre la entrañable modelo que conoció por puro azar: dos años atrás, la vio caminando por las calles de Valozyn con un look arrollador -enormes gafas de sol, vestido a cuadros, medias rojas y zapatos-, “y fue amor a primera vista. Tuve que acercarme para presentarme y, al rato, ya estaba sentada en la mesa de su casa, con ella mostrándome su ajuar, contándome la historia detrás de cada prenda”. Cierra la serie, por cierto, con la única pic sin Vera: en el mismo escenario, se puede ver un prístino vestido azul colgado de una percha, acompañado por una chalina blanca y un par de zapatos confortables. “Es el atuendo que elegí para mi funeral, esperando llegar al próximo mundo cómoda y hermosa”, ofrece Vera. Y agrega: “Sé que ésta es la recta final; todo lo importante ya sucedió: infancia, hambre, guerra, amor, niños. Al final, la vida pasó volando como un día”.
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