Desde París
El sistema tiene internet, las redes, las finanzas y el poder, otros tienen la imaginación y el coraje como banderas de la protesta política. Una joven generación de activistas franceses irrumpió en el espacio público con una idea que llevó a sus miembros ante la justicia al mismo tiempo que despertó cierta simpatía por el perfil atrevido de la iniciativa. Los llaman “los descolgadores” (les décrocheurs). Su modo de acción consiste en descolgar de las Municipalidades y otras dependencias del Estado los retratos del presidente Emmanuel Macron y salir luego a manifestar con ellos para protestar contra la ausencia de política ecológica del mandatario. La secuencia es por demás risible: la juventud estaba manifestando en la calle con los retratos presidenciales descolgados en el mismo momento en que el mandatario se propulsaba en el plano internacional como un espadachín del medio ambiente atacando al pirómano presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, por su política incendiaria en el Amazonas. En nombre de ello puso incluso en tela de juicio la aprobación, por parte de Francia, del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. Y como nadie en el seno del Mercosur fue capaz de responder con altura, diplomacia, verbo elaborado y soberanía, Macron se construyó una eco-imagen mientras la juventud de su país lo cuestionaba en las calles.
La justicia les reprocha a los jóvenes “haber robado el retrato del presidente de la República”. La historia que hace hoy una escala en los tribunales con las condenas a 8 activistas “descolgadores” tiene dos tiempos y un desenlace en la acción bajo la consigna “ Clima y justicia social, Macron se descuelga, descolguémoslo” (Climat et justice sociale, Macron décroche, décrochons-le). El primero comienza a finales de 2018 cuando cuatro asociaciones (Greenpeace France, Oxfam France, Fondation pour la nature et l’homme, Notre Affaire à tous) lanzaron la petición “L’Affaire du Siècle”. El texto, mediante el cual interpelaba a Emmanuel Macron ante las amenazas que pesaban sobre el cambio climático, fue firmado por más de dos millones de personas. Como nada se hizo, el pasado 21 de febrero las asociaciones presentaron una querella contra el Estado francés por “carencia con falta”. A partir de allí se empezó a formar el grupo de los descuelga retratos como una forma de denunciar “el vacío de la política climática y social”. El objetivo fue armar una campaña de “desobediencia civil” cuyo objetivo consistió en ir a los municipios y “recuperar” los retratos del presidente francés. “Como Macron deja un vacío en la historia con su política ecológica, nosotros nos propusimos dejar un vacío allí donde estaba su imagen”, cuenta Pauline Boyer, portavoz de Acción no Violenta Cop-21 (ANV-COP-21).
Los primeros retratos fueron descolgados entre el 21 y 28 de febrero de 2019. Los extraían de los municipios y luego los “reaparecían” en las manifestaciones callejeras, muchas veces junto al movimiento de los chalecos amarillos. El movimiento “Acción no Violenta Cop-21 (ANV-COP-21) buscaba “tornar visible el desarreglo climático y la extinción de la biodiversidad”. Cécile Marchand, una joven de 25 años miembro de ANV-COP-21 dice resignada que aún es preciso explicar “por qué hace faltar ponerse en desobediencia civil en lo que toca a los temas ecológicos”. Jean-François Julliard, director ejecutivo de Greenpeace Francia, defiende la acción no violenta porque, argumenta, ”hace falta ir a la calle y comprometerse. Ya pasó el tiempo de los expertos y los argumentos”.
El segundo tiempo del operativo “Descolguemos a Macron” se inició el pasado 21 de mayo. ANV-COP-21 llamó a los militantes a “robar” 125 retratos del presidente antes de que se iniciara la cumbre del grupo de los siete países más industrializados, el G7, que tuvo lugar en Biarritz durante la última semana de agosto. 125 corresponde a la cantidad de días que le hicieron falta a Francia para gastar su saldo ecológico, es decir, los recursos naturales de los que dispone para los 365 días del año. En total, los jóvenes descolgaron unos 130 retratos con los que manifestaron tanto en Biarritz como en otros lugares de Francia. Para sus miembros, que los condenen a una multa de “500 euros por descolgar un retrato no es muy caro comparado a lo que cuesta una campaña de comunicación”. Para ellos, ”descolgar el retrato del presidente es como descolgar un símbolo. Y por lo general, los símbolos no se descuelgan, pero con esa acción sí”. La idea del descuelgue se prolongó también más allá de las intenciones ecológicas de sus iniciadores. Hace unas semanas, un grupo irrumpió en varias municipalidades con el lema “Ecocidio, feminicidio, descolguemos el sistema”. Y descolgaron los retratos presidenciales. Estos militantes justifican su inclusión en la acción porque, como lo explica Véronique, una de las protagonistas, ”si no hubiese tanto maltrato y exclusión de las mujeres, la ecología estaría más preservada. El maltrato a las mujeres ha acentuado la destrucción de los eco sistemas”.
Estos nuevos estilos militantes han conocido un auge importante en el ultimo año. No cuentan aún con millones de adherentes, pero sus acciones tienen mucho eco en la sociedad, tanto más cuando que, como no se trata de un tema embebido en política o ideologías sino del clima, ello amplia su audiencia. Habrá varias decenas de juicios en Francia contra los actores de “Descolguemos a Macron”. Ya fueron condenados en París a multas que van de los 1.000 a los 2.000 euros. Pero esos juicios terminan siendo una rampa de lanzamiento para los militantes. Los procesos contra estos jóvenes atraen a los medios y a simpatizantes de otras causas. Cécile Duflot, ex Ministra de Medio Ambiente y en la actualidad directora de Oxfam Francia, se preguntaba “si los jueces terminarán de entender lo que los dirigentes no acaban de comprender”. Visiblemente no. El sistema no perdona, ni siquiera cuando se trata de causas eminentemente colectivas como la protección de la biodiversidad. ”No queda otra opción más que la de pasar al acto”, asegura Duflot.
Estos renovados jóvenes ecologistas están impregnados de una conciencia ecológica distinta, son alegres, tienen ocurrencias geniales, saben expresarse ante los medios y respiran convicción y futuro. Pauline Boyer, portavoz de ANV-COP-21, dice convencida que “se trata aquí y ahora de un movimiento social y climático global”. Virgil, otro militante del movimiento, explica:” el poder nos ha estado paseando con sus medidas migas de pan. Ya, ya nos toca a nosotros sacarlo a pasear un poco para denunciar su cinismo y su inacción”. Los juicios y las cargas policiales no tendrán muchos efectos sobre ellos. Tal vez el sistema cree una nueva policía anti ecologistas, o tal vez entre estos rostros que emanan juventud y epifanía estén los refundadores de un nuevo mañana. Sólo que no depende únicamente de ellos o de los políticos, sino también de nuestra enfermiza manera de consumir y producir la basura que destruye al planeta.