La Sala Caras y Caretas fue escenario de una conversación encendida que tuvo como protagonista a Alberto Kornblihtt, uno de los principales referentes de la ciencia y la tecnología doméstica y regional. Haciendo gala de su espíritu comprometido y su mirada aguzada, el flamante director del Conicet (área de Ciencias Biológicas y de la Salud), opinó sobre la actualidad del organismo al que se incorporó hace solo tres meses. “El primer día que ingresé dije que venía a defender la ‘i’ del Conicet, es decir, la Investigación científica y tecnológica. Me opongo a la falacia de contraponer la ciencia básica a la aplicada. Las mejores experiencias de transferencia provienen de centros fuertes en ciencia fundamental”

El debate entre ciencias básicas y aplicadas constituye, desde su perspectiva, un conflicto de largo aliento que se despliega en la historia y que, en el último tiempo, reapareció en la escena pública a partir de la postura que tomó el exministro y actual secretario de CyT, Lino Barañao: “Esta supuesta dicotomía es una de las maneras que empleó para justificar el ajuste presupuestario. Como si los científicos solo quisiéramos realizar prácticas hedonistas que nos satisfagan nuestro propio placer y curiosidad”, planteó.

La formación de jóvenes es una de las funciones principales que debe cumplir el Consejo, por ello, en 2016, una de las formas en que se materializó el ajuste –de manera palpable y dramática– fue a partir de la reducción de 500 puestos de ingreso a la Carrera del Investigador Científico (CIC). “En aquel momento, una gran parte de la comunidad compró la hipótesis de que el Consejo estaba hipertrofiado y que reduciendo el número de ingresos los que estábamos adentro la pasaríamos mejor. Ya vimos que nada de esto pasó. El ajuste fue calculado, afrontamos pérdidas del 40% de nuestro poder adquisitivo”, describió el doctor en Ciencias Químicas (UBA) y cabeza principal del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Ifibyne). 

Al adelgazamiento de los salarios, se sumó el desfinanciamiento para experimentos y fondos para el funcionamiento general de los institutos. “Hoy solo tenemos miserias para distribuir, repartimos cifras que nominalmente son iguales a las de 2016 cuando, en rigor de verdad, hubo un 80% de inflación acumulada y una devaluación brutal. Para este gobierno la ciencia y la tecnología no son importantes, parece como si no les quedara otra que soportarlas o eliminarlas”, apuntó.

Entonces, el interrogante que pululaba en la sala adquirió finalmente forma: ¿por dónde empezar con tanto caos? “Lo estratégico es salvar a las nuevas generaciones, garantizar que aquellos que se formaron en nuestras universidades y con el programa de becas del Conicet puedan armar su carrera aquí y no deban irse al extranjero. Son el futuro”, dijo Kornblihtt. En la actualidad existe un proyecto de Ley de Financiamiento que, pese a contar con media sanción del Senado, fue congelado en la Comisión de Presupuesto. Resulta fundamental que la norma pueda ser aprobada (prevé un incremento del 3% del PBI para el área) porque ello otorgaría un marco de referencia para que no se produjeran ajustes tan brutales en el futuro. “Cuando con (Mario) Pecheny ingresamos al Directorio, Barañao nos vino a saludar. Le dijimos que sería crucial que esa ley pudiera salir y nos dijo que él no estaba de acuerdo. Así es muy fácil advertir cómo la falta de decisión, en este caso, es una decisión muy explícita”, argumentó.

