El 13 de marzo de 2013 Jorge Bergoglio fue nombrado Papa. Eso llevó al macrismo, todavía oposición, a un momento de éxtasis del que sin embargo tardó poco en despertar. El sueño húmedo de tener al Papa como aliado fue intenso, pero breve.
Desde entonces, para explicar su frustación, el macrismo ha recurrido invariablemente a una de sus hipersimplificadas cortinas de humo: “Francisco se opone a las políticas neoliberales porque es peronista”. Condición, para su mirada, totalmente descalificante.
¿Por qué recordar ésto ahora? Porque el caso parece capaz de aportar algunas claves para una mejor comprensión de las razones del resultado de las PASO y también de las razones por las que resultó tan difícil de pronosticar la magnitud de la derrota del oficialismo.
¿El “Papa peronista”?
La mistificación de atribuir la oposición de Francisco solamente a su supuesta filiación peronista terminó siendo creída aun por quienes la crearon.
Un primer y grave error que les impidió ver que la oposición Papal tiene un origen mucho más profundo y de mayores consecuencias: entre el credo cristiano, expresado en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), y el credo neoliberal existe un antagonismo irreductible que más temprano o más tarde deberían enfrentar. Un antagonismo tan antiguo como que la condena católica al liberalismo fue expresada hace ya más de un siglo en la encíclica fundacional de la DSI, la Rerum Novarum (León XIII, 1891, N°9.).
Y un antagonismo tan claro como llevar a un polaco anticomunista difícilmente sospechable de peronista a sostener que el “neoliberalismo capitalista subordina la persona humana y condiciona el desarrollo de los pueblos a las fuerzas ciegas del mercado (y produce el) enriquecimiento exagerado de unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos...”.(Juan Pablo II, Homilía en La Habana, 25 1 98). Y no sólo eso, también lo denunció como un “pecado” y, específicamente, como uno de “los pecados sociales que claman al cielo, porque generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las comunidades de una misma nación (y) entre las naciones...” (Juan Pablo II, Ecclesia in América, N°56. 22 1 99).
¿Cuáles fueron entonces las razones para suponer que Francisco iba a apoyar un proyecto neoliberal? Quizás la, por decir lo menos, escasa y tibia oposición de la jerarquía eclesial local al neoliberalismo pudo hacer suponer una oposición papal más light, pero nunca una actitud de apoyo. Ese primer error –o esa ignorancia– contribuyó a llevar al macrismo a otro error mucho más determinante.
La factibilidad de un cambio cultural
Desde sus comienzos el macrismo comprendió que sus posibilidades de alcanzar el poder y, más aun, las de mantenerse en él cuando ya fueran evidentes los naturales y nefastos resultados de sus políticas, dependían en buena medida de poder generar un cambio cultural profundo y permanente.
De allí su incansable prédica del egoísmo, el individualismo y la competencia sin reglas como valores positivos – Ayn Rand dixit –, y su definición del emprendedorismo y del mérito individual como únicos caminos para el progreso social, de la meritocracia como barómetro infalible de la justicia y de la incertidumbre como fuente placer – A.Rozitchner dixit – .
Así, logrando la incorporación esos “valores” al sentido común popular, el macrismo pensaba que “la gente” atribuiría sus penurias a su falta de mérito o a su falta de esfuerzo, las disociaría del proyecto económico y los volvería a votar.
Errores
El proyecto partió, sin embargo, de un error de cálculo que el resultado de las PASO parece poner en evidencia: quince años de campaña cultural y mediática, por más masiva y elaborada que esta sea, no resultan suficientes para remover los valores y modificar las conductas que un pueblo tiene incorporadas a su subjetividad y atesora hace centurias, en especial quizás cuando los cambios propuestos sólo traen pobreza y, mal que le pese a algún encumbrado ministro, incertidumbre.
Muchas son seguramente las razones del éxito de la resistencia al cambio cultural. La muchas veces negada, o al menos no adecuadamente valorizada, inteligencia popular es una de esas razones. Quizás la principal.
Pero otra es seguramente la que venimos soteniendo que el macrismo ingnoró: la condena religiosa al neoliberalismo se fundamenta en la defensa de los valores que la prédica neoliberal necesita no sólo debilitar sinó reemplazar por sus opuestos. La solidaridad, la ayuda mutua como motor del progreso personal y social y la igualdad radical de los seres humanos son valores que, junto con otros sin duda cuestionables, vienen siendo predicados desde hace siglos por la mayoría de las religiones y han penetrado tan profundamente en la subjetividad de las personas que no resultan ya fácilmente removibles.
Hay otro error que el resultado de las PASO parece poner en evidencia y que debe ser mencionado aquí aunque resulte un breve desvío. La sobrevaloración del poder de los medios para modificar la cultura, o si se prefiere, la subvaloración de la inteligencia y la capacidad de los pueblos para resistir la manipulación mediática no parece ser patrimonio exclusivo del macrismo. Quizás sólo admitiendo una parecida sobrevaluación del poder mediático y una similar subvaloración del poder popular se explique que tampoco quienes nos oponemos al macrismo hayamos podido predecir el volumen de la derrota macrista.
Finalmente otro error sobre el que las PASO ponen luz es la ausencia de la jerarquía católica en el debate público acerca de la inequidad del neoliberalismo. Puede celebrarse que la iglesia haya pedido por la declaración de la emergencia alimentaria, pero no deja de ser un gesto tardío e insuficiente.
Es que, teniendo la fundamentación teórica y el ejemplo del Papa que tienen, resulta muy difícil de entender que ni la jerarquía ni los organismos laicales de la iglesia participen orgánica y activamente en la denuncia de la condición intrínsecamente perversa del neoliberalismo. Tampoco se comprende fácilmente que muchos fieles que conocen bien la DSI insistan en avalar al neoliberalismo con su voto.
* Sociólogo. Universidad Nacional de Quilmes.