El cigarrillo electrónico irrumpió en el mercado como un método eficaz para dejar de fumar. Su propuesta fue la de reemplazar el consumo del cigarrillo convencional por un pequeño dispositivo que por medio de calor y una combinación de sustancias libera cierto tipo de vapor que simula la experiencia de fumar. Pero su inocuidad ya no está en duda. Los especialistas advierten que empezaron a asociarse a su uso nuevas patologías respiratorias y que muchos de los compuestos que se aspiran son directamente tóxicos o cancerígenos.
Las advertencias sobre la toxicidad de estos dispositivos no son nuevas pero se enfatizaron en los últimos días cuando las autoridades sanitarias de Estados Unidos confirmaron las primeras cinco muertes asociadas al “vapeo”, como se le dice al consumo de los cigarrillos electrónicos. Según advirtió el Centro Para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) además de los casos fatales, mantienen bajo observación a unos 450 pacientes por presentar patologías similares que podrían estar asociadas a este nuevo consumo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) también fue categórica respecto al uso del cigarrillo electrónico. Aseguró que son “indudablemente dañinos” y que por lo tanto desaconseja el uso de estos vaporizadores, que ya se convirtieron en una nueva adicción. "Los SEAN (sistemas electrónicos de administración de nicotina) son indudablemente dañinos y deberían por lo tanto estar sujetos a regulación", advirtió la OMS en su último reporte sobre la epidemia global de tabaco.
El organismo detalló que el cigarrillo electrónico contiene “aerosol y nicotina” y que, a su vez, ese aerosol tiene metales y diacetil (saborizante). “Se sabe que estos elementos son dañinos para el corazón, para los pulmones, y se está investigando cuáles son los efectos a largo plazo, si pueden incluso causar cáncer”, sostuvo el jefe del programa Iniciativa Liberarse del Tabaco de la OMS, Vinayak Prasad.
Cómo funciona el cigarrillo electrónico y cuáles son los compuestos
Muchos de los dispositivos funcionan a partir de un pequeño alambre bobinado, en general una aleación de cromo y níquel, que en el medio tiene una fibra de algodón. Este algodón se empapa por capilaridad con el líquido que usa como relleno. Por acción de una batería el alambre se calienta mucho y entonces cuando el usuario aspira ese líquido se vaporiza.
“Funciona como una especie de lámpara de kerosene, sólo que en vez de usar fuego usa una batería”, explica Nahuel Montesinos, químico investigador del Conicet, que participó de una investigación en el Lawrence Berkeley National Laboratory (Estados Unidos) para estudiar específicamente los compuestos gaseosos emitidos por el cigarrillo electrónico y cómo pueden afectar a los vapeadores pasivos.
Según explicó el investigador, la base de todos los líquidos de recarga es usualmente una mezcla de propilenglicol y glicerina, dos productos viscosos a los que se le agregan otros componentes como nicotina y saborizantes. “El principio de vaporización es similar al que se usa en los teatros para simular el humo o la niebla. En principio son sustancias que pueden ser manipuladas sin riesgo en estado líquido. El problema viene con el calentamiento, ya que la degradación térmica produce otros compuestos que pueden ser dañinos para quienes las inhalen de forma directa o indirecta”, aclara Montesinos.
De acuerdo a la investigación, algunas de la emisiones del cigarrillo electrónico se catalogaron como “posibles o probables cancerígenos”. Este es el caso del óxido de propileno y del glicidol, sustancias que se generan al calentar los compuestos originales.
Los investigadores concluyeron que:
1- El cigarrillo electrónico emite un espectro de sustancias más amplio de lo que se pensaba.
2- Hay sustancias peligrosas que no están al principio entre los compuestos porque son resultado de la descomposición térmica del propilenglicol y la glicerina.
3- A mayor voltaje de la batería, mayor temperatura del filamento y por ende mayor cantidad de compuestos peligrosos emitidos.
Miles de argentinos lo fuman
En Argentina, la Anmat mantiene la prohibición “para importar, distribuir y comercializar” cualquier tipo de cigarrillo electrónico y todos sus accesorios, incluídos los líquidos para recargarlos. La prohibición rige desde 2011 y fue ratificada en 2016 y 2018. La medida fue tomada teniendo en cuenta “la falta de evidencia científica” que avale la eficacia del cigarrillo electrónico “para la protección de la salud humana”.
Desde el organismo advirtieron también que no hay estudios concluyentes sobre los efectos adversos del cigarrillo electrónico a mediano y largo plazo, “ya que los dispositivos aportan, en el vapor inhalado, una cantidad incierta de nicotina y de otras sustancias tóxicas”.
A pesar de la prohibición, los cigarrillos electrónicos están al alcance de la mano. Se pueden comprar online en un sin fin de sitios web, que además de brindar información sobre la variedad de modelos y marcas pregonan las ventajas de su uso. “El cigarrillo electrónico no contiene químicos ni toxinas dañina. No más olor en el ambiente ni aliento de fumador. No existe más el fumador pasivo”, son algunas de las descritas.