En un segundo momento del encuentro también hubo tiempo para conversar sobre la gestión de Barañao, a cargo del Ministerio (hoy degradado en Secretaría) desde su creación en 2007. A su turno, señaló: “Nuestro país debería sentirse orgulloso de las capacidades científicas con que cuenta. Por ello, es triste que este gobierno generara una ilusión nombrando al mismo ministro que la administración anterior y luego actuaran de esta forma”. Y completó: “Cuando asumió Macri, Eduardo Dvorkin publicó en Página 12 un artículo en el que adelantaba que lo que se venía era un ‘nuevo experimento’. Se trata de saber, en efecto, si la virtuosidad del campo de CyT dependía de la persona que estaba al mando, o bien, del modelo económico y político del gobierno que estaba detrás. El experimento ya se hizo. Cristina no solo tenía ideas claras respecto de la influencia de nuestro sector en la industrialización del país sino que además demostraba un respeto muy grande por quienes producíamos conocimientos. Yo eso lo aprecio mucho”, destacó.

Tal vez, el principal desafío de cara al futuro sea generar la articulación del sistema científico-tecnológico con el sector productivo. “Debe haber una demanda de la industria respecto de aquellos problemas que no se pueden resolver sin el trabajo de los científicos. Es utópico pedir a los investigadores que se les ocurra inventar la pólvora y generar un servicio que, de repente, por arte de magia, sea adoptado por el sector productivo”, planteó. De la misma manera, la experticia de los investigadores puede ser aprovechada a partir de consultas sobre temas “calientes” de agenda. Desde este lugar, fueron muy recordadas las intervenciones de Kornblihtt en los debates parlamentarios por la sanción de la ley de aborto. “Una de las cosas que podemos hacer en la política es desmitificar ciertos preconceptos e introducir la posibilidad de la duda. Muchas veces las afirmaciones que realizan los políticos son taxativas y no están basadas en ningún tipo de evidencia. Es muy importante nuestro papel al momento de crear una opinión pública informada”, propuso.

Hacia el final del encuentro participaron los lectores de Página que asistieron al salón y se introdujeron las preguntas que fueron enviadas vía streaming por los socios a distancia. La primera consulta apuntó a la desvalorización que habitualmente sufrían las Ciencias Sociales, a lo que Kornblihtt respondió: “El Conicet cuenta con cuatro grandes áreas del conocimiento y las Ciencias Sociales y Humanidades constituyen una de ellas. Haya mucha o poca plata se reparte de manera equitativa porque cada uno de los representantes lucha para que así sea. Hay muchísimas aplicaciones que provienen de este campo y, sobre todo, contribuyen a la creación del pensamiento crítico. Al gobierno le molesta tanto que busca reemplazarlo con falso optimismo y entusiasmo”.

Otro de los interrogantes provino desde Canadá y uno de los socios consultó por la reactivación del Programa Raíces que fomentaba la reinserción en el país de los científicos que se hallan en el exterior. Sobre ello, el referente del Conicet comentó: “Primero hay que pagar mejores salarios a los que están acá para que los que estén afuera se sientan confiados de volver y mantener a sus familias aquí. Del mismo modo, hay una discusión respecto de si los becarios que realizan su doctorado deben seguir con un régimen de beca, o bien, si deben tener un trabajo en blanco. Estoy absolutamente convencido de que necesitan ser reconocidos de este último modo para superar la precarización laboral que enfrentan. Hay ejemplos virtuosos como la residencia de los médicos”.

Por último, el eje de duda viró hacia la divulgación y la capacidad de los científicos para narrar a la sociedad aquello que realizan puertas adentro de sus laboratorios. “Hay muy buenos divulgadores en Argentina. Hasta que vino el macrismo nuestra sociedad incrementaba su respeto por la ciencia y la tecnología. Con el ajuste comenzó una campaña de desprestigio que nos hizo mucho daño. Las universidades son centros de generación y transmisión de conocimientos; en las aulas los investigadores estamos todo el día en contacto con jóvenes que descubren su pasión cada año. Tenemos que demostrar compromiso político, luchar por el presupuesto, publicar papers, pensar en cómo ayudar a la sociedad, dar clases y también divulgar. Es mucho, pero podemos hacerlo y estamos dispuestos”, cerró su discurso y se retiró entre aplausos.

 

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