“La película habla de dos padres distantes, por cuestiones cronológicas o por cuestiones geográficas y afectivas”, dice Blas Eloy Martínez en referencia a Entre Perón y mi padre, el film-ensayo que estrenó un año atrás en el Fidba (Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires) y que volverá a exhibir este sábado a las 21 en el microcine de la Enerc (Moreno 1199), con entrada libre y gratuita. Juan Domingo Perón y Tomás Eloy Martínez se encontraron durante cuatro mañanas de 1970 en la legendaria residencia de Puerta de Hierro, para un reportaje que sería publicado en la revista Panorama. De esa fuente obtuvo el periodista y escritor el material con el que nutriría, dos décadas más tarde, su libro más legendario, La novela de Perón. Las cintas grabadas en el living de Puerta de Hierro, las sombras fantasmales de ambos interlocutores y la relación de ambos con un país llamado Argentina y con un (ya no tan) muchacho llamado Blas Eloy Martínez son la sustancia de Entre Perón y mi padre, opus 3 de Martínez tras el documental La oficina y el film de ficción El notificador.
A Blas le pusieron una pistola en la cabeza cuando tenía tres años. Era el año 1975, la Triple A imperaba y ese fue el aviso para que su padre saliera de escena. El futuro autor de Santa Evita hizo las valijas y partió a Venezuela, separándose de su familia durante varios años. A Blas la figura del padre se le hizo borrosa. Tal vez por eso varios fragmentos de Entre Perón y mi padre lo muestran desenfocado. “Paradójicamente, la relación con Perón se volvió más fluida que con mi padre, al escucharlo en las cintas, al tenerlo más presente en muchos momentos de mi vida”.
Entre Perón y mi padre es una película de fantasmas. El fantasma del padre, a quien no sólo el exilio volvía ausente (“Mi padre fue, antes que nada, un escritor, un narrador. Lo fue antes que marido, que padre, quizás antes que persona. Incluso cuando hablaba con él me daba la sensación de que en realidad no me estaba escuchando, sino que estaba creando o escribiendo mentalmente algo.”). Y el de aquella enorme figura paterna cuya voz llegaba a través de las cintas. Y que como el Dr. Mabuse de Fritz Lang, varias veces evocado en la película, nunca parecía estar donde se esperaba. “En mi vida fui encontrando un Perón y otro, y otro… Es como que uno puede tener un Perón diferente para cada etapa de su vida”.
Pero hay otro Mabuse en la película, otro Mabuse en la historia argentina: uno de aspecto inofensivo, pero que manipulaba fuerzas oscuras. En las cintas de Tomás Eloy Martínez se oye una voz intrusa, que llega a cobrar hasta más presencia que los otros dos, e incluso interrumpe y se sobrepone a la del General. “Esa fue casi la génesis de la película”, dice Blas Eloy Martínez. “El punto de partida. Con Cecilia Priego habíamos hecho una serie para canal Encuentro que se llamó La Argentina según Perón, sobre la base de la entrevista de Puerta de Hierro. Pero quedó afuera todo lo referente a José López Rega. Y era el material más personal para mí, el que más me interpelaba. Así que tenía urgencia por hacer algo con eso. Porque aparte, en esos fragmentos, ves claramente la transición entre peronismo y tragedia. Por momentos es desesperante y angustiante.” Cuando Blas dice “personal”, ¿estará hablando de la pistola en la cabeza? Porque ya se sabe quién pergeñó a la Triple A.
“¿En qué momento nuestras miradas se distanciaron?”, pregunta en la película el narrador en off. “Elegí ser peronista”, había afirmado unas secuencias más atrás. Tomás Eloy Martínez, por el contrario, asegura en una entrevista televisiva que después de Santa Evita decidió dejar de escribir sobre el peronismo. “No quería que vieran en mí a un peronólogo”. Hace una pausa. “O peor aún, a un peronista”. En Entre Perón y mi padre su hijo parece buscar a Perón, o a los distintos Perones, entre fragmentos arqueológicos. Como quien viaja al origen. El Museo Evita, el Museo de la Familia Perón en la localidad de Camarones, en la Patagonia, donde el futuro general vivió su niñez y adolescencia. Propaganda gráfica del primer peronismo. Un increíble corto en el que la actriz Fanny Navarro, en el papel de operaria, exalta los logros económicos, sociales y en términos de dignidad para el trabajador, logrados por ese gobierno. Todos esos perones son ajenos a Tomás Eloy, a quien también busca Blas Eloy.
Fragmentos de archivo (hay Tomás Eloys playeros, hinchas de River, lúdicos, cinéfilos, pop, televisivos), filmaciones en vivo, viajes familiares, marchas políticas y una multitud de fragmentos cinematográficos que además de Mabuse incluyen el inevitable Rosebud (Tomás Eloy Martínez y Perón como claves ocultas). Entre Perón y mi padre representa, en términos formales, una gigantesca obra de construcción de sentido, mediante los materiales más heteróclitos.
“Nunca fui tan desordenado y vueltero como en esta película”, admite Blas Eloy. “Hice sufrir a mucha gente. La verdad es que ni yo sabía qué hacer, así que grabé mucho material. Después se lo tiré por la cabeza a un editor. Me dijo que yo tenía que participar más del proceso. Pero yo no quería saber nada. Se lo di a otro editor. Lo mismo. Se lo di a Cecilia, mi mujer, que es colega y editora. Nada me convencía y ellos con justa razón se hartaban de mí y de la película. Hasta que una noche me senté en la computadora, eliminé todo lo que no me gustaba de los armados previos y me quedé con un esqueleto. Ahí empecé a meter material de archivo y fui encontrando la película que quería. Sé que mis referentes esperaban una película política, pero me fui entregando a otra cosa. Y cuando encontré la película definitiva se la di a Alejandra Almirón, que es una editora brillante.”
Los títulos finales, en los que el nombre de Blas Eloy Martínez aparece en pie de igualdad con todos los que trabajaron en la película, parecen reconocer todos los esfuerzos y toda la paciencia, haciendo de Entre Perón y mi padre, finalmente, un film colectivo.
El Cineclub Comunidad Cinéfila presenta Entre Perón y mi padre de Blas Eloy Martínez, en el ciclo dedicado al cine argentino reciente organizado en colaboración con la Cinain (Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional), en el Auditorio de la Enerc, Moreno 1199, con entrada gratuita, este sábado 14 a las 21.