Según la última Encuesta Nacional de Riesgos que elabora la Secretaría de Salud para identificar, como dice su nombre, cuáles son los factores de riesgo de la población argentina, en 2018 el 1,1 por ciento de la población adulta consumía cigarrillo electrónico, lo que significa ciento de miles de personas. A diferencia de otros factores de riesgo como la obesidad, el consumo de tabaco o la presencia de colesterol, el uso del e-cigarrillo no tiene otro número con el cual contrastarse. Esta fue la primera vez que se midió entre la población.
La buena noticia fue que el consumo de tabaco bajó a través de los años. En 2005 la población que fumaba alcanzaba el 29,7 por ciento. En 2018 ese número había bajado al 22,2.
Cuáles son los riesgos de vapear
Según la neumonóloga especialista en tabaco e integrante de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria Cristina Borrajo, los componentes que se aspiran al vapear no son inocuos y hasta podrían tener consecuencias a largo plazo, sobre las que todavía no hay estudios por la corta vida del dispositivo.
“Hablar de vapeo es un error porque no es vapor lo que se aspira sino un aerosol muy fino. El término fue impuesto por el marketing de las tabacaleras. El cigarrillo electrónico representa otra forma de fumar”, enfatiza la neumonóloga, quien recordó que las sociedades científicas de argentina desaconsejan su uso.
Borrajo remarca que los casos en observación en Estados Unidos corresponden en su mayoría a pacientes adolescentes y adultos jóvenes -el grupo que más consume el cigarrillo electrónico- con lesiones pulmonares difusas, algunas graves, que no corresponden a las patologías conocidas y la única característica en común es el uso de este dispositivo.
Al igual que Montesinos, la neumonóloga recuerda que el propilenglicol es la misma sustancia que se usa en los espectáculos para simular la niebla o el humo. “Ese es el supuesto vapor que vemos que sale de los cigarrillos electrónicos. No hay pruebas científicas sobre los efectos de esta sustancia al ser consumida de manera crónica. El resto son saborizantes que se están prohibiendo en el cigarrillo común porque aumenta la dependencia. Y la nicotina es el compuesto adictivo y sobre esto no hay ningún control”, explica Borrajo.
Según la médica el calentamiento de estos compuestos, a través de la batería que tienen los dispositivos, genera nuevas sustancias. Una es la nitrosamina, que calificó como “cancerígena”. Borrajo aclara también que existen en el mercado más de 780 marcas de cigarrillos electrónicos y como las sustancias no están reguladas, de hecho la comercialización está prohibida en el país, no hay organismos de control que vigilen los compuestos o posibles adulteraciones. “No sabemos lo que están consumiendo”, advirtió.
“Muchos adultos se iniciaron en el cigarrillo electrónico porque creyeron que era una alternativa para dejar de fumar pero en realidad lo que hicieron fue reemplazar el cigarrillo por una nueva forma de fumar de la que aún no conocemos sus riesgos a largo plazo. Terminaron haciendo un uso dual: fuman menos cantidad de tabaco pero mezclado con sustancias que son directamente tóxicas”, agregó la médica.
Nuevos riesgos
El aspecto que preocupa a los especialistas es que el cigarrillo electrónico consiguió lavarle la cara al tabaco y devolverle el status al acto de fumar, algo que las campañas de salud habían logrado invertir a lo largo de los años. De hecho, la preocupación apunta a que los adolescentes se están iniciando como fumadores con el cigarrillo electrónico, algo que ya ocurre en las escuelas secundarias.
También es un mito que el cigarrillo electrónico termina con el concepto de fumadores pasivos. “El vapor de segunda mano es todo lo que no queda retenido en el cuerpo del fumador, sale y puede afectar a quién está compartiendo un mismo espacio. Si usamos la variable estadística que se conoce como años de de vida ajustados por discapacidad (DALYs, por su sigla en inglés), algo así como los años perdidos por fumar, en el caso de el vapor de segunda mano, la afección es menor que en el cigarrillo convencional pero aumenta a medida que aumenta el voltaje”, explica el químico Nahuel Montesinos.
El investigador remarca, sin embargo, que la única ventaja es que el cigarrillo electrónico no genera material sólido particulado como sí lo hace el cigarrillo convencional. Las desventajas, en cambio, son que el e-cigarillo es propenso a mayores abusos, porque es más difícil llevar la cuenta de la cantidad de sustancia vapeada a lo largo del día. “Este es uno de los mayores riesgos según los organismos de control”, advierte Montesinos.
“Dejar de fumar es dejar de fumar, no es cambiar de método. Le recomiendo a cualquiera que quiera dejar de fumar que busque asesoramiento experto. Dejar de fumar produce abstinencia, por lo que se requiere apoyo. El proceso puede ser difícil pero no imposible”, concluye la neumónologa, con el mismo consejo que le da a sus pacientes ante la consulta sobre el cigarrillo electrónico y el consumo de tabaco en general.