La propuesta de Lacan en 1948, ubica la agresividad como una tendencia inherente a toda formación humana de satisfacerse en la pulsión de muerte, que no logra su pacificación por la vía de la inscripción simbólica. Es así como Lacan, siguiendo el camino emprendido por Melanie Klein hace referencia a "la agresión voraz que habita en el sujeto mismo" y a la "persistencia en él de esos malos objetos internos" que aparecen a través de la "subjetivación de un kakon".
De esta manera, la tendencia agresiva incluye un goce que escapa a la
significación y que retorna en forma de agresión al ser. En este sentido,
Lacan se aproxima en el mismo texto a lo que sitúa como "la primera
formación del superyó". No sacrificar su unidad narcisista "deja al
sujeto, en una beatitud sin medida, más ofrecido que nunca a la figura
obscena y feroz" encarnada en la voz del superyó. Existe entonces la
posibilidad de pensar el superyó como una de las satisfacciones de la
pulsión de muerte, que recae en el sujeto haciéndolo objeto de su propia
maldad. Es en esta dirección que aparece la agresividad, dejando al yo
cautivo del superyó bajo la forma de autocastigos, reproches e
inhibiciones.
Miller retoma la importancia de considerar la "nobleza de la paranoia" y
nos orienta a pensar cómo ir más allá de la identificaciones especulares,
para poder tocar en el análisis "el extremo arcaísmo del kakon
subjetivado